Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Vivir es lo más

11 de septiembre de 2019

Feliz sobriedad, feliz austeridad. Ver felicidad en la sobriedad y en la austeridad sí que necesita un corazón convertido, nuevo. Así escribía en mi colaboración hace 15 días.

Esas felices ‘sobriedad y austeridad’ son las que nos ayudan a descubrir la vida en sí misma, en su verdadero valor. Porque las felices sobriedad y austeridad despojan a la vida de todo ‘adorno innecesario’ que la oculta.

“Claro que me gusta ir de tiendas, como a todos, pero hemos apostado por desprendernos de lo innecesario para que la vida gire en torno a la vida”[1].

¿Se puede decir más breve y más bello? Con el ‘añadido’ de que ha salido de la boca de un anciano de más de 80 años. Algo de razón tendrá, ¿verdad?, aunque no sea -nada más y nada menos- que la sabiduría de la vida.

¿Cuántas son las cosas innecesarias que no nos dejan que nuestra vida gire en torno a la vida?

“¡Otra vez dándonos la lata con fastidiarnos la vida a base de renuncias a todo lo bueno porque es pecado o engorda!”. Dice quien no piensa que nacemos desnudos y morimos desnudos y se olvidan de que, entre nacimiento y muerte, está la vida, solo la vida. Y para que la vida sea vida-vida no necesita andar recargada con tantas cosas que nos impiden disfrutarla en profundidad, la acortan y, muchas veces, la frustran.

La vida es el mejor regalo que hemos recibido. De Dios, decimos los creyentes. De la ‘vida’, de la naturaleza, dicen otros. Y los cristianos también podemos decirlo: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”. En ese tanto está ‘todo’ lo que la vida es.

“La vida, que me es dada y en la cual me encuentro, no me es dada hecha sino por hacer”, dicen a una nuestros grandes pensadores del s. XX, Ortega y Gasset y Julián Marías”[2].

Se trata, por tanto, de vivir, de encontrar el sentido de la vida. Y ese sentido nunca estará en el tener cosas y más cosas, cachivaches y más cachivaches, inutilidades y más inutilidades, diversión y más diversión.

La vida está en la vida misma: calor de hogar, amor creador, amistad entrañable, trabajo digno, paz interior, sensibilidad, naturaleza disfrutada y amada, descanso, alegría, disfrutar del pan, del vestido, de la casa para que la vida fluya serena y esperanzada.

La vida así entendida se podrá enfrentar al dolor y a la muerte con serenidad, aunque el miedo pueda acompañarla.

La vida así entendida encuentra un motivo nuevo, para vivirla con ‘más vida’, en el compromiso profundo, auténtico, para que todos los seres humanos pueden vivir su vida con calor de hogar, amor creador, amistad entrañable, trabajo digno, paz….

Organicemos nuestra vida para eso, tanto la vida familiar como la profesional. “Rompamos los parámetros que haya que romper, dejemos de mirarnos en los demás, en lo que los demás hacen o en lo que se espera de nosotros. Que nos olvidemos de los estereotipos sociales y laborales. No hace falta tener una carrera profesional brillante, ni una casa de anuncio, ni un tipazo estupendo. Vayamos a la esencia, lo que de verdad nos hace felices, nos realiza y nos libera”.[3]

“Los apocalipsis verdaderos, los que de verdad asustan, son siempre pequeños y suceden fuera de las pantallas, cuando se agotan las baterías y las familias se miran a los ojos descubriendo que no tienen nada que decirse”.[4]

No, no es un modo tétrico y negativo de terminar. Es una imagen fuerte y concreta para describir el resultado de una vida que se fija en lo innecesario y se olvida sencillamente de vivir. La vida no es vida cuando está escondida entre los escombros en que se convierte todo lo que almacenamos y no necesitamos. O, necesitándolo, lo convertimos en el ‘todo’ de la vida. Necesitamos las ‘baterías’ del ejemplo. Pero las baterías no son la vida. Pero, a veces, lo parece.

 

[1] Vicente Morales. VIDA NUEVA. Agosto 2019. Pág. 14)

[2] Cfr. Harold Raley, La visión responsable, Espasa-Calpe, Madrid, 1977, pag. 179.

[3] Leonor Tamayo. Entrevista de Alejandra González. ABC 9 diciembre 2018

[4] SERGIO DEL MOLINO. EL PAÍS – 24 DIC 2018 –

 

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