La hermana Florence Syombua Mwania es la nueva abadesa de la comunidad de las Hermanas Capuchinas de Barbastro. Con ella ha charlado el consiliario de Medios de Comunicación de la diócesis, José María Ferrer.
El pasado día 4 de octubre, en la fiesta de San Francisco de Asís, la Comunidad le eligió para que fuera la M. Abadesa. ¿Qué hace una Madre Abadesa en el día a día, cuál es su misión?
Abadesa quiere decir madre. En realidad una madre se olvida tantas veces de sí misma para atender a sus hijos; pues algo así. Una madre Abadesa en el convento tiene que estar cuidando de las hermanas de la comunidad y esto supone pensar menos en sí misma. Por otra parte debe ser agente de unidad, de fraternidad, puente de
comunicación entre todas, servidora en definitiva.
Lleva en España doce años y llegó aquí con poco más de veinte años. ¿Qué estudios o actividades había realizado antes en su país, en Kenia?
Hice allí los estudios que creo que corresponden aquí a primaria, aunque allí la primaria son más años, y después los de secundaria. Terminé de estudiar a los 19 años. Somos tres hermanos y yo, después de los estudios, no trabajé en ningún trabajo civil. Antes de venir aquí colaboraba de manera habitual en actividades parroquiales: ayudas en el estudio a los niños, catequesis, visitas a enfermos, servicios para funcionamiento de la iglesia y participar en grupos de formación.
Siendo de un país que tiene un idioma y una cultura tan diferente a la española, ¿qué ha supuesto para usted tanto cambio vivido, además, dentro de los muros de un convento?
Contra lo que pueda parecer, no fue aprender el idioma español lo que más me costó. En un convento de monjas de clausura hay mucho de celebraciones litúrgicas y de oración. Y en esto es donde más cambio noté. Nuestra liturgia y nuestras celebraciones religiosas son muy vivas, muy participadas, con mucho canto y con mucho sentido de unidad, y aquí, pienso que debe ser general, veo que las celebraciones son como más centradas en la liturgia que en las personas, con memos participación de la gente, menos cantos, y como más austeras. En relación a otras