Comentario dominical: 3 de noviembre de 2019

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – C

LECTURAS

Sabiduría. 11,22-12,2) 2Tesalonicenes 1,11-2,2.

 EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:   «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

INTRODUCCIÓN.

“Publicano” llamaban los judíos al pecador público, al colaboracionista con los enemigos, los romanos; al que se prestaba a recaudar dinero para Roma. Normalmente cobraban más de lo que Roma exigía y los judíos los odiaban. Eran considerados como la escoria del pueblo. Nadie les saludaba, con nadie tenían amistad, todo el mundo los despreciaba. Zaqueo tenía dinero, pero sólo tenía dinero: No tenía dignidad, ni amigos, ni vida social. Con todo tenía algo bueno: Quería ver a Jesús. Y lo deseaba de corazón. No era nada fácil para él porque, al pasar entre la gente, todos le insultaban. Y, al ser pequeño de estatura, tuvo que subirse a un árbol para verlo. Imaginemos las risas de la gente. Y los insultos: enano, pequeñajo, más te valdría dejar el cargo que tienes…Pero él no estaba contento con la vida que llevaba, no le llenaba, no le satisfacía…Por eso buscaba a Jesús.

 MEDITACIÓN-REFLEXIÓN.

1.- GESTOS DE JESUS A ZAQUEO.

  1. Jesús le mira. Antes de que Zaqueo mirara a Jesús, Zaqueo se sintió mirado…Y, como dice San Juan de la Cruz, “el mirar de Dios es amar”. Se sintió amado por Jesús antes de que Zaqueo lo viera. Jesús siempre nos sorprende y nos lleva la delantera. Pero el más sorprendido fue Zaqueo. Cuando nadie le quería ver, Jesús le miró con cariño.
  2. Le llamó por su nombre: Zaqueo baja. Qué impresión le debió de dar. Hacía mucho tiempo que nadie le llamaba por su nombre. Le decían de todo: ladrón, corrupto, sinvergüenza, malvado… Para Jesús ese hombre tiene un nombre: Zaqueo. Y, al llamarlo por su nombre, le restituye su dignidad.
  3. Se invitó a comer en su casa. Hoy debo hospedarme en tu casa. El invitar a uno a comer era signo de amistad, pero el invitarse a comer,   sólo se hacía cuando había una enorme amistad. Zaqueo bajó loco de alegría…Notemos que Jesús, al invitarse a comer, sabía que se exponía a las críticas de los fariseos que tenían prohibido comer en casa de pecadores. Perdía su prestigio de profeta, pero se ganaba a una persona.

Notemos que Jesús no le ha dicho nada de su situación: no le ha echado en cara su pecado, no le ha exigido como condición devolver el dinero robado. Simplemente se ha dedicado a amarle y darle toda su confianza… Lo demás vendrá solo.

2.- RESPUESTA DE ZAQUEO A LOS GESTOS DE JESÚS.

  1. Se pone en pie. Hacía mucho tiempo que iba encorvado, con la cabeza baja, se sentía una piltrafa de hombre. Se levanta el hombre con sus derechos, su dignidad, sus posibilidades de ser persona. Jesús siempre levanta, dignifica, rehabilita, nos hace ir por la vida con la cabeza alta, vivir sin complejos. El, el “amigo de la vida” quiere que vivamos en plenitud. Jesús es ese que, al hacerme libre, me hace disfrutar de todo.
  2. La mitad de lo que tengo lo doy a los pobres. Y doy cuatro veces más de lo que he defraudado. Se ha dicho que, cuando Dios entra por la puerta, los dineros salen por la ventana. Zaqueo no podía desprenderse del dinero antes de conocer a Jesús como la suprema riqueza de su vida.
  3. Se sintió feliz. Lo contrario del joven rico. Con Jesús había descubierto que la riqueza no da la felicidad. La felicidad no está fuera de nosotros sino dentro del corazón. No hay mayor riqueza que un corazón lleno de Dios. Hay que insistir en que Jesús nos trae la verdadera alegría, pero no sólo para el otro mundo sino también para éste. “Nadie tan feliz como un cristiano auténtico” (Pascal).

3.- HOY HA LLEGADO LA SALVACIÓN A ESTA CASA.

La salvación es la salud total, de alma y cuerpo. El Hijo del hombre ha venido a buscar lo que se daba por perdido. Jesús no da nunca nada por perdido. A lo largo de la vida vamos perdiendo fuerzas, alegría, ilusión por vivir. En Jesús todo lo podemos recuperar. Y, sobre todo, podemos recuperar a las personas que creíamos perdidas. Los padres: nunca deben dar a ningún hijo por perdido. No cortar el diálogo con ellos. . Los maestros: No deben decir: con este alumno no se puede hacer nada… Los sacerdotes: No dar por perdidos a los feligreses que no vienen a Misa. A ninguna persona, sea de la religión que sea, del partido político que sea, de la Nación que sea, se le puede negar el derecho de ser hijo amado de Dios

PREGUNTAS:

  • ¿Tengo prejuicios sobre las personas? ¿Las juzgo y las condeno sin haberlas conocido? ¿Me fijo en la cizaña que hay en el campo del hermano sin caer en la cuenta del trigo que alberga todavía su corazón?
  • ¿Me importa que las personas se realicen como personas? ¿Caigo en la cuenta de que nadie es nada si no es amada por alguien? ¿Sé cambiar las leyes por amor?
  • ¿A qué personas con quienes tengo trato ya las doy por perdidas?

 

Este evangelio, en poesía, suena así

Vivir el Reino de Dios

es una fuerte «experiencia»:

exige estar en tensión

entre posturas opuestas.

«Servir, compartir, amar»

abiertamente se enfrentan

a «poder, tener, saber»,

«dioses» de nuestra soberbia.

En este combate a muerte

DIOS está de parte nuestra.

Él es compañero fiel,

nuestro auxilio y nuestra fuerza.

Si un juez malo hace justicia

a una viuda sin defensa,

también Dios «hará justicia»,

si oramos con insistencia.

Mira, Señor, nuestro mundo,

ponle otra «cara más nueva»:

sin ricos explotadores,

sin pobres y sin miseria.

Es ese «Mundo Mejor»

que la Iglesia misionera

construye con fe y amor,

sin odios y sin fronteras.

También nosotros, Señor,

queremos «hacer Iglesia».

Que, cuando vuelvas, encuentres

«nuevos cielos, nueva tierra

(José Javier Pérez Benedí)

PDF: 3 DE NOVIEMBRE