San Roque, un santo para la Iglesia en camino de conversión

David López
16 de agosto de 2025

El 16 de agosto, numerosas localidades aragonesas celebran a San Roque, peregrino y protector frente a las epidemias. Su figura, tan vinculada a la religiosidad popular de nuestros pueblos, nos invita hoy a mirar con ojos nuevos la llamada a la conversión pastoral que la Iglesia viene impulsando en este tiempo.

Un santo muy nuestro

La devoción a San Roque está profundamente arraigada en Aragón. En Teruel, Huesca o Zaragoza encontramos ermitas, cofradías y fiestas patronales dedicadas a él. Su imagen —el peregrino con bordón, mostrando la llaga en la pierna y acompañado de un perro con pan en la boca— se repite en altares y retablos como recordatorio de una fe que se hizo vida en tiempos de peste y necesidad.

Durante siglos, el pueblo aragonés ha invocado a San Roque como intercesor en las enfermedades, pero también como compañero de camino en las dificultades. No en vano, su vida fue un continuo despojarse de seguridades para ponerse en manos de Dios y al servicio de los demás.

San Roque y la Iglesia en salida

Su ejemplo conecta de lleno con la llamada del papa Francisco a una Iglesia en salida, que no se encierre en sí misma ni se conforme con preservar lo que tiene. Roque abandonó su hogar noble en Montpellier y emprendió una peregrinación que lo llevó a estar cerca de los más pobres, sobre todo de los apestados que nadie quería cuidar.

Ese gesto recuerda que la conversión pastoral comienza cuando la Iglesia se atreve a salir de sus muros y se acerca a los descartados de nuestro tiempo: los enfermos, los ancianos solos, los migrantes, los jóvenes sin horizontes.

La fragilidad que evangeliza

También Roque conoció en carne propia la vulnerabilidad al contagiarse de peste y retirarse al bosque. Allí, sin fuerzas, fue sostenido providencialmente por un perro que le llevaba pan cada día. En esa escena tan popular late un mensaje actual: la Iglesia no evangeliza desde la fuerza, sino desde la fragilidad que confía en Dios y se deja sostener por la gracia y la solidaridad.

Un testimonio humilde

San Roque murió en la cárcel, olvidado y sin reconocimientos. Pero el pueblo lo reconoció como santo y su culto se extendió por toda Europa. Su vida nos recuerda que la conversión pastoral exige a veces renunciar al triunfalismo y abrazar la sencillez de quien siembra sin esperar recompensas inmediatas.

Fe popular y esperanza

Cada agosto, nuestros pueblos aragoneses vuelven a cantar, danzar y rezar en honor a San Roque. Esa religiosidad popular, que une fiesta y fe, es también un tesoro que la Iglesia en conversión está llamada a cuidar y acompañar.

Porque, como Roque, estamos invitados a ser peregrinos de esperanza, servidores humildes y cercanos, testigos de una fe que no se queda en museos ni templos cerrados, sino que camina con la gente y abre puertas a la misericordia de Dios.

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