SALMO 81
Descarga aquí el pdf completo2Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
3acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas;
4tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta.
5Porque es una ley de Israel, un precepto del Dios de Jacob,
6una norma establecida para José
al salir de Egipto. Oigo un lenguaje desconocido:
7«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
8Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
9Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
10No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero;
11yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué de la tierra de Egipto;
abre la boca que te la llene».
12Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer:
13los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
14 ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
15en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios.
16Los que aborrecen al Señor lo adularían, y su suerte quedaría fijada;
17los alimentaría con flor de harina, los saciaría con miel silvestre.
INTRODUCCIÓN
El pueblo estalla en fiesta; celebran a Dios con cantos y música. Se oyen las voces humanas acompañadas con instrumentos populares. El salmista invita a todos y los anima a que participen de la fiesta. Ésta se halla en el momento culminante. De repente resuena una voz majestuosa que enfría el entusiasmo porque desvela la falsedad de tanta celebración, tanto rito, tanta música. Es Dios quien acusa a su pueblo.
La denuncia es grave: el pueblo aclama y festeja a Dios y Dios no le escucha, si no le obedece y cumple su voluntad. En sus palabras el Señor recuerda los motivos por los que el pueblo debería comportarse de otra forma: a él se le debe su nacimiento, su existencia como pueblo, su supervivencia a lo largo de la historia, la liberación de la servidumbre de Egipto, la revelación del Sinaí, la entrega de los mandamientos. Con todo, ha sido un pueblo rebelde. Ahora vienen con vítores y alabanzas ¿Acaso con ello pretenden amordazar a Dios?
MEDITACIÓN.REFLEXIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO
Israel es un pueblo que tiene memoria y agradece con júbilo las acciones de Yavé en el pasado (v. 2).
La fuerza desplegada por Dios, especialmente en la liberación de Egipto, es motivo de aclamación. El dar vítores era la forma usual de invitación a la alabanza. «Cantaré en honor del Señor, que tuvo un triunfo maravilloso al hundir en el mar caballos y jinetes» (Ex 15,1). Un pueblo agradecido necesita fiestas para celebrarlo. Las fiestas es un elemento esencial de los pueblos. En este caso, la fiesta evoca los beneficios de Dios en el pasado.
Cuando se trata de una fiesta para ofrecerla a Dios, todos los instrumentos son necesarios (3-4).
El aire festivo del himno se consigue aquí literalmente por la evocación de los cantos y la mención de los instrumentos musicales que suenan en las fiestas: el tambor, la lira y el arpa, la trompeta que debe sonar en toda fiesta (Num 10,10). «El culto en Israel como en todo el oriente es muy ruidoso» (E. Osty). Hay un rugido de trompetas, clamor de cantos, redoble de tambores, crujido de arpas y laúdes. Todo bello y armonioso. En estos versículos se quiere ver una alusión a la fiesta de los tabernáculos «nuestra fiesta», en el plenilunio. Pero también se hace referencia al hades que es el novilunio (Num 18,11) y al Heseh que es el plenilunio (Prov 7,20). Cuando uno regresa del Tercer Mundo, lo que más echa de menos en esta Vieja Europa, es la alegría, la participación activa de los fieles, el carácter celebrativo y gozoso de las Eucaristías.
Un pueblo dividido no puede hacer fiesta (v. 5).
Esta celebración no sólo era necesaria para Judá sino también para Israel del norte (Israel, Jacob, José) después del éxodo: «Este día será para vosotros memorable y lo celebraréis solamente en honor de Yavé de generación en generación; será una fiesta a perpetuidad» (Ex 12,14). La división de las tribus del Norte de las del Sur fue una lacra del Pueblo de Israel. En este salmo se invita a celebrar juntos la fiesta. Decimos en los pueblos: La unión hace la fuerza. Es verdad. Pero no es menos verdad: La unión hace la fiesta.
De repente y sin previo aviso, el salmista cambia bruscamente de tono: Oigo un lenguaje desconocido (v.6).
