Para un creyente, cualquier tiempo pasado fue peor; lo mejor está todavía por llegar

Raúl Romero López
26 de octubre de 2020

Salmo 98

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1 Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas.

Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

2 El Señor da a conocer su salvación,

revela a las naciones su justicia.

3 Se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado

la salvación de nuestro Dios.

4 Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad.

5 Tañed la cítara para el Señor,

suenen los instrumentos:

6 con clarines y al son de trompetas,

aclamad al Rey y Señor.

7 Retumbe el mar y cuanto contiene,

la tierra y cuantos la habitan;

8 aplaudan los ríos, aclamen los montes

9 al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia

y los pueblos con rectitud.

INTRODUCCIÓN

El salmo 98 hace alusión a un contexto histórico bien concreto: Yavé ha salvado a Israel liberándolo del destierro de Babilonia. El Señor, Dios de Israel, que parecía vencido por los dioses de Babilonia, ha conseguido una victoria patente. Ahora viene como rey triunfante a tomar posesión de su legítimo reino.

Con un estilo inspirado en Is 52,7-10, el salmista invita a Israel, a las naciones paganas y a toda la naturaleza a ensalzar a Yavé. El poema es como la explosión de cantos y ovaciones, de músicas armónicas y aclamación festiva de Yavé como rey. Quizás fuera la atmósfera de la entronización del rey o los tonos de una fiesta cualquiera en el Templo de Yavé lo que prestó al poeta este lenguaje; pero el salmista lo transformó en expresión de júbilo. “A través de Israel todas las naciones pueden ser testigos oculares de la acción histórica de Dios. Israel sirve en medio de las naciones como escenario vivo de Dios, como personajes de un drama ideado y realizado por Dios” (Alonso–Carniti).

REFLEXIÓN-EXLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO

Dios no envejece, siempre es nuevo (v.1).

Si se habla de nuevo es porque existe un cántico viejo. ¿Cuál es éste? Es el primer cántico de Moisés, registrado en Ex 15. Conmemora la victoria de Dios sobre el Mar Rojo y el ejército egipcio. El segundo cántico es nuevo porque celebra la victoria del Señor sobre Babilonia y es el cántico del segundo éxodo.

De nuestros labios no debe caer nunca un cántico nuevo porque Dios está siempre actuando sobre nuestro mundo y sobre nuestra historia. Aquellos que saben mirar la historia con ojos de fe, saben estrenar siempre un nuevo cántico.

En las victorias de Dios siempre ganas los pobres (v.2).

El brazo de Dios es la fuerza que actúa con poder irresistible: «Extendiste tu diestra y se los tragó la tierra» (Ex 15,12). Revela a las naciones su justicia… Revela a las naciones porque es una victoria justa, es decir, va a salvar al pobre, al indefenso, al que no tiene protección. Es ésta una lección propia del pueblo de Israel.

Dios tiene mala memoria para recordar nuestros pecados, pero muy buena para hacer presente su misericordia (v.3).

El recuerdo de Dios se hace presente en la liturgia. Y es creador dinámico, eficaz. ¿De qué se acuerda Dios? ¿De los pecados e infidelidades de los hombres? No. Sólo se acuerda de las dos grandes virtudes de la Alianza: su misericordia y su fidelidad. La iniciativa siempre es de Dios. Es él quién nos sorprende con su amor totalmente gratuito. Dios se acuerda de sí mismo, de lo grande que es amando y perdonando. El amor de Yavé supera con creces todas las infidelidades de la casa de Israel. El Señor ha sido coherente consigo, ha tenido en cuenta sus compromisos, ha mantenido su lealtad.

Sólo aquel que ama, puede aclamar debidamente (v.4).

A la proclamación del credo de Israel responde la aclamación de un coro grandioso de voces. Los labios sellados de los pueblos se abren en una alabanza al Señor.

