Desde el pasado 9 de abril, cualquier persona que anhele una vida santa y plena tiene una clara fuente de inspiración: ‘Gaudete et  exsultate’, una exhortación apostólica del papa Francisco -de 49 páginas- en la que aborda el llamado a la santidad en el mundo actual. Frente a la cultura del “zapping”, la modorra y el demonio, llama a vivir con amor la vida ordinaria. Veamos cómo.    

Los santos que nos alientan y acompañan. Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión.

Los santos de la puerta de al lado. No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados (…) Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. La santidad “de la puerta de al lado”; “la clase media de la santidad”.

El Señor llama. No se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él.

También para ti. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.

En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad.

Tu misión en Cristo. Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque “esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1 Ts 4,3). Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio (…) “La santidad no es sino la caridad plenamente vivida” (Benedicto XVI).

Esto es un fuerte llamado de atención para todos nosotros. Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión.

La actividad que santifica. Tu identificación con Cristo y sus deseos implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño.

No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser integrado.

Más vivos, más humanos. No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó (…) No tengas miedo de apuntar más alto. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. En la vida «existe una sola tristeza, la de no ser santos» (León Bloy).

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Ángel Lorente: «El papa nos llama a vivir la fe, a ser santos en familia»

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