Lectio Divina: 26 de marzo de 2019

¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?

1.- Oración introductoria.    

Señor, hoy vengo a ti para que me ayudes a perdonar como Tú quieres que yo perdone. No quiero, como Pedro, poner límites al perdón. Quiero perdonar como Tú me perdonas: siempre, del todo, sin condiciones. Por el perdón que Tú me das, descubro el amor que Tú me tienes. Ojalá que aquellos a quienes amo sepan descubrir el amor a través de mi perdón generoso e incondicional.

2.- Lectura reposada de la Palabra del Señor. (Mt. 18, 21-35)

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.» Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: «Paga lo que debes.» Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: «Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.» Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

El capítulo 18 de San Mateo es llamado “discurso eclesial” es decir, elementos necesarios para que una comunidad o grupo cristiano pueda funcionar. Y nos dice: hay que ser como niños, hay que atender a los pequeñitos, hay que practicar la corrección fraterna. Y, al final, como lo más importante, hay que perdonar de corazón. Se consideraba buen judío aquel que estaba dispuesto a perdonar hasta cuatro veces. Cuando San Pedro propone hasta siete (número perfecto) esperaba de Jesús un elogio a su gran generosidad. Pero Jesús no le dice hasta siete veces sino “hasta setenta veces siete”. Y es como decir: ¿Me pides una medida para el perdón? Te lo voy a decir: “Hay que perdonar sin medida”. Y pone a continuación una explicación con una hermosa parábola. Un señor debía diez mil talentos. Es una enorme exageración (El talento era una medida de la antigüedad que consistía en llenar un platillo de una balanza con monedas de oro fino). A pesar de todo, la deuda le fue perdonada. Y ése, a quien se le perdonó esa inmensa deuda, no quiso perdonar a quien le debía sólo unos denarios (unos pocos euros) Está claro que ese señor que nos ha perdonado a todos una inmensa deuda ha sido Dios. Si Dios es así que nos perdona todo, y nos perdona siempre, ¿Cómo no me ruborizo y se me cae la cara de vergüenza al no ser yo capaz de perdonar una pequeña deuda a mis hermanos?

Palabra del Papa.

«Los límites del mal los delimita la Divina Misericordia. Esto no implica que todo el mundo se salve automáticamente por la Divina Misericordia, disculpando así todo pecado, sino que Dios perdonará a todo pecador que acepte ser perdonado. Por eso, el perdón, la superación del mal, pasa por el arrepentimiento. Y si el perdón constituye el límite al mal (¡cuántas lecciones se podrían sacar de esta verdad para superar los conflictos armados!), la libertad condiciona, en cierto modo, a la Divina Misericordia. Dios, en efecto, arriesgó mucho al crear al hombre libre. Arriesgó que rechace su amor y que sea capaz, negando en realidad la verdad más honda de su libertad, de matar y pisotear a su hermano. Y pagó el precio más terrible, el sacrificio de su único Hijo. Somos el riesgo de Dios. Pero un riesgo que se supera con el poder infinito de la Divina Misericordia» (Benedicto XVI, 30 de abril de 2011).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Si tengo algún enemigo, hoy mismo voy a dar el primer paso de cercanía hacia él.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, Tú eres grande perdonando porque eres grande amando. Sólo un corazón tan grande como el de Dios puede perdonar a quienes le están asesinando en el calvario. Haz que, a la hora de perdonar, no mire al hermano sino a Ti. Si miro al hermano siempre yo tendré la razón y el otro es el que debe venir a mí. Pero si antes de perdonar te miro a Ti, me quedo sin argumentos.

PDF: 26 DE MARZO