5º Domingo de Cuaresma: 29 de marzo de 2020

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

INTRODUCCIÓN

Nuestra muerte para siempre es totalmente impensable desde el amor que Dios nos tiene. Un Padre quiere vivir siempre con sus hijos y desea que vivan siempre felices. Me parece totalmente fuera de lógica que Dios Padre nos entregue a su propio Hijo, viva con nosotros, sufra con nosotros, muera en una Cruz y después se vaya al cielo dejando las cosas tan mal como antes de venir. La lógica del amor pide que vivamos con Dios para siempre. Nos ha comprado con un precio demasiado caro.

LECTURAS:

1ª Ez. 37, 12-14.    2ª Rm. 8, 8-11

EVANGELIO

Juan 11,1-27

Había cierto enfermo, Lázaro, que era de Betania, de la aldea de María y de Marta su hermana. (María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con el pelo, y su hermano Lázaro estaba enfermo). Las hermanas le enviaron recado: Señor, mira que tu amigo está enfermo. Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; así se manifestará por ella la gloria del Hijo de Dios. Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro.   Al enterarse de que estaba enfermo, se quedó, aun así, dos días en el lugar donde estaba.  Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le dijeron: Maestro, hace nada querían apedrearte los judíos, y ¿vas a ir otra vez allí   Replicó Jesús: ¿No hay doce horas de día? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, si uno camina de noche, tropieza, porque le falta la luz Esto dijo, y a continuación añadió Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido, pero voy a despertarlo. Le dijeron los discípulos: Señor, si se ha dormido, se salvará.  (Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural). Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que lleguéis a creer. Ea, vamos a verlo. Entonces Tomás, es decir, Mellizo, dijo a sus compañeros: Vamos también nosotros a morir con él. Al llegar Jesús, encontró que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.  Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano. Al enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la casa).  Dijo Marta a Jesús: – Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; pero, incluso ahora, sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: – Tu hermano resucitará. Respondió Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección del último día. Le dijo Jesús: – Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque muera vivirá, pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto? Ella le contestó: Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

REFLEXIÓN

1.– Jesús desdramatiza la muerte.

“Nuestro amigo Lázaro está dormido”. Para Jesús, la muerte es un sueño. Y, desde entonces, cambiará el nombre del lugar donde se entierran los muertos. Ya no se llamarán “necrópolis” (ciudad de los muertos) sino “cementerios” palabra griega que significa dormitorio. La muerte ya no es lo irremediable, ni lo definitivo, ni el final del camino. Para Jesús la muerte es una “pascua” es decir un “paso” para la auténtica vida. Podemos decir que el que muere no ha llegado al fin, sino que ha cumplido su finalidad. Nos lo dejó escrito el gran sacerdote español Martín Descalzo antes de su muerte ya inminente: “Morir sólo es morir. Morir se acaba. Se acaba de sufrir y hacer preguntas. Morir es tener paz y luz y casa juntas. Y hablar, dejando los dolores lejos, la noche luz, tras tanta noche oscura” (El pájaro solitario). Y puesto que la muerte es un sueño, los que creemos en Jesús podemos soñar. Y necesitamos soñar mucho en estos momentos tan críticos que estamos viviendo en España.

2.– Jesús está cerca de las personas que sufren la ausencia de los que ya han muerto.

No hay duda de que Jesús tenía muchas cosas que hacer. A veces, “ni le dejaban tiempo para comer”. Pero sacaba tiempo para estar con las personas que sufrían. Por eso se hizo presente en casa de Marta y de María, hermanas de Lázaro, a las que tanto quería. Y no las consuela con palabras bonitas, sino haciéndose solidario en su dolor. “Y Jesús lloró”. Nuestro Dios tiene sentimientos y no puede ver sufrir. Y hace de esas lágrimas, expresión de amor. “Mirad cuanto le quería”. La cercanía con las personas que sufren nos arranca lo mejor que tenemos: nuestra ternura. Y esa ternura la expresamos con nuestras palabras, nuestros silencios, nuestro apretón de manos, nuestros besos, nuestros abrazos o nuestras lágrimas. En esta hora, hasta se nos priva de estas manifestaciones de cariño por razón del “corona-virus”. Que Dios acepte este sacrificio como el mejor sufragio, la mejor oración por ellos.

