Ayer, domingo 29 de junio de 2025, la Iglesia de Santa María la Mayor en Rubielos de Mora acogió la emotiva clausura del Jubileo por los 400 años del Monasterio de San Ignacio de Loyola, hogar de las Agustinas de Rubielos. El templo, lleno a rebosar, se impregnó de un profundo recogimiento y alegría al tributar homenaje a las hermanas.
La celebración estuvo presidida por monseñor José Antonio Satué, obispo de la diócesis de Teruel y Albarracín, acompañado por el párroco Juan Salvador Díaz Royo y el vicario parroquial y capellán del convento, Héctor Abel Pérez. También participó el agustino Luis Miguel Castro, quien leyó la bendición apostólica concedida por el Papa León XIV, dirigida a la priora madre Gema Gameiro Rey y a toda la comunidad, “con motivo del 400 aniversario de la fundación del monasterio”, e invocando “gracias divinas”.
La ceremonia adquirió un tono intercultural cuando algunas hermanas de origen africano ofrecieron danzas tradicionales de su tierra, añadiendo un emotivo contrapunto visual al rito religioso.
Mons. Satué centró su homilía en el Evangelio de esta solemnidad y utilizó la meditación del Papa Francisco para reflexionar sobre el conocimiento auténtico de Jesús: Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” y luego, más personalmente: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?”. San Pedro responde correctamente: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, algo que Jesús alaba como revelación del Padre. Pero, cuando Jesús anuncia su sufrimiento, Pedro se niega, e incluso lo reprende. Jesús le replica: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!” indicando que Pedro piensa “según los hombres, no según Dios”. El Papa Francisco subraya que esto demuestra que conocer a Jesús implica más que saber; exige conversión interior y dejarse transformar por su Evangelio. El obispo vinculó este pasaje con la segunda lectura, en la que San Pablo habla de ser librado del mal y protegido «de la boca del león», testimonio de la fuerza divina frente a la adversidad. Finalmente, destacó el signo vivo del testimonio: Pedro y Pablo no solo hablaron, sino que vivieron con confianza y paz en medio de la muerte.
El prelado concluyó pidiendo al Señor que este año jubilar dé tres «frutos» a esta querida comunidad y a la Diócesis de Teruel y Albarracín: la alegría, el amor al prójimo y la Esperanza».
Posteriormente a la Eucaristía se pudo degustar por los asistentes un vino español en el claustro del convento.
En definitiva, una jornada cargada de emotividad, fe y comunidad, que puso broche a un año jubilar lleno de significación espiritual y cultural para el Monasterio y la localidad. Felicidades a las hermanas agustinas por cuatro siglos de vida consagrada y entrega silenciosa.