Las diócesis de Aragón se suman al clamor por la justicia climática ante la COP30 de Belém

David López
6 de noviembre de 2025
Las diócesis de Aragón se han adherido al Mensaje a los gobiernos y a la ciudadanía ante la cumbre del clima de la ONU (COP 30), que se celebra del 6 al 21 de noviembre de 2025 en Belém do Pará (Brasil). El documento, firmado por el Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española, ECODES, las organizaciones que integran la plataforma Enlázate por la JusticiaCáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES—, así como numerosas diócesis españolas, constituye una de las expresiones más amplias de compromiso eclesial con la defensa de la Casa Común en el ámbito hispano. Un compromiso compartido desde lo local La adhesión de las diócesis aragonesas sitúa su acción pastoral dentro del horizonte global de la ecología integral que propone Laudato si’. “El clamor de la tierra y el clamor de los pobres constituyen un solo grito”, recuerda el texto citando la encíclica del papa Francisco (n. 49). En este año en que se cumplen diez años del Acuerdo de París y de la publicación de Laudato si’, los firmantes reconocen que “no hemos hecho lo suficiente” y que el cambio climático “ya no es una amenaza futura, sino una crisis presente” que golpea con más fuerza a los más vulnerables. Desde Aragón, la firma de este mensaje expresa la voluntad de las Iglesias particulares de contribuir al diálogo entre fe, ciencia y política desde una perspectiva moral y solidaria. Supone también una invitación a traducir en la vida comunitaria las actitudes de conversión ecológica, austeridad, participación y esperanza. Tres pilares para una justicia climática El documento articula su llamamiento en tres dimensiones de justicia:
  1. Justicia en la acción: abandonar lo que destruye, con compromisos reales y no metas vacías, y con un calendario vinculante para poner fin a la era de los combustibles fósiles y detener la deforestación antes de 2030.
  2. Justicia en la transición: proteger a las personas, no solo al planeta, garantizando que el cambio de modelo energético no genere nuevas pobrezas, sino que acompañe a trabajadores y comunidades locales.
  3. Justicia en las finanzas: reparar la deuda ecológica del Norte con el Sur Global, asegurando financiación suficiente y justa, y proponiendo un “Jubileo por el Clima” que libere a las naciones más vulnerables del peso de la deuda externa.
El texto recuerda que “seguir invirtiendo en combustibles fósiles es financiar nuestra propia destrucción”, y reclama que el Fondo de Pérdidas y Daños aprobado en la COP 27 “se llene con urgencia”, pues “no es caridad, sino reparación”. Una voz que nace de la fe La participación eclesial no pretende sustituir a la acción política, sino iluminarla desde una ética del bien común y la dignidad humana. La llamada a los gobiernos y a la ciudadanía tiene, en este contexto, una dimensión evangélica: optar por la vida, cuidar de los más débiles, cultivar la esperanza. El documento concluye con una apelación directa: “El tiempo de las excusas se acabó. Es la hora de la justicia”. Para las diócesis aragonesas, este mensaje se convierte también en una llamada pastoral: convertir las parroquias, colegios y comunidades en espacios de educación ecológica, discernimiento y acción común.
La justicia climática es una urgencia moral, no una opción”
Hacia Belém: esperanza y responsabilidad La COP 30 de Belém, en el corazón de la Amazonía, simboliza la interdependencia entre humanidad y creación. En ese marco, la voz de la Iglesia en España —a través de la CEE, ECODES, Enlázate por la Justicia y más de una veintena de diócesis— se une a la de millones de creyentes en todo el mundo que reclaman un cambio de rumbo. La Santa Sede participa en la COP30 en Brasil con una delegación de diez miembros, guiada por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado. Él será la máxima autoridad encargada de representar al Papa León XIV en este importante evento. La adhesión de las diócesis de Aragón es, en ese sentido, un signo de comunión universal y de compromiso concreto. No solo se trata de una declaración institucional, sino de una toma de posición moral: la de una Iglesia que escucha el clamor de la tierra y de los pobres, y que se reconoce corresponsable en la custodia de la creación.
“A los gobiernos reunidos en Belém les recordamos que la historia los juzgará. Tienen en sus manos la oportunidad de ser recordados como quienes eligieron la vida, la dignidad humana y el bien común.”  
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