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No temas, pequeño rebaño

Pedro Escartín
9 de agosto de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XIX Domingo del t. o. – C – (10/08/2025)

La Iglesia recuerda en esta fecha el martirio de San Lorenzo, pero hoy es Domingo, y el “Día del Señor” tiene prioridad absoluta, por eso en la Misa hemos escuchado la lectura del Evangelio según san Lucas que corresponde a este domingo del tiempo ordinario (Lc 12, 32-48). Jesús, después de poner en guardia a sus discípulos frente a los riesgos que acarrean las riquezas, les invitó a mantener los ojos abiertos frente a otro riesgo: el de relajarse porque el Reino tarda en llegar. Es necesario vigilar y perseverar. Mientras me iba acercando a la cafetería, he pensado que las recomendaciones de Jesús resultan ahora poco atractivas, y quiero decírselo…

– Después de la parábola del rico insensato, que comentamos el domingo pasado, las recomendaciones de tu Evangelio en este domingo me han dejado un regusto amargo -estas palabras han subido a mis labios mientras llevaba nuestros cafés a una mesa-.

– ¿Un regusto amargo? ¿Por qué? -me ha respondido-.

– Porque dan la impresión de que hablabas para unos criados holgazanes que se aprovechaban de que su amo tardaba en llegar, y no a unos discípulos fieles; ¡si hasta les amenazaste con que recibirían azotes cuando llegase el amo! Me parece que también tus discípulos se sintieron incómodos, pues Pedro te preguntó si la parábola también la habías dicho por ellos.

– La dije por todos los que habéis recibido el anuncio del Reino de los cielos y la gracia de formar parte de él, y el encargo de anunciarlo en vuestra tierra; la dije a todos los que sois de mi rebaño, que no pocas veces os veis acosados por los lobos. Pero ante todo dije que no tuvierais miedo. ¿Recuerdas?: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino». Ya gozáis de los bienes del Reino y me tenéis entre vosotros. ¿Quieres que lo repita? ¡No temas, pequeño rebaño!

– Perdona mi despiste -he murmurado tomando mi taza entre las manos pensando que, mientras tomaba un sorbo, se disminuiría el bochorno que ahora me producen mis primeras palabras-.

– No te sientas abochornado por tu espontaneidad -ha añadido con condescendencia-. También Pedro reaccionó de un modo parecido. Pero presta atención a lo que digo: la vigilancia y la perseverancia son dos actitudes necesarias para alcanzar el Reino de los cielos. Es fácil que durante la espera vuestro espíritu pierda la tensión y dejéis de hacer productivo el talento que el dueño de la viña os ha entregado al marchar de viaje. ¿Recuerdas la parábola del siervo indolente?

– Sí, sí, la recuerdo -he respondido con prontitud-, y también recuerdo que algunos de los primeros cristianos fueron amonestados porque durante la espera empezaban a dudar…

– ¡Cierto! Entre ellos hubo de todo -me ha recordado-: diáconos como Lorenzo, que afrontó el martirio por no entregar los bienes de la Iglesia porque pertenecían a los pobres, y otros que se empezaban a relajar durante la espera. En su segunda carta, Pedro escribió: «Una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan…» (2 Pe 3, 8-9).

– No he de ver la amenaza en lo que es una necesaria exhortación a la vigilancia-he reconocido-.

– … y a la perseverancia. No olvides que, a propósito de las persecuciones que ibais a sufrir, dije: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». ¡Que te aproveche el café y tengas un feliz domingo! -ha añadido al despedirse-.

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