El ecónomo diocesano, José Huerva, nos ofrece una serie de colaboraciones en las que, bajo el título «Para comprender», aborda cuestiones relativas al sostenimiento de la Iglesia.
La participación en el sostenimiento de la Iglesia es mucho más que un ejercicio de responsabilidad altruista es signo y consecuencia de la comunión con Dios y con los hermanos siguiendo el camino iniciado por las primeras comunidades cristianas: “La multitud de creyentes tenía un alma y un corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común” (Hch 4,22); y la carta a Diogneto manifiesta (Sg II): “Si compartimos los bienes celestiales, ¿no vamos a compartir los bienes materiales?”
Los creyentes hemos conocido “La generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor,8, 9); la vivencia práctica de su generosidad nos va haciendo descubrir “que hay más alegría en dar que en recibir” (Hch. 20,35); la riqueza del que ha puesto su vida en las manos de Dios como la viuda del Evangelio (Mc 12, 41-44;Lc 21, 1-4); la sorpresa agraciante y agradecida “del que tiene a Dios nada le falta” (Santa Teresa de Jesús); Acción de gracias, renovada en cada Eucaristía.
Una comunidad sostenible y solidaria es un verdadero regalo de Dios para nosotros y para el mundo, pues es como una “Ciudad puesta en lo alto del monte” (Mt 5,14) que irradia el resplandor del Amor de Dios; iluminando como comunidad alternativa en medio de nuestro mundo que ha perdido los valores esenciales de humanización y fraternidad. No importa que seamos muchos o pocos, que la mayoría seamos de edad avanzada, lo que importa es que caigamos en la cuenta de que nuestra identidad cristiana, es el mayor tesoro de la vida: “Que si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra?”, (Rm 8,31).
La próxima semana, más.
José María Huerva Mateo
Ecónomo Diocesano
