«Me puse enferma y me dieron la espalda», una reflexión ante la Pascua del Enfermo

Diócesis de Zaragoza
13 de mayo de 2020

Nuria Gironella es periodista, acostumbrada a acompañar en situaciones de especial fragilidad. Hoy, desde su trabajo, lo hace a personas con enfermedad mental. Forma parte de la permanente de la delegación episcopal de Pastoral de la Salud de Zaragoza y hoy comparte su reflexión ante la Pascua del Enfermo que se celebra el domingo 17 de mayo, con el lema ‘Acompañar en la soledad’:

«En estos días, circunstancias personales, me han conducido a la vivencia de la soledad cuando la salud desaparece. ¿Cómo acompañar esa sensación de angustia, la perplejidad de una vulnerabilidad que se presenta como un huracán y parece arrasar con todo? Como una nube amarilla –me decía una persona que padece una enfermedad mental crónica- que se instala sobre tu cabeza y te acompaña todo el día.

Acompañar soledades, incluida la mía, es escuchar la música callada de la soledad sonora, (no sé qué pensará san Juan de la Cruz de esta licencia). Hay ocasiones en que la música que rodea al enfermo, a su familia, a los profesionales y voluntarios presentes en estas situaciones es callada. La palabra no alcanza donde llega el gesto o donde se ha instalado el silencio tras una larga batalla. La música callada de rendirse a la evidencia de que hay que aprender a vivir de otra manera porque la enfermedad llegó para quedarse y va a estar presente en la vida de una persona y de su familia. Y para otros va a ser el medio en que Jesús, el Señor, nos invita a servir.

Y al aceptar esta realidad que no supone derrotismo sino evidencia emerge la soledad sonora mediante las notas de la rebelión y las preguntas. Qué he hecho yo para merecer esto, por qué a mí, en qué me equivoqué en la educación de mis hijos, no existe otro tratamiento, ayer era una persona normal…

Me puse enferma y me dieron la espalda. Así comencé a sentirme sola– compartía una persona conmigo.

Tras esa obertura la música callada, la soledad sonora puede transformarse en una cena que recrea y enamora. Cuántos espacios sanantes en torno a la mesa que se comparte donde todos somos iguales. ¿Acaso no celebramos la Pascua del Enfermo en muchas instituciones con una comida todos juntos? ¿Y no recrea a todos esos momentos que nos unen porque nos recuerdan que todos anhelamos lo mismo? Una cena que enamora. Porque somos muchos los que estamos presentes en el mundo de la enfermedad enamorados de este Jesús, buen samaritano, que nos llama ser sanadores heridos. Nos ha enamorado. Solo el amor hace posible mantenerte en el mundo de la música callada y la soledad sonora.

Me siento solo pocas veces. Cuando me siento así rezo. ¡Pruébalo! ­ Asi concluía una sesión sobre la soledad un paciente que acude a uno de los grupos que dinamizo».

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