Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Peinadores de ovejas

9 de octubre de 2024

Es una tentación para presbíteros, religiosos, laicos cristianos. En la que podemos o solemos caer todos. Más o menos veces. Con mayor o menor intensidad. Santos (que tienen sus debilidades también; “solo Dios es santo”) que a veces también son peinadores. Caen en la tentación, pero se levantan y ‘peinan a más gente’

No es expresión mía. No tengo tanta imaginación o sensibilidad apostólica. Aunque sí que soy en bastantes ocasiones: peinador. ¿Tú también? Haríamos muy bien en preguntárnoslo. Y reconocerlo, si es verdad.

“En el evangelio es bonito ese pasaje que nos habla del pastor que, cuando vuelve al redil, se da cuenta de que falta una oveja: deja las noventa y nueve y va a buscarla, a buscar una. Pero, hermanos y hermanas, nosotros tenemos una; ¡nos faltan noventa y nueve! Debemos salir, ¡debemos ir hacia los demás! En esta cultura -digámonos la verdad- tenemos solo una. ¡Somos minoría! ¿Y sentimos el fervor, el celo apostólico de ir y salir y buscar las otras noventa y nueve? Es una gran responsabilidad y debemos pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor y la paciencia para salir, para salir a anunciar el Evangelio. Ah, esto es difícil. Es más fácil quedarse en casa, con esa única oveja. Es más fácil con esa oveja, peinarla, acariciarla… pero nosotros, sacerdotes, también vosotros, cristianos, todos: el Señor nos quiere pastores, no peinadores de ovejas; ¡pastores! Y, cuando una comunidad está cerrada, siempre con las mismas personas que hablan, esa comunidad no es una comunidad que da vida. Es una comunidad estéril, no es fecunda. La fecundidad del Evangelio viene por la gracia de Cristo, pero a través de nosotros, de nuestra predicación, de nuestra valentía, de nuestra paciencia”.  (Francisco. 17 junio 2013 a la Diócesis de Roma)

¡Este Francisco cómo pone el dedo en la llaga! ¡Y la venda para curarla!
Pedir al Señor. Oración frecuente, tranquila, confiada, abierta a Dios y a la realidad que nos rodea.            Salir. Responsabilidad creyente. No quedarse en casa con la única oveja. Para peinarla, acariciarla.Generosidad. Valor y paciencia.
Comunidad abierta para comunicar vida y esperanza.

Predicación fundamentada en el Evangelio y abierta al mundo real. Con lo mucho bueno que tiene y con lo malo que está ahí, a nuestro alrededor y en el mundo entero. Predicación estimuladora e impulsora de optimismo evangélico.

Pastores, no peinadores de ovejas. Expresión que no se quede en repetir ‘olor a oveja´, que ha pasado a la historia y no sé si ha dejado huellas palpables y visibles. ¡Cómo nos gusta estar a la moda sin encarnarla!

Comunidades en las que todos hablen, opinen, propongan. Que no hablen siempre las mismas personas: los sacerdotes y los laicos clericalizados. Esa comunidad no es una comunidad que da vida.

Todos, todos, todos (frase repetida y repetida por el Papa). Nadie está excluido ni puede poner excusas. Ni nadie puede excluir a nadie. Si su fe cristiana es auténtica. Aunque con debilidades a cuestas.

 La fecundidad del Evangelio viene por la gracia de Cristo. No hay duda. Cuando se predican ideologías o críticas veladas o claras a otros, cristianos o no cristianos, ya no predicamos el Evangelio y, por tanto, “la fecundidad del Evangelio (que) viene por la gracia de Cristo, pero a través de nosotros, de nuestra predicación, de nuestra valentía, de nuestra paciencia” ya no se da en quienes nos escuchan. Inmenso riesgo que destruye, fijémonos bien, la fecundidad del Evangelio. Nada más y nada menos.

Y sin olvidar la coda final, “La fecundidad del Evangelio viene por la gracia de Cristo, pero a través de nosotros, de nuestra predicación, de nuestra valentía, de nuestra paciencia”.

¡Cuánto hemos de cuidar que es la gracia de Cristo quien trae fecundidad a nuestra entrega! Si creemos que depende de nuestro testimonio (siempre necesario, por otra parte), hemos desplazado a Cristo y nos predicamos a nosotros mismos.

Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús. (2 Corintios 4,5)

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