San Agustín comenta la palabra regocijo. Según él regocijarse es gozar hablando. Y dice: «Si al gozaros no podéis hablar, que no quede mudo vuestro gozo. Que no calle el corazón a su Dios». Nuestro gozo es el Señor. Nos gozamos aclamándole con palabras y también con el silencio de nuestro corazón. En realidad es el corazón el que habla, el que aclama, el que grita, el que vitorea. Solamente aquel que ama puede aclamar.

La emoción del salmista por su Dios la trasmite a los instrumentos musicales (v.5-6).

Se alude a los instrumentos que formaban la orquesta cuando se cantaba en el Templo. Concretamente se hace referencia al Kinnor cítara-arpa Zimrah, instrumento de cuerda. Sófar, el cuerno de cabra. Todo alude a un único tema: la alabanza a Yavé-Rey. En Israel la alabanza ha sido parte esencial del culto. El pueblo de Dios ha vibrado, se ha emocionado, se ha entusiasmado dando gloria y alabanza a Dios. Con los mejores instrumentos y las voces más afinadas el pueblo de Dios ha sabido
componer una melodía maravillosa.

Cuando el hombre no canta ni alaba, somete a la creación entera a un insoportable  silencio (v.7-8).

Ahora es la naturaleza la que es invitada a la alabanza. Es un coro con acompañamiento similar a una marcha marcial. Y, en esa marcha, van desfilando cuatro elementos: el mar, la tierra firme, los ríos y los montes.

EL MAR. Abre la escena con un mugido, digno de su furor primordial, y que ahora alaba a Dios en armonía con la nueva creación.

LA TIERRA. En contraposición al mar está la tierra firme. Ella tiene la suerte de sostener a cuantos la habitan: animales de distintas especies y, sobre todo, al hombre. Éste es el verdadero cantor de toda la creación. Es un ser inteligente puesto por Dios para recoger el canto silencioso e inanimado de toda la creación y hacerlo consciente y libre. Y ahí está toda la grandeza de la tierra: ella es la casa, la habitación del hombre, rey de todo el cosmos.

LOS RÍOS. Veamos la imagen tan atrevida del poeta. Los ríos son sonoros y el salmista hubiera podido jugar con la imagen de sonoridad. Así lo hizo el gran poeta español Gerardo Diego sobre el río Duero:

«Quién pudiera como tú

a la vez quieto y en marcha

cantar siempre el mismo verso

aunque con distinta agua».

Pero en el salmo el poeta ha querido usar una imagen más atrevida. Se imagina a los ríos como grandes brazos del Mar poniéndose a aplaudir a Dios con sus grandes manos.

Canto, vítores, aplausos … todo le parece poco al autor de este salmo para alabar y glorificar a Dios.

LOS MONTES. A pesar de estables, pesados y consistentes, ellos también se prestan a bailar de gozo delante del Señor. No sólo los seres animados sino tambiénlos inanimados toman parte de este concierto majestuoso.

Los sueños de Dios tienen que cumplirse (v 9).

La llegada de Yavé iniciada con el retorno de Babilonia se abre a un futuro en el que reinará la justicia y la rectitud. Visión maravillosa ya que será borrada de la tierra toda violencia. El orden cósmico descrito anteriormente da lugar a un nuevo orden social. La utopía ha quedado sembrada como una semilla que dará su fruto.

De la realidad al sueño. Éste es un poco el camino que sigue el orante de este salmo. Quizás para las cosas de la vida y las cosas de la fe ése sea un camino válido y realista: partir de lo que somos para ser lo que deseamos.

San Pablo nos dice que ya hemos sido salvados en esperanza (Rom 8,24). Todos los que creemos en Jesús hacemos nuestras estas palabras del apóstol.

Jesús, resucitando de entre los muertos, nos ha abierto una puerta que ya nadie puede cerrar (Ap 3,8).

Las criaturas no han sido abandonadas por su creador como restos de un inmenso naufragio en la arena de la historia, sino que han sido instaladas en el mismo corazón de Cristo Resucitado.

Si la esperanza desaparece de nuestro horizonte, nos vamos anulando poco a poco. Ya no crecemos, ya no evolucionamos, no nos enriquecemos. Entramos en una especie de inmovilismo propio de las cosas. Nos cosificamos. Una persona se mue-
re cuando ya no espera nada de la vida. Y a una persona la matamos cuando ya no esperamos nada de ella.

