Crisis en la Amazonía: “La fuerza humana no es suficiente”

Iglesia en Aragón
6 de noviembre de 2019

El sacerdote zaragozano Ángel Francisco Casabón lleva casi cinco años en Brasil, desde donde cuenta que el fuego que devora la Amazonia esconde “oscuros intereses”. Es el dios dinero quien prende la mecha en este pulmón del mundo. Y la fuerza humana, advierte este misionero, no basta para combatirlo. Todos los días dedica varias horas a la oración y trabaja para implantar proyectos en beneficio de los jóvenes.

El misionero Ángel Francisco Casabón alerta de los intereses que puede haber detrás de los incendios.

Empieza a amanecer en la parroquia del padre Ángel Francisco, en la provincia de Mato Groso do Sul, uno de los veintiséis estados de Brasil, al sur de la región Centro-Oeste y uno de los más extensos y menos poblados de este enorme país. Y antes de las seis de la mañana comienza su jornada este sacerdote zaragozano, con misa y oración.

“Yo tengo en la parroquia -explica- una capillita de adoración perpetua, como la que tienen ustedes, recuerda, en la plaza de la Seo de Zaragoza. Aquí -cuenta este sacerdote- hay gente todas las horas del día y de la noche haciendo oración delante del Santísimo”. Para el padre Angel, que pasa en esa capilla de siete a nueve y media de la mañana todos los días, “la clave aquí no está en la fuerza humana, sino en Dios”.

Lo cuenta en los micrófonos de Radio Zaragoza, en una entrevista de gran interés. Le hemos llamado para que nos hable como aragonés en esta tierra lejana, y explique por qué arde el Amazonas. Sus respuestas, tan claras como estremecedoras, pendulan entre la impotencia humana y la esperanza celeste.

La espiral del ‘dios dinero’

“Esto es David contra Goliat”, compara para explicar cómo el imperio del narcotráfico asola y devora el país y marca la pauta de una economía a la que no le importa talar o quemar árboles, deforestar pulmones enteros, con tal de servir al dios dinero. Los fuegos que ahora prenden en la selva de la Amazonía no sorprenden a este sacerdote que ya vivió la desertización de su propia diócesis.

“En esta región había muchos árboles -cuenta-, pero es más rentable dejar el terreno limpio para cultivar soja que la madera”. “Ahora esto es un desierto, y me temo -es una opinión, dice, bastante fundada- que Amazonía va en ese camino. Se están cargando masas de árboles, hay sobornos, y ante el dinero, todo cae”.

Lamenta Ángel Francisco que nadie piense en el futuro, hipotecado por semejante desprecio a la naturaleza y al ser humano que la habita: “Aquí no le importa a nadie lo que pase después, el que venga atrás que se arregle”. Y describe un sistema que se antoja imbatible para cualquiera. Pero tamaña dificultad no le hace quedarse de brazos cruzados.

A Dios rogando y con el mazo dando. En la parroquia de este misionero zaragozano les preocupa el futuro de los que precisamente están destinados a protagonizarlo, los niños, especialmente el de ellas, menores sin recursos que acaban dedicadas a la prostitución y a las que esta parroquia quiere ayudar.

Un hogar para niñas y mujeres

“El otro día agarraron a una chica que ya iba rumbo a Indonesia para ejercer la prostitución. Hay mucha gente necesitada en este sentido y queremos impulsar un hogar de dos plantas para acogerlas”, nos adelanta este misionero. Ya tienen el proyecto hecho, gracias a un amigo arquitecto.

En mil metros de terreno, quieren impulsar este centro para niñas y mujeres y pide ayuda de sus compatriotas: “Si hay alguien en España que pudiera colaborar, haría un beneficio inmenso porque un euro de allá, aquí se quintuplica”. Ahora mismo, el padre Ángel Francisco está buscando los medios económicos para empezar “cuanto antes”, “a ver si podemos antes de final de año -dice esperanzado- porque hay mucha necesidad”.

“Confiamos en la Providencia -subraya-, porque Dios es padre y quiere cuidar a sus hijos”. Además de este hogar para niñas, también quiere impulsar una emisora de radio y un centro de espiritualidad que sirva para acoger campamentos “porque aquí la juventud no tiene donde divertirse”.

Asegura este misionero que hay jóvenes, de sólo 14 o 15 años, que padecen depresiones por culpa de las familias rotas y la falta de cariño. “Jamás en mi tiempo -cuando yo estudiaba en el Instituto Goya de Zaragoza- escuché que los jóvenes pudieran sufrir depresión y ahora es relativamente frecuente”. En la capital aragonesa está su familia, una hermana. Cuenta que le gusta el monte y subir, cuando visita Aragón, a disfrutar del Pirineo. Una ascensión que probablemente sea mucho más sencilla que el trabajo que a diario realiza desde este recóndito lugar del mundo.

Una entrevista realizada por Eva Pérez Sorribes y Vanesa Aso

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