Este 12 de agosto la diócesis celebra la fiesta de su obispo mártir, Florentino Asensio Barroso, beatificado por san Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997. De una de sus pastorales, recogida en el Boletín Eclesiástico Oficial del Obispado de Barbastro en 1936, extraemos hoy estas palabras: «En estos tiempos en que tanto se proclaman los fueros de la libertad, aunque de hecho lo que impera es el libertinaje, pudiera ocurrírsele a alguno que pretender que los hombres concuerden con su creencias o modo de pensar, que concuerden con sus costumbres o modo de vivir; vivan unidos por los vínculos de la caridad, es tiranizar el pensamiento humano, es coaccionar las facultades espirituales del alma. Nada más lejos de la verdad… No es tiranizar las facultades del alma, no es dejación de los fueros de la libertad oír, obedecer y practicar lo que Jesucristo inspira y manda; fuéralo volverle la espalda y actuar contra su voluntad santísima, como de la naturaleza no es tiranía para el sentido de la vista buscar los caminos de la vida con el auxilio de la luz y el esplendor del sol, sino más bien intentarlo a sus espaldas y en la oscuridad de la noche».

Un breve episcopado, testimonio de fe

Florentino Asensio nació en Villasexmir, 16 de octubre de 1877. Ingresó muy pronto en el seminario, siendo ordenado el 1 de junio de 1901. Fue párroco de Villaverde de Medina durante año y medio, siendo trasladado posteriormente a Valladolid, donde el arzobispo Mons. José María Cos y Macho le confió su secretaría particular, la mayordomía de palacio y la cátedra de Metafísica en el Seminario. Durante quince años fue confesor del seminario.

Su celo pastoral le dio fama, y en 1935 el Nuncio Apostólico Federico Tedeschini le comunicó que el Papa Pío XI lo proponía a la dignidad episcopal con sede en Barbastro. Fue consagrado obispo en Valladolid el 26 de enero de 1936. Tomó posesión de la Sede de Barbastro por procurador el 8 de marzo de aquel año, entrando discretamente el 15 para evitar disturbios anticatólicos.

El 22 de julio de 1936 fue arrestado y encarcelado, a manos de un grupo republicano que había llegado de la zona catalana. Interrogado y torturado, fue finalmente fusilado por los milicianos al cabo de dos semanas, en la madrugada del 9 de agosto de 1936.