3.– La muerte cristiana nos abre el horizonte hacia la verdadera vida.

“Jesús gritó: Lázaro, sal fuera”. No olvidemos el grito de Jesús en la Cruz. Gritó cuando ya no podía ni hablar. No es un grito de derrota. Es un grito de victoria.  Es un grito de parturienta que anuncia ya una nueva vida.  Pero Lázaro salió atado con las vendas, es decir, sujeto al espacio y al tiempo, para después también morir. ¿Por qué Jesús no prolonga a todos un poco más esta vida? Simplemente porque a Dios no le va el hacer chapuzas. Prolongar más esta vida sería prolongar el dolor y el sufrimiento y crear muchos problemas. Dios quiere para nosotros su propia vida de resucitados. Vivir para no volver ya a morir. Resucitar para entrar definitivamente en la vida de Dios. “Me voy a prepararos sitio para que donde yo esté, estéis también vosotros”. Palabras consoladoras de Jesús para todos aquellos que, en estos días de la pandemia, han perdido a algún ser querido.

PREGUNTAS

1.– ¿Me estoy preparando para desdramatizar la muerte cuando llegue? ¿Cómo?

2.- ¿Me gusta estar cerca de las personas que han perdido algún ser querido y expresarles mi cariño? ¿Y cuando las circunstancias no me dejan tener estas manifestaciones explícitas?

3.- ¿Estoy convencido de que Jesús no hubiera venido a este mundo para dejar todo como estaba? ¿Me lo creo?

Ante la situación que estamos atravesando en España con el “corona-virus, me parece muy oportuno este salmo de Julián del Olmo:

Salmo 20-20

Señor, Dios nuestro,

¿qué quieres de nosotros?

¿qué esperas de nosotros?

Estamos inquietos

temerosos

angustiados

ante un virus

demoníaco

que está poseyendo

nuestros cuerpos

y nuestras almas.

Señor, Dios nuestro,

¿qué quieres de nosotros?

¿qué esperas de nosotros?

Estamos recluidos en casa

con las puertas cerradas,

con el teléfono abierto

para dar y recibir noticias de la familia

y de los vecinos,

con la radio y la televisión encendidas

para saber, en tiempo real,

el avance del virus

y el número de muertos.

Señor, Dios nuestro,

¿qué quieres de nosotros?

¿qué esperas de nosotros?

Estamos dando lo mejor de cada uno

para ayudar a los demás,

rezando para que pase esta plaga

para que acabe esta guerra,

agradecidos a las personas que nos protegen.

Señor, Dios nuestro,

¿qué más quieres de nosotros?

¿qué más esperas de nosotros?

Señor, Dios nuestro,

escucha nuestro grito,

atiende nuestra oración,

fortalécenos la Fe

la Esperanza

y el Amor.

Señor, Dios nuestro,

danos Luz en la oscuridad

Fuerza en la debilidad

Confianza en la inseguridad.

“Aunque camine por valles tenebrosos

nada temo

porque Tú, mi Dios, vas conmigo

tu vara y tu cayado me sosiegan” (Salmo 23).

Julián del Olmo

20-marzo-2020

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Todos estamos, Señor,
simbolizados en «Lázaro»:
sin esperanza, sin vida,

en el sepulcro enterrados.

Las vendas del egoísmo
atan nuestros pies y manos.
Despedimos mal olor.

No hay flores en nuestro campo.

Pero el sol de la esperanza

nos despierta con sus rayos,

al ver, Señor, que te acercas

a nuestra tumba «llorando».

Tú, Señor, nos amas mucho

y vas a hacer un milagro.
Quieres vencer nuestra muerte
y arrancarnos de sus brazos.

«Soy resurrección. Soy vida»,
escuchamos de tus labios.
«Quien cree en mí, ya no muere.
Vida eterna le regalo».

Marta y María creyeron

y resucitó su hermano.

Pon, Señor, brotes de vida

en nuestros moldes de barro.

Dinos a todos nosotros:

«Salid fuera, romped lazos.

Gozad de la libertad.

Vivid ya resucitados.

(Javier Pérez Benedí)

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