Dante, en la Divina Comedia, puso esta frase en las puertas del infierno: «Dejad toda esperanza los que entráis aquí».

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Olegario González de Cardedal: «Al afirmar de Cristo que su reino no tendrá fin, ... se está haciendo una afirmación rigurosamente metafísica y antropológica. Lo que el credo quiere decir es que la humanidad que el Verbo había asumido al encarnarse, le pertenece ya para siempre, que existirá en ella eternamente, que no la va a deponer como la gabardina de verano o el abrigo de invierno que los
mortales nos quitamos una vez que han pasado las inclemencias del tiempo. La humanidad de Cristo, que es la misma que la nuestra, le pertenece ya para siempre a Dios»

San Agustín: «Ahora amamos en esperanza … sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como un acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque tenue, de lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente».

ACTUALIDAD

En estas circunstancias en que la humanidad está padeciendo las terribles secuelas del “coronavirus” lo que el mundo necesita es una auténtica y verdadera esperanza.

Con palabras del Cantar de los Cantares, esta esperanza después del mal tiempo, lo podemos expresar de esta manera: “Ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido. Brotan flores en la la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oir en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde su perfume” (Can. 2,11-13)

Y con palabras del filósofo francés Gabriel Marcel, diremos que “Esperar es llevar dentro de mí la seguridad de que, cualesquiera que puedan ser las apariencias, la intolerable situación en la que ahora me encuentro, no puede ser definitiva. Esto tiene que tener arreglo»

La Resurrección de Cristo nos ha abierto una puerta ancha a la verdadera esperanza. 

PREGUNTAS

1.- ¿Sé estrenar cada mañana un cántico de amor al Señor? ¿Es mi oración cansada, aburrida, rutinaria?

2.- En mi comunidad, mi grupo cristiano, ¿estamos abiertos a la oración de alabanza? ¿Recitamos los salmos con gozo? ¿Hacemos nuestro el canto de toda la creación?

3.- ¿Enseño a la gente a orar con la Naturaleza?

ORACIÓN

«Cantad al Señor un cántico nuevo»        _

Nosotros, Señor, sólo podemos cantar cánticos viejos. Todo lo que hay en nosotros suena a cansado, a repetido, a aburrido. Volvemos constantemente a los egoísmos de siempre, a las envidias de siempre, a los odios de siempre.

Pero tú, Señor, nunca te acabas, nunca te agotas. Siempre descubrimos en ti caminos inexplorados, rutas sin pisar, veredas totalmente vírgenes. Tú eres siempre nuevo para nosotros. Deja que cada día recibamos de ti un impacto de novedad.

«Porque ha hecho maravillas»

Sí, Señor, tú has hecho cosas admirables. Unas visibles: los cielos, la tierra, los mares. Otras invisibles: en el corazón de cada uno. Pero no por ser invisibles son menos maravillosas. Tu gracia, tu perdón, tu bondad, tu ternura hacia nosotros son
regalos invisibles que tú dejas en nuestra alma. Nosotros no los vemos, pero los sentimos, los palpamos, los experimentamos. Gracias, Señor, gracias por tanto derroche.

«Se acordó de su misericordia y su fidelidad»   _

A veces, Señor, eres un Dios olvidadizo. No te acuerdas de nuestros fallos, de nuestros delitos, de nuestros pecados. Los has perdido de vista y los has arrojado a lo profundo del mar. En cambio, te acuerdas muy bien de tu misericordia y tu fidelidad. Disfrutas recordándote a ti mismo que eres un Dios amigo del perdón y de la compasión. Y esto lo haces desde la misma exigencia de tu ser. No puedes ser desleal contigo mismo.

Haz, Señor, que yo no abuse de esta fidelidad tuya. Haz que responda con amor al amor que tú me das. Haz que yo goce alabándote. Haz que mis labios sólo sirvan para bendecirte; mis manos para aplaudirte; mis rodillas para adorarte y mi corazón para amarte.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.

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