La primera semana de los nuevos diáconos de la archidiócesis de Zaragoza, Enrique García, Galo Oria y Jesús Irache, ha sido, como se preveía, «extraña». No en vano los denominamos el mismo día de su ordenación como ‘diáconos en estado de alarma’.
Enrique García (Zaragoza, 1948) es el más veterano en edad de los neodiáconos y ejerce su ministerio en Zaragoza. Durante esta semana, además de asistir en la misa que se celebra a diario en la parroquia de San Felipe, ha aprendido a manejar el misal, ha bendecido agua por primera vez para una familia que se lo ha solicitado, ha preparado meditaciones para el viacrucis y confeccionado comentarios para el Evangelio… y ha pasado las tardes atendiendo las numerosas llamadas de teléfono y mensajes de Whatsapp de personas que le piden ánimo, consuelo y aliento.
Muchas cosas, pero sobre todo el testimonio que nos ha regalado hoy mismo: «Ha sido una semana extraña. Puedo reseñar ese sentimiento de servir sin estar sirviendo. ¿Que es lo que hay que hacer en estas circunstancias? Pues vale. Pero es muy triste ver esas iglesias vacías, esas celebraciones litúrgicas suspendidas, gente preguntando por la vuelta a los sacramentos, alguna persona queriendo entrar en la parroquia aunque sea un instante».
Esta situación hace que Enrique se pregunte por cómo será la situación una vez que acabe el ‘estado de alarma’: «¿Habrá más gente en la Iglesia? No lo sé, pero los que vengan serán más firmes en su fe». Ante este estado de cosas, Enrique se reafirma en algo que le acompaña en todo su camino hacia el sacerdocio: «Tendremos que hacer lo mismo, pero de otra manera más creativa. Esta situación es un acicate para nuestra forma de hacer apostolado». Por lo menos en él, lo está siendo «Estoy lleno de esperanza y ardo en deseos de poder ir a la parroquia, visitar personas necesitadas, llevarles al Señor, estar con los demás y no dejar la oración».
Jesús Irache (Monzón, 1995) está al servicio de la parroquia de Tauste y se imagina «con una gran ‘L’ en la frente«. Está viviendo estos días con emoción y se reparte entre el servicio del altar y la predicación, y la dirección del servicio que está prestando la parroquia de Tauste para confeccionar mascarillas. «Servicio al altar y al pueblo. Gracias Señor, mañana más y mejor», afirma al final de cada jornada.
También ha entrado en la dinámica de los servicios administrativos de la parroquia, especialmente el martes 24: «Hoy es mi segundo día como diácono. Una jornada ajetreada por la tarea de despacho, pero rica en servicio a la Iglesia. Precisamente eso quería compartir, la sonrisa en el servicio. Hoy una amiga consagrada de la Comunidad Chemin Neuf ha querido compartir conmigo la imagen del Cristo crucificado del Castillo de Javier. Me ha tocado esa sonrisa, esa alegría crucificada del servicio al Padre y a los hombres».
Por su parte, Galo Oria (Zaragoza, 1996) está viviendo el curso pastoral en La Almunia de Doña Godina: «Oigo pasar el tractor con la sulfatadora desinfectando las calles», escribe. Consciente de que son muchos los que están aportando su granito de arena para afrontar la situación, él junto con los sacerdotes de la parroquia, Juan Luis y Antonio, preparan bolsas de alimentos para los más necesitados que luego reparte Cruz Roja por sus domicilios, extremando las medidas de seguridad. Para él, «no es una mala manera de estrenar el diaconado».
Su balance de este tiempo es que «esta semana ha sido una bendición de Dios». Y esgrime dos motivos: «por el regalo del silencio, frente a la tentación (a veces muy fuerte) de pasar el día encadenado a la prensa y telediarios, estoy dedicando estos días principalmente a la lectura y a la oración». Y así ha descubierto que san Juan de la Cruz pasó nueve meses encerrado en un cuartucho de cuatro metros cuadrados. «Lo nuestro no es nada», sentencia. El segundo de sus motivos es «el regalo de vivir mi nuevo ministerio (diakonía) de un modo que nunca hubiese imaginado: preparando bolsas de comida y dando de comer a los abuelicos de nuestra residencia que se alegran mucho de ver que los curas están a su lado».
Y con él, con ellos, decimos. ¡Gloria a Dios!