En medio de la fiesta y, cuando menos se esperaba, una voz desconocida (la voz del mismo Dios) resuena en el alma del salmista de la misma manera que resonaba en el alma de los profetas. Dios, por inspiración profética, le toma misteriosamente al salmista para hacer de él su portavoz y hablar por su boca a todo el mundo. «He aquí que, en medio de la liturgia acostumbrada, surge un inspirado» (A. Maillot).
«Es más bien un profeta por vocación que habla y no un simple ministro de culto improvisando una homilía litúrgica» (Kraus). En nuestras celebraciones cristianas, especialmente las Eucarísticas, hay que tener en cuenta que la Palabra de Dios no es “una pieza más” en el engranaje litúrgico, sino una “voz profética”, que viene de fuera y puede cuestionar lo que estamos haciendo. Puede decirnos: ¿Es esto lo que yo quiero? Unas bonitas celebraciones donde no se practica la caridad y la justicia, son una farsa. Dios es insobornable. En este sentido, hay que escuchar la voz de los profetas: “1Cuando extendéis las manos | me cubro los ojos; | aunque multipliquéis las plegarias, | no os escucharé. | Vuestras manos están llenas de sangre. 16Lavaos, purificaos, apartad de mi vista | vuestras malas acciones. | Dejad de hacer el mal, 17aprended a hacer el bien. | Buscad la justicia, | socorred al oprimido, | proteged el derecho del huérfano, | defended a la viuda” (Is. 1,15-17)
Está bien recordar los beneficios de Dios en el pasado, con tal que nos sirvan para cumplir su voluntad (v.7-8).
Dios empieza por recordar su deseo de escuchar el llanto de Israel en Egipto y de salvarle milagrosamente de la opresión; solicitud totalmente gratuita. En el Sinaí reveló su terrible majestad al hablar en medio del fragor de la tormenta; en Meribá manifestó su poder haciendo brotar agua de la roca.
«Que toda conciencia cristiana que ha atravesado devotamente el Mar Rojo se reconozca aquí en este salmo y se acuerde de que ha sido salvado en la tribulación. Tú estás bautizado. Ayer tu conciencia estaba oprimida bajo un gran peso. Hoy vive en la
alegría. Acuérdate de tu tribulación pasada» (San Agustín).
Nada nos impulsa tanto a obrar el bien como recordar el derroche de amor y de bondad que ha tenido Dios con nosotros.
Aquí Dios exhorta, sugiere, no impone ni amenaza (v.9).
Se trata de la puesta en guardia contra toda relajación religiosa. Pero el que habla no es un juez inflexible que juzga y condena. Es un padre descontento y preocupado de sus hijos. Podríamos decir lo de Peguy a propósito de la parábola del hijo pródigo: «El padre lloraba el que más de los dos».
Se trata de una exhortación. Exhortar, no imponer. El método que el salmista utiliza para que el pueblo se anime a cumplir la alianza es la ferviente exhortación, el levantar el ánimo hacia la confianza en Dios y su Palabra. Éste es también el método que emplea Pablo. Debe ser siempre el método cristiano. Exhortar es proponer a los demás eso que yo he experimentado como bueno en el camino de la fe. Y lo que ha sido bueno para mí, quizás sea bueno también para otro. Nada más lejos de los cristianos que el talante impositivo.
Lo que más le duele a Dios es el pecado de idolatría (v. 10-11).
Israel debe abstenerse de toda idolatría. «No tengas otros dioses distintos de mí» (Dtn 5,7). La primera exigencia que se impone es la absoluta fidelidad y el abandono de cualquier otra divinidad. Sólo Yavé ha sido el que ha llenado de beneficios en tiempos anteriores a Israel, entre los que destaca la liberación de Egipto; y está dispuesto a llenarle de beneficios en el futuro en la medida en que se abra a sus dones. «Ensancha tu boca y yo la llenaré».
Con todo, el pueblo se fue detrás de otros dioses (v. 12).
