Thais Mor (Roquetes, Tarragona), de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación y perteneciente a la comunidad de Zaragoza, realizó su profesión perpetua el pasado 10 de noviembre, en la Casa Madre del Instituto, situada en Jesús-Tortosa. Junto a ella, también profesó Ana Belén Soriano (Onda, Castellón). Dos jóvenes sencillas, que han dicho sencillamente sí, al Señor para siempre. La eucaristía fue presidida por el obispo de Tortosa, monseñor Enrique Benavent.

La celebración fue un derroche de gestos, en el que el mayor de ellos fue, una vez, más la donación: la donación de Jesús en el misterio de la Eucaristía, y la donación de dos vidas que se entregan al Amor. Todos los que vivieron el momento, coinciden en la belleza y la sencillez de cada detalle.

“Se fiel a la misión que se te confíe”, este fue el deseo que la Madre General, Antonia Munuera, tuvo para cada una de ellas. Ana Belén ha regresado a Villacañas (Toledo) y Thais a Zaragoza, donde, desde lo cotidiano y concreto de la vida, siguen siendo instrumentos de misericordia y consolación para todos quienes caminan con ellas, de acuerdo con el espíritu de santa María Rosa Molas: “Todo para gloria de Dios y bien de los hermanos, nada para nosotras”. 

A continuación, les ofrecemos el testimonio de la hermana Thais:

Mi nombre es Thais, tengo 35 años y pertenezco a la Congregación de Hermanas de Ntra. Sra. de la Consolación. Soy de Roquetes, un pueblo de Tarragona. Vivo actualmente en Zaragoza y comparto con una comunidad de nueve hermanas la misión de transmitir el carisma de la Consolación a través de la educación.

¿Cómo descubrí mi vocación? Fue un camino de pequeños pasos, de resistencias, de acompañamiento y de dejarme guiar. Tenía la sensación de que a mi vida le faltaba algo, y ese “algo” solo se llenaba en los momentos que dedicaba en la parroquia con los grupos de jóvenes y niños. Me costó aceptar que mi futuro podía estar dentro de la vida religiosa. Era algo que no estaba de moda y difícil de encajar para algunas personas. A pesar de eso seguí buscando, hasta que después de muchas resistencias vi que ese era mi camino: “vende lo que tienes y sígueme”. A partir de ese momento descubría a Dios en todas las cosas y es así, poco a poco, me dejé llevar por su estilo de vida.

¿Por qué la Consolación? Las conocí de casualidad, porque me invitaron a una oración, y poco a poco, se convirtieron en un gran ejemplo de vida religiosa para mí. A través de ellas descubrí a personas llenas de vida, entrega y alegría. Veía que reflejaban vitalidad y mucho entusiasmo. Siempre me hacía la misma pregunta “¿cómo sería mi vida aquí dentro?”
Al final decidí que quería ese estilo de vida para mí y así las fui conociendo con más profundidad y nunca me dejaron de entusiasmar. Era allí, en esa vida dada a los demás sin reservas, sin importar el momento, donde veía que mi vida tenía sentido.

¿Cómo han sido estos años de vida consagrada? Es un tiempo que me ha servido para afianzar mi vocación y discernir si ese era el camino que tenía que seguir. Unos años en los que he hecho experiencia de vida comunitaria, de apostolado, de oración,…Un tiempo privilegiado que me ha ayudado a fortalecerme como mujer consagrada, para entregarme a los demás con todo lo que soy, fortalezas y fragilidades.

¿Cómo acoges unos votos que son para siempre? Lo primero los acojo desde el agradecimiento, porque una siempre se siente pequeña ante Dios, que es el que ha elegido primero. También los acojo con mucha alegría. Es un día y un tiempo de preparación que se vive con mucha intensidad, recordando los momentos buenos y los más complicados que me han ayudado a fortalecer mi vocación. Momentos necesarios para poder pronunciar este SI para siempre. Los acojo desde lo que soy, con mi verdad, mi sencillez y mi deseo profundo de entregar toda mi vida a los demás, para ser el reflejo de Jesús y también de nuestra fundadora santa María Rosa Molas.