Carta del Arzobispo de Zaragoza: Corpus Christi

Carlos Escribano Subías
20 de junio de 2025

La Iglesia celebra este domingo la Solemnidad del Corpus Christi. Es una jornada para dar gracias al Señor por querer quedarse con nosotros en la Eucaristía. En toda su vida pública, Jesús, a través de la predicación del Evangelio y de los signos milagrosos, anunció la bondad y la misericordia del Padre por la humanidad. Esta misión alcanzó su cumbre en el Gólgota, donde Cristo crucificado reveló el rostro de Dios para que el hombre, contemplando la Cruz, pueda reconocer la plenitud del amor (Cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, 12). El Sacrificio del Calvario es mistéricamente anticipado en la Última Cena, cuando Jesús, al compartir con los Doce el pan y el vino, los transforma en su Cuerpo y en su Sangre, que poco después ofrecería como Cordero inmolado.

La Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, de su amor hasta el final por cada uno de nosotros, memorial que Él quiso encomendar a la Iglesia para que fuera celebrado a través de los siglos. Desde la tradición hebrea, el significado del «memorial» no es un simple recuerdo de algo que sucedió en el pasado, sino la celebración que actualiza ese acontecimiento, reproduciendo la fuerza y la eficacia salvífica. De este modo, «hace presente y actual el sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez por todas, sobre la Cruz en favor de la humanidad» (Cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 280).

Cuando recibimos a Cristo en la Eucaristía, el amor de Dios se expande en nuestra intimidad, modifica radicalmente nuestro corazón y nos hace capaces de gestos que, por la fuerza difusiva del bien, pueden transformar la vida de aquellos que están a nuestro lado. La caridad es capaz de generar un cambio auténtico y permanente en la sociedad, actuando en los corazones y en las mentes de las personas, y cuando se vive en la verdad «es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad» (cfr. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 1). El testimonio de la caridad para el discípulo de Jesús no es un sentimiento pasajero, sino por el contrario es lo que plasma la vida en cada circunstancia. Ese testimonio de caridad se convierte para muchos en signo de esperanza.

En este contexto, Cáritas nos presenta en este día del Corpus su campaña, bajo el lema: “mientras hay personas, hay esperanza”. Los cristianos somos signos de esperanza cuando nos alimentamos con el cuerpo de Cristo, pues nos liberamos de los vínculos del individualismo y, a través de la comunión con Él, nos convertimos nosotros mismos, juntos, en una sola cosa, en su Cuerpo místico. De este modo se superan las diferencias que pueden querer separarnos por razón de la clase social, la nacionalidad, o la raza, pues nos descubrimos como miembros de una gran familia, la familia de los hijos de Dios, en la que a cada uno se le da una gracia particular para el bien común.

Desde Cáritas diocesana de Zaragoza, que cumple 65 años de servicio comprometido con los últimos de nuestra sociedad, nos animan a ser esas personas que, acogiendo y acompañando a los que más nos necesitan, generan procesos de esperanza en nuestras parroquias y comunidades, porque la esperanza no solo está en grandes gestos heroicos, sino en las pequeñas acciones cotidianas que demuestran que mientras haya personas, hay esperanza.

 

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