Flash sobre el Evangelio del Corpus Christi (06/06/2021)

Hoy es el otro jueves “que reluce más que el sol”, aunque sea domingo. El párroco nos ha hablado de la entrega a los otros y de la adoración del Santísimo Sacramento. Son temas recurrentes y casi no sé cómo empezar la tertulia. Mientras me debatía en estas cavilaciones, me he topado con Jesús en la puerta de la cafetería…

– Vienes pensativo, como quien cavila sin encontrar la hebra… -me ha dicho-.

– Tienes razón. Pensaba de qué podemos hablar hoy.

– Pues no es difícil. El Evangelio de hoy (Mc 14, 12-16. 22-26) os recuerda la “nueva” alianza, sellada por el Padre con vosotros por medio de mi cuerpo entregado y de mi sangre derramada -ha aclarado mientras llevaba los cafés a la mesa-.

– Sí; pero el cura nos ha hablado también del Día de la Caridad y de la adoración pública de tu presencia en la Eucaristía. Ha recordado el mensaje de los Obispos para este día y se ha extendido en explicar su lema: “Conmigo lo hicisteis…”. También nos ha recordado que fue en Lieja, en los Países Bajos, donde se inició la fiesta y procesión del Corpus, en el siglo XIII, para proclamar tu presencia real en el pan y vino eucarísticos…

– Y ha hecho bien -me ha interrumpido-. Conmigo, con mi muerte y resurrección por vosotros, con mi “nuevo” mandato, con mi vida y mis palabras, el Padre quiso sellar una “nueva alianza” con la humanidad, que fuese definitiva, en la que ya no le ofrecierais cosas o animales, sino algo personal, empezando por mi vida “obediente hasta la muerte” y la vuestra unida con la mía, que para eso sois “mi pueblo y ovejas de mi rebaño”, que dice el salmo 100.

– Entonces, ¿en el Corpus solo celebramos lo que siempre repetimos en la Misa?

– ¿Te parece poco? Lo que hacéis en cada Eucaristía es tan denso e imprescindible para que el mundo tenga vida que hacéis bien en desdoblarlo en diversas conmemoraciones. En cada una subrayáis un aspecto concreto del único y gran acontecimiento: mi entrega por amor.

– Es verdad que no somos capaces de abarcarlo todo de una vez y que nos cansamos de mantener la tensión. Te voy a leer una frase del mensaje de los obispos para esta fiesta, que viene en la “Hoja” y el cura nos ha recordado: «Estar cerca de los pobres, los más vulnerables, los niños, los enfermos, los discapacitados, los ancianos, los tristes y solos, los agobiados por la pesadumbre de la existencia, nos cansa, bien por la fragilidad que nos descubren en cada uno, bien porque nos enfrentan a nuestra debilidad».

– Os cansa y necesitáis reavivar vuestro ánimo para seguir dispuestos a hacer con “ellos” lo que haríais conmigo, si vierais mi rostro en ellos. ¿Recuerdas?: “lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Con la adoración ocurre lo mismo: bueno es reconocer mi presencia real en el pan y vino eucarísticos, siempre que no olvidéis que sigo presente también en “mis hermanos más pequeños”. ¡Ellos son la verdadera procesión del Corpus! Hay gente, como mi querida Teresa de Calcuta, que procesiona todos los días. Después de adorarme y cargar las pilas en la adoración, salía a las calles a proseguir la adoración en mis pequeños hermanos.

– Ya veo que esta fiesta compromete más de lo que pensaba -he dicho mientras dudaba si hacerme cargo de todas las consumiciones del momento; pero él ha captado mi vacilación y me ha dicho mientras nos despedíamos:

– ¡A ver si te enteras que estoy hablando de otra cosa!