Lectio Divina: 5 de enero de 2023

Raúl Romero López
2 de enero de 2023

«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas lo hemos encontrado”

1.-Oración introductoria.

Ven Espíritu Santo, inspira y manda tu luz para que tu presencia me ayude a seguirte más de cerca. Hoy, por la fe, yo quiero hacer realidad en mí aquel encuentro que los discípulos tuvieron contigo. Todo lo que Tú fuiste para ellos entonces, quiero que seas hoy para mí.  Por eso pido al Espíritu Santo que me contagie aquel entusiasmo, aquel ardor, aquella fe de los primeros discípulos.

2.- Lectura reposada del Evangelio. Juan 1, 43-51

En aquel tiempo Jesús quiso partir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás».

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión

“Jesús quiso partir para Galilea”. Con esta simple indicación, el evangelista Juan nos va a mostrar   la inclinación de Jesús por los pobres y marginados. Ante la sospecha de Natanael de que “de Galilea pueda salir algo bueno”, Felipe se limitó a decirle: “Ven y verás”. Es la respuesta que debemos dar los creyentes a tantos incrédulos e indiferentes que se cruzan por nuestro camino. Ven y verás. Verás lo que el Señor es capaz de hacer de tu vida desde el momento en que te encuentres con Él. ¿Acaso alguno se ha acercado de verdad a Él y ha salido igual que antes? ¿Acaso sus palabras no han sido capaces de hacer arder el corazón? “Veréis el cielo abierto” alude a la visión de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). La verdadera escala de Jacob, el verdadero camino para encontrarse con Dios es Jesús. Pero también Jesús es “camino hacia el hombre”. Lo dijo muy bien el Concilio Vaticano II:  “Jesús revela el hombre al hombre” (G.S. nº 22). Todo aquel que quiera saber qué es el hombre, qué significa realizarse como hombre, qué tesoros ha depositado Dios en el corazón de cada persona, ha de acudir a Jesús. Hay algo en el hombre que trasciende al hombre, que le desborda. ¿Quién nos hará descubrir el fondo del corazón humano? Sólo Jesús, el hombre cabal, el hombre perfecto, el ideal del hombre, ¡el Hombre-Dios!

Palabra del Papa.

“Lo que más cuenta en la narración de Juan es la confesión de fe que al final profesa Natanael de manera límpida: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Si bien no alcanza la intensidad de la confesión de Tomás con la que concluye el Evangelio de Juan: «¡Señor mío y Dios mío!», la confesión de Natanael tiene la función de abrir el terreno al cuarto Evangelio. En ésta se ofrece un primer e importante paso en el camino de adhesión a Cristo. Las palabras de Natanael presentan un doble y complementario aspecto de la identidad de Jesús: es reconocido tanto por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey, atribución propia del Mesías esperado. Nunca tenemos que perder de vista ninguno de estos dos elementos, pues si proclamamos sólo la dimensión celestial de Jesús corremos el riesgo de hacer de Él un ser etéreo y evanescente, mientras que, si sólo reconocemos su papel concreto en la historia, corremos el riesgo de descuidar su dimensión divina, que constituye su calificación propia”. (Benedicto XVI, 4 de octubre de 2006).

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra de Dios. (Guardo silencio).

5.- Propósito:

Hoy voy a buscar un espacio tranquilo para leer este evangelio despacio, dejando que sus palabras penetren suavemente en mi corazón.

6.-Dios me ha hablado a través de su Palabra. Y yo ahora le respondo con mi oración.

Te doy gracias, Señor, porque me invitas a seguirte a ti personalmente, por encima de creencias, dogmas, o normas morales. Quiero alcanzar una adhesión total, vital a tu persona, para poder corresponder a tu llamada.  Sólo en ti puedo encontrar “un cielo abierto”. Cuando me separo de ti, no sólo se me cierra el cielo sino también la tierra: esta vida humana con sus posibilidades, sus proyectos, sus anhelos. Esta vida humana es bella, pero contigo; es mucho más bella y bonita; pero contigo es fantástica y fascinante; pero siempre contigo. 

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