“Yo soy la luz del mundo”
1.-Oración introductoria.
Señor, soy como un ciego que necesita luz. No se trata sólo de la luz solar, ni de la luz intelectual, sino de la luz del evangelio. Necesito que abras de par en par mis ojos de la fe para verte en profundidad, para descubrir que tu eres mi Señor, el verdadero revelador de Dios-Padre. Yo necesito que me descubras ese Padre maravilloso que rompía tu sueño porque necesitabas encontrarte con Él “de madrugada, antes de salir el sol” (Mc. 1,35). ¿Qué había entre el Padre y Tú? Lo dice muy bien el salmo 41, 8 “Un abismo llama a otro abismo con voz de cascadas”. Es el mismo Padre el que nos grita todo lo que nos quiere y Tú escuchas ese grito para gritarnos a nosotros. Señor, que vea, que te vea en profundidad y me deje amar por Ti.
2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 8, 12-20
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
3.- Qué dice el texto.
Meditación- reflexión
Jesús se define como “luz del mundo”. El evangelio utiliza la palabra “Kosmos” que, según H. Balz quiere decir “universo”. Es una luz “que viene de lo alto” y alumbra a todos los pueblos y naciones. Esa Luz no es patrimonio de un pueblo ni de una religión. San Juan nos dirá que “de su plenitud, hemos participado todos”. (Jn. 1,16). Con la venida de Cristo a nuestro mundo, las cosas no pueden seguir como antes. Hay en el mundo “una luz potente” que nos hace ver las cosas de una manera nueva, distinta. Si no ponemos obstáculos, si no cerramos puertas ni ventanas, esa luz nos inundará de modo que la vida sea más bonita, incluso lleguemos a sentirla y a gustarla. Jesús siempre hablaba del Padre. Por eso los judíos le llegan a decir: ¿Dónde está tu Padre? Y es una buena pregunta para los cristianos de hoy. ¿Dónde está ese Dios tan cercano, tan maravilloso del que nos habló Jesús? ¿Dónde está ese Dios-Padre que hace salir el sol todas las mañanas sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos y pecadores? (Mt. 5,45). ¿Dónde está ese Padre que sale todos los días en busca de ese hijo que se le ha perdido, y que, cuando lo encuentra, no le hace ningún reproche, sino que le besa, le abraza y le empuja a la fiesta? ¿Dónde está ese “Dios-Abbá”, Dios-papá, que nos mira como niños y se enternece cuando nos ve sufrir?
Lo más urgente en nuestra nueva evangelización es recuperar el verdadero rostro del Padre, revelado por Jesús.
Palabra del Papa
La coherencia de vida nos aleja de la mundanidad espiritual. Tú finges ser así, pero vives de otra forma. Es la mundanidad que se introduce en el espíritu humano y poco a poco va tomando posesión de él: es difícil identificarla desde el comienzo porque es como la polilla que lentamente destruye, carcome la tela y luego esa tela es inutilizable. Así el hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana, la arruina, llegando a ser incapaz de coherencia…Y es precisamente la mundanidad la que conduce a la doble vida, la que es apariencia y la que es verdadera, y te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana. Por esto Jesús es tan fuerte cuando pide al Padre: Padre, no te pido que los quites del mundo sino que los salves, que no tengan el espíritu mundano, es decir ese espíritu que destruye la identidad ¡cristiana! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de noviembre de 2015, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)
5.- Propósito. Descubrir hoy, sin esperar a mañana, el gozo de sentirme hijo amado de mi Padre Dios
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, me siento culpable de no haber sabido presentar el rostro maravilloso de ese Padre del que Tú siempre nos has hablado. Me siento responsable de tanta gente que hoy se siente tan lejos de Dios, que ya lo han perdido de vista. Te prometo, que los días que me queden de vida, los voy a emplear en mostrar al mundo a ese Dios Padre con quien Tú hablabas por la mañana, lo recordabas durante el día y lo soñabas por la noche. ¡Muéstranos al Padre y eso nos basta!
PDF: 8 DE ABRIL