Cristo viene a transformar nuestras vidas

Diócesis de Tarazona
24 de noviembre de 2022

El domingo, 27 de noviembre, iniciamos el Adviento. Tiempo que nos sirve de preparación para el nacimiento de Nuestro Señor. El responsable del secretariado de Liturgia de la Diócesis de Tarazona, Ignacio Tomás Cánovas, comenta en estas líneas una serie de claves para vivir plenamente este periodo.

CON EL ADVIENTO COMENZAMOS UN NUEVO AÑO LITÚRGICO

Cristo ocupa el centro del Año litúrgico y en cada uno de los tiempos que lo van jalonando, subrayamos un aspecto concreto de su Misterio, sin olvidar su globalidad. “El año litúrgico es el desarrollo de los diversos misterios de Cristo” (Catecismo Iglesia Católica, 1171). En el Adviento, podemos decir, que el Misterio de Cristo se celebra y contempla en todos sus aspectos, en el arco que va desde su Venida en carne a la tierra hasta su Retorno glorioso. Más, aún, es contemplado y celebrado desde su prefiguración en el AT.

En el Adviento se anuncia con fuerza esta doble dimensión, la Venida en la carne y la Venida gloriosa de Cristo. Entre estas dos Venidas, la historia es el lugar donde Dios cumple sus promesas y, a la vez, se convierte en el lugar hacia el que hombre se debe orientar, hacia ese día que va a venir. Es la tensión entre el “ya” pero “todavía no”.

LA IGLESIA «ENVIADA» COMO CRISTO POR EL ESPÍRITU SANTO

El Adviento nos hace presente la necesidad de una Iglesia que, como Cristo, sea misionera; es decir, se sienta “enviada” a anunciar el Evangelio. La misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todas las gentes tiene su fundamento en el misterio de la Venida de Cristo, que ha sido enviado por el Padre. A su vez esta Venida de Cristo nos hace presente otra Venida, la del Espíritu Santo, enviado a su Iglesia para alentarla, ayudarla e iluminarla en este anuncio.

UNA NUEVA VIDA EN CRISTO

La llamada a la conversión es una de las voces que resuena en el primer tiempo del Adviento, la voz de Juan Bautista, se escucha en dos domingos de este tiempo. Esta llamada nos espabila y quiere hacernos encaminar nuestros pasos hacia la Venida última del Señor y a hacerlo bien dispuestos. Esta llamada a la conversión nunca es presentada como algo negativo para nuestras vidas; no es la presentación de una dura ascesis improductiva; bien al contrario, está llena de alegría y de esperanza. En un horizonte humano lleno, tantas veces, de oscuridad y sufrimiento, la llamada a la conversión es llamada que abre nuestro espíritu hacia un cielo nuevo y una tierra nueva.

DIOS VIENE A NOSOTROS CADA DÍA

Si el Señor ha venido y vive entre nosotros, de un modo especial vivenciamos esta presencia en la celebración de la Eucaristía. Jesús viene cada día a nosotros cuando celebramos la Misa y los sacramentos. Nuestras celebraciones son ese encuentro con el Señor, a veces vividas en la rutina, por eso hace falta que alguien nos diga, como leemos en el Evangelio de san Juan (21, 1- 19): ¡Es el Señor!; Jesús resucitado aparece de forma misteriosa, cuando los discípulos están pescando y no los reconocen, solo san Juan atisba algo y dice a Pedro: ¡Es el Señor!, y el texto nos dice: “Y, se lanzó al mar”.

El tiempo de Adviento nos enseña a descubrir que el Cristo que vino en la carne y que vendrá gloriosamente, viene también ahora ya no sólo en la celebración de los sacramentos, también en “cada hombre” y también en “cada acontecimiento”. Por lo tanto, cada gesto de amor y de perdón, cada momento de gozo o de dolor debe ser vivido en la confianza en Dios Padre. Así, en los pequeños o grandes momentos de nuestras vidas, el Adviento nos ayuda a tener los ojos abiertos para descubrir su presencia.

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