Y ésta es la amarga experiencia del pueblo. Dios se lamenta por medio de sus profetas. «Vayan a Betel y a Guilgal; ¡pequen, aumenten sus rebeliones! Lleven sus sacrificios por la mañana y sus diezmos cada tercer día … ya que es eso lo que les encanta» (Miq 4,4-5).
Dios se queja. Después de tan inmensos favores que ha derramado sobre su pueblo, éste se ha ido a ofrecer sacrificios a otros dioses. ¿Qué tendrán esos dioses? Después de haber puesto Dios todo su encanto delante de sus ojos ¿qué les puede encantar?
Sólo hay una palabra que define toda la historia: la de ellos y la
nuestra: Ingratitud. Pero no creamos que eso lo hizo el pueblo de Dios en el A.T. Ese pecado lo estamos cometiendo tú y yo hoy, aquí y ahora. Es lo que asombraba a Agustín:
«¡Oh alma ingrata, alma que existes por mí; alma que yo te he llamado, alma que te he conducido a la esperanza, alma que te he purificado del pecado! No hay más que ingratitud para aquel que les ha liberado».
El mayor castigo de Dios es que Él desaparezca de nuestro horizonte (v 13).
El castigo consiste en un abandono de Dios. No hay castigo más grave que el ser abandonado por Dios a la obstinación del propio corazón.
«La más cruel guerra que Dios ha podido hacer a los hombres en esta vida es la de dejarlos sin esta guerra que ha venido a traer» (Pascal).
No es que Dios quiera irse. Es el hombre el que se empecina en no querer verlo ni escucharlo. Ésta es la tragedia de la libertad humana.
«Yo siento la mirada de Dios. Lo que pasa es que me coloco frente a él con una grosera indiscreción. Yo blasfemaría si dijera: Dios no me mira nunca» (Iean Paul Sartre).
Pero Dios nunca da a nadie por perdido ¡Ojalá me escuchase mi pueblo! (v.14).
El castigo de Dios no es definitivo sino saludable para que el pueblo se convierta. Dios sigue llamando e invitando a convertirse repitiendo las bendiciones anejas al cumplimiento fiel de la alianza: bendiciones en la agresión bélica y en la paz agrícola. Hay que tener en cuenta lo siguiente: Cuando Moisés leyó ante el pueblo el libro de la alianza, el pueblo respondió: “Haremos todo lo que ha dicho Yavé y le obedeceremos” (Ex. 24,7). La obediencia no es una mera audición sino que es acción: poner en práctica cuanto ha escuchado.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
José Bortolini: “Como profeta del Padre, Jesús denunció la existencia de un culto vacío (Mt.15,8; Mc.7,6) y la idolatría que engendra el poder y las riquezas, venciendo las tentaciones al respecto (Lc. 4,1-12). Mostró que sólo hay un Dios que quiere que todos tengan vida (Jn. 10,10), liberando a las gentes de todas las formas de dominación (milagros). Sació al pueblo (Mc.6,30-44), convirtiéndose él mismo en pan (Jn. 6,35) y en fuente de agua viva (Jn.4,14)”.
Peguy, Misterio de la libertad: «Tal es el misterio de la libertad del hombre, dice Dios. Si lo sostengo demasiado no es libre, y si no lo sostengo bastante, cae. Si lo sostengo demasiado expongo su libertad; Si no lo sostengo bastante expongo su salvación. Dos bienes, en un sentido, igualmente preciosos. Porque la salvación tiene un precio infinito, pero ¿qué sería de la salvación si no fuera libre?»
Barsotti: «Si no reconocemos nuestros pecados, Dios no nos reconoce. So-
mos extraños para él que es nuestro Salvador».
Talmud: «Si tú, Israel, observas una sola vez uno de mis mandamientos, el
pecado será vencido, el mundo salvado”.
La postura acogedora de Dios que sólo quiere que Israel vuelva a su Dios y sea feliz, se parece a la postura del Padre Bueno de Lc. 15. Como decía Peguy hablando de esta escena: ”El Padre lloraba el que más de los dos”.
ACTUALIZACIÓN
Siempre he pensado que la Iglesia, ante esta situación tan grave de la Pandemia, no sólo debe ofrecer oraciones sino también gestos de solidaridad. Y hoy precisamente, 20 de abril del 2020, recibo esta nota del Obispado de mi Diócesis que agradezco profundamente:
“Como gesto de solidaridad el obispado ya comunicó hace tiempo a alcaldes de los municipios de la diócesis que pueden contar con las instalaciones de la iglesia si fuesen necesarias. La iglesia está siempre a vuestro servicio”, ha indicado Mons. Hernández Sola. Edificios como el Seminario diocesano o conventos serían algunas de las instalaciones que se podrían utilizar en caso de que alguna localidad tuviera necesidad, ha añadido el prelado.
Asimismo, el obispo de Tarazona se ha dirigido a los sacerdotes de la diócesis a los que ha invitado a donar parte de su “módico salario”. “Queridos hermanos sacerdotes, ayudemos espiritual y materialmente a todos aquellos que nos necesitan en esta crisis del coronavirus. Os invito a que, además de que sigáis reconfortando y prestando vuestro consuelo a los que os lo pidan, donéis también parte de vuestra sencilla mensualidad como reflejo de vuestra misericordia, esa misericordia que celebramos hoy de manera especial”.
Por otra parte sé que, a instancias del Papa Francisco, todas las Cáritas del Mundo se están moviendo en este sentido, y más previendo la “pandemia económica” que se nos viene encima después que esto pase.
Nuestra fe auténtica se apoya en la caridad y la justicia.
PREGUNTAS
1.- ¿Agradezco a Dios todos los beneficios que me ha dado a lo largo de mi vida? ¿Cuándo? ¿Cómo?
2.- En mi grupo o comunidad todos los días oramos y alabamos al Señor. Mi vida de fraternidad y compromiso con los pobres, ¿Está a la altura de mis oraciones?
3.- ¿Qué va diciendo la gente de nosotros? ¿Qué somos muy rezadores? ¿Que sólo atendemos las obras sociales? ¿O que hacemos las dos cosas?
ORACIÓN
«Yo soy el Señor, Dios tuyo»
Tú, Señor, no quieres un pueblo que hable mucho sino que sepa escuchar. Entre la gente hay muchas voces, mucho ruido, mucho ajetreo. La gente habla mucho y escucha poco. Sobran palabras y falta silencio.
Tú quieres un pueblo silencioso, que sepa escucharte: no tanto con el oído externo sino con el oído interior. Como Salomón te pido que me des: «Un corazón que escuche».
“Yo soy el Señor, Dios tuyo»
Sí, Señor, tú eres mi Dios. Tú eres mi riqueza y mi tesoro. Tú eres mi bien absoluto. Que otros busquen otros bienes, otras riquezas. Yo te prefiero a ti. Los otros dioses son vaciedad y me dejan vacío por dentro. En cambio, cuando tú estás dentro de mí me llenas de satisfacción y me produces una gran alegría. Sé siempre mi Dios, mi único Dios.
«Abre la boca que te la llene»
Señor, cada día me gustan más tus palabras. Hoy me pides que abra la boca. No para dejármela abierta sino para llenarla con tus dones.
Hoy quiero presentarte a muchos hermanos con las bocas abiertas. Hay mucha gente que se muere de hambre porque no hay nadie que ponga un bocado de pan en sus bocas. Tú das alimentos abundantes para todos, pero hay muchos ricos que no quieren escuchar tu palabra. Tú nos hablas de caridad y fraternidad, pero ellos no quieren escuchar. En su diccionario doméstico no existe la palabra solidaridad.
Señor, mueve las voluntades de los ricos hacia los pobres. Abre sus corazones al amor. Que en la gran casa del mundo se instale una gran mesa: la mesa de la fraternidad universal.
Hoy quiero abrir mi boca para que me la llenes. Pero también quiero ayudar a cerrar tantas bocas hambrientas pidiendo un pedazo de pan.
Oración mientras dura la pandemia.
Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS. Amén.