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2. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo;

3. proclamar por la mañana tu misericordia | y de noche tu fidelidad,

4 con arpas de diez cuerdas y laúdes, | sobre arpegios de cítaras.

5. Tus acciones, Señor, son mi alegría, | y mi júbilo, las obras de tus manos.

6. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor!, ¡qué profundos tus designios!

7. El ignorante no los entiende | ni el necio se da cuenta.

8. Aunque germinen como hierba los malvados | y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre.

9. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos.

10. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, | los malhechores serán dispersados;

11. pero a mí me das la fuerza de un búfalo | y me unges con aceite nuevo.

12. Mis ojos despreciarán a mis enemigos; | y de los malvados que se levantan contra mí, | mis oídos escucharán desventuras.

13. El justo crecerá como una palmera, | se alzará como un cedro del Líbano:

14. plantado en la casa del Señor, | crecerá en los atrios de nuestro Dios;

15. en la vejez seguirá dando fruto | y estará lozano y frondoso,

16. para proclamar que el Señor es justo, | mi Roca, en quien no existe la maldad.

INTRODUCCIÓN

El salmo 92 canta la alegría que se deriva de una vida estructurada para la alabanza. El salmista plantea sus días a la vera del Santuario de Dios. Aborda el tema de la justicia divina que premia el bien y castiga el mal, según los esquemas tradicionales. La suerte reservada a los impíos y a los justos revela la profundidad de los designios divinos que el insensato es incapaz de comprender.

El impío crece como la hierba, sin consistencia; a diferencia de la solidez de la palmera y el cedro, símbolos del fiel. Sin plantear expresamente el problema, el salmo quiere dar una respuesta a los interrogantes que suscita el aparente triunfo del mal.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

Una vida entera dedicada a la alabanza y a proclamar la misericordia y la fidelidad de Dios, ¡Qué vida tan plena! (vv. 2-3).

Al salmista le agrada cantar y tocar instrumentos para alabar a Yavé. Dar gracias a Dios, es para él una delicia. En esto consiste su bien. Y el bien bíblico es exaltación del esplendor del ser. La bondad es belleza, suavidad, justicia, verdad, gozo exultante.

Notemos que los salmistas han encontrado en la alabanza una fuente perenne de gozo. Son felices haciendo feliz a Dios. Se realizan como personas dando gracias a su Dios.

El salmista no sólo invita a otros a alabar. Él mismo saborea la alegría de la pura alabanza y la ofrece al catador de vinos exquisitos.

Mañana y noche es una fórmula de totalidad, significa: todo el día, en sus 24 horas. La vida entera es poco para alabar la misericordia y la fidelidad de Dios.

¿Qué significa cántico con cítara?  Escuchemos a San Agustín (vv. 4-5).

En el salterio de diez cuerdas están representados los preceptos de la ley. Pero es necesario cantar con él, no llevarle únicamente. Los judíos tienen la ley; llevan por tanto el salterio, pero no lo tocan. ¿Quiénes lo tocan? Los que obran. Pero esto es poco. Los que obran bien con alegría. El júbilo es propio del canto. «Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9,7). Cuanto hagas hazlo con regocijo; entonces obras el bien … con cántico en la cítara, esto es, con la palabra y la obra. Si pronuncias sólo palabras
tienes el cántico pero te falta la cítara; si obras y callas, tendrás sólo cítara. Por tanto, si quieres tener cántico con cítara, habla bien y obra bien».

En los asuntos de Dios hay mucho necio y mucho ignorante (vv. 6-7).

El salmista se queda admirado, sorprendido por la inmensidad de Dios. Abarca las polaridades del ser: lo más alto de los cielos y lo más profundo de la tierra.

El salmista contempla las obras más recientes de Dios interviniendo en favor suyo. Los enemigos, momentáneamente, le habían vencido. A la luz de la fe ve toda la trama íntima de los planes de Dios. El impío no puede comprender por-
que no tiene fe.

¿Quién es el necio? ¿Quién el ignorante? Es el hombre en sus instintos animales. Aquel que es insensible a los valores humanos y religiosos. Hombres sin experiencia de fe, al margen de la historia de Dios. No descifran el destino de su existencia. Creen que Dios no tiene proyectos sobre la historia de la humanidad. Son unos ignorantes.

Los éxitos de los enemigos de Dios son pasajeros (vv. 8-10).

Si Dios ha querido conceder a los enemigos del salmista un triunfo tan rápido y brillante, semejante al crecimiento y floración de las plantas en primavera, es para precipitarles enseguida en una ruina total. Yavé que es excelso y dura
para siempre no tiene por qué temer estos éxitos tan pasajeros de sus enemigos.

En nuestras liturgias, sobra aceite viejo y rancio. Hace falta aceite nuevo. (v. 11).

Se pensaba que el búfalo era un animal muy fuerte, casi invencible. De ahí que, a veces, esa fuerza se la ha atribuido al mismo Dios: «Cuando los hizo salir de Egipto, Dios se mostró fuerte como un búfalo» (Num 23,22). Dar la fuerza del búfalo es como dar un poder divino.

El aceite nuevo, es el aceite reciente, el más perfumado, lo que daría una idea de mayor fiesta.

Amasar con aceite era costumbre litúrgica: el pan sale más tierno y sabroso, se conserva mejor. El orante siente, junto al vigor del búfalo, la flexibilidad de los músculos con ese masaje precioso.

En muchas de nuestras celebraciones litúrgicas el aceite sabe a rancio, a viejo. Abunda la rutina, el costumbrismo, incluso la tristeza y aburrimiento. Es necesario un aceite nuevo que dé frescura, asombro, novedad, alegría.

En la vida hay que optar o por el “hombre-árbol” o por el “hombre-paja”. ¿A cuál te apuntas? (v. 13).

El cedro y la palmera Son árboles proverbiales por su ramaje majestuoso y su larga vida. Se alude al hombre dichoso y feliz que sabe confiar en el Señor: «Será como un árbol plantado junto al agua, que alarga hacia las corrientes sus raíces; nada teme cuando llega el calor, su follaje se conserva verde; en año de sequía no se inquieta ni deja de dar fruto» (Jer 17,18).

La palmera aparece como símbolo de crecida vigorosa y espléndida. El cedro, vertical, con su majestuoso vigor. Aquí resuena el salmo primero: “Dichoso del árbol que crece junto a las corrientes de las aguas y desgraciada la paja que arrebata el viento”.

Las raíces del salmista se hunden en Dios. (v.14).

Al leer «plantado» esperamos que hable de estar junto a un río o una acequia. Sin embargo, el texto dice: «En la casa del Señor».

La grandeza y fecundidad de la palmera y el cedro han sido trasplantados al Templo. El recinto sagrado se ha convertido en una tierra paradisíaca. Se alimenta de una fuente milagrosa (Ez 47). Allí disfrutan de una vitalidad y lozanía que no cede a la vejez. Es como una nueva creación: «será joven quien muera de cien años … no construirán para que habite otro, no plantarán para que otro coma, pues mi
pueblo vivirá tanto como los árboles, y mis elegidos disfrutarán de la obra de sus manos» (Is 20,22).

La raíces del justo se hunden en Dios. Su cabellera se colma de frutos. Una savia divina lo transforma en una realidad sagrada florecida. El templo se convierte en territorio de comunión con Dios.

Las últimas palabras del salmo son las mismas que al principio pero el contenido es distintos (v. 16).

El salmo termina como había comenzado: con un canto de alabanza. Al principio sólo había espera y pregunta. Ahora hay certeza y paz. A la oración vamos con nuestros problemas, con nuestros interrogantes, con nuestras inquietudes,
con nuestras dudas.

Al final de la oración todo puede cambiar. Es Dios nuestra solución, nuestra certeza, nuestra paz, nuestro gozo.

El salmo parece decimos: esta vida sólo tiene una finalidad: la alabanza a Dios. La alabanza a Yavé es la roca firme sobre la que se funda el templo. Y la roca sobre la que se funda una auténtica vida religiosa.

El salmo suena como a principio y fundamento en los Ejercicios de San Ignacio: «El hombre ha nacido para adorar, alabar y bendecir a Dios y, mediante esto, salvar su alma».

El salmista cierra el salmo proclamando que en Dios no hay nada inicuo, ni torcido. Todo es recto, todo es justo. A veces somos nosotros los que, con una mirada miope, vemos tortuosos los caminos del Señor. Pero una mirada profunda de
fe nos lleva a la convicción de que «Dios escribe derecho con renglones torcidos». No podemos bajar a las profundidades de Dios. Tan sólo se nos permite asomamos un poco a través de la fe.

La aspiración del orante es ésta: dedicar la vida a la alabanza. Pero no entenderíamos nada si la dedicación a la alabanza supusiera un desentendemos de la vida y de los problemas humanos.

Hace ya muchos años que uno de los santos padres más famosos de la antigüedad había dicho: «La gloria de Dios es que el hombre viva» (S. Ireneo). Dios y el hombre nunca pueden estar en oposición. A mayor gloria de Dios más realización de la persona.

El salmista, a través de su experiencia, nos está indicando otra cosa: que él es feliz alabando a Dios. Que la alabanza a Dios en el templo es una experiencia de gozo profundo, inefable, difícil de decir.

Devolver la alegría a la gente, es una hermosa tarea de los creyentes. Es uno de los cometidos del orante que entona este himno. Por eso podemos afirmar que quien devuelve la alegría a la gente contribuye a la alabanza.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

A Jesús le brotaba la acción de gracias y la alabanza. Así aparece en los evangelios. “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra” (Mt. 11,25). Jesús da gracias al Padre por las cosas tan maravillosas que ha hecho en el cielo y en la tierra.

También da gracias al Padre antes de la Resurrección de Lázaro. “Gracias, Padre, porque me has escuchado” (Jn. 11, 41).

Ebner: “Esta es la vida del espíritu del hombre, su espiritualidad: salir de su soledad y encontrar la calle hacia un tú. Pero el verdadero tú del hombre es Dios»

San Agustín: «La piedra no se calienta por su propia virtud sino por el sol o por
el fuego y, si la separas del calor, se enfría. Así también tú, si te separas de Dios, te enfrías y si te acercas a él, te calientas».

San Juan de la Cruz: «La contemplación es una cumbre en la cual Dios se comienza a comunicar y manifestar al alma. Pero no acaba de manifestarse; sólo se asoma. Pues por muy altas que sean las noticias que al alma se le dan de Dios en esta vida, no son más que lejanas asomadas».

ACTUALIZACIÓN

Tal vez al hombre de hoy le dice muy poco el tema de este salmo: la alabanza, la acción de gracias a Dios, la adoración. Pero sí le puede hacer pensar que las personas que rezan de esta manera son las que más se entregan al servicio de los hombres. Pensemos en Teresa de Calcuta.

Las religiosas “adoratrices” dedicadas a la adoración y la alabanza son las que, desde siempre, se ocupan de las prostitutas y las mujeres explotadas en el sexo.

No cabe duda de que estas personas de “fina espiritualidad” consiguen una paz y una alegría que el mundo no se explica. Y de ahí les nace el deseo de hacer felices a los demás. 

PREGUNTAS

1.- ¿Hago, de vez en cuando, oración de alabanza, de acción de gracias, de adoración? ¿He sentido, en este tipo de oración, una alegría especial?

2.- En mi comunidad, ¿doy importancia al rezo de las horas, a la alabanza? ¿He descubierto el valor de la oración comunitaria?

3.- La oración a fondo perdido, ¿me lleva a un amor gratuito y desinteresado?

ORACIÓN

«Es bueno dar gracias al Señor y tañer para tu nombre, oh Altísimo»

Hoy, Señor, tengo ganas de cantar. Nadie me lo manda. Nadie me lo impone. Me brota de dentro un canto de alabanza para ti. El salmista invitaba a cantar al arpa y la cítara. Yo invito a todos los instrumentos musicales a despertar sus notas dormidas y entonar un himno en tu honor.

Y quisiera que se asociaran a este canto todos los pájaros del cielo y la creación entera. Que todos, a su modo, te alaben y te glorifiquen.

Yo quiero poner mi alma, mi inteligencia y mi voz humana a ese gran concierto universal. Es bueno alabarte, bendecirte, darte gracias. Esa es la tarea más bonita, el oficio que más me gusta.

«¡Qué profundos tus designios!»

Tus designios, Señor, son tus decretos, tus deseos, tu voluntad; todo lo que, desde la eternidad, has determinado sobre el mundo, la historia y cada una de las personas. Tus designios nadie los conoce ni los comprende. Son insondables para nosotros, tus criaturas, porque tú eres el Otro, el distinto, el inabarcable. Yo, Señor, quiero ponerme de rodillas y adorar, en silencio, tu santa voluntad. Lo que tú quieres es siempre lo mejor para mí. Haz que yo no te pida razones para creer. Como María, tu madre, más que entender quiero fiarme plenamente de ti.

«Me unges con aceite nuevo»           

La unción es símbolo de celebración y de fiesta. En el Antiguo Testamento se ungían a las personas más importantes: los profetas, los sacerdotes y los reyes. Tú, Cristo, eres el Mesías, el ungido de Dios por el Espíritu.

Tú me unges con el aceite nuevo del amor. Unge, Señor mis manos para que yo pueda obrar siempre el bien. Unge mis labios, para que pueda hablar bien de ti y de los demás.

Unge mis pies para que jamás se tuerzan ante el engaño, la mentira o el error. Unge mi corazón para saber estrenar tu amor todos los días de mi vida.

ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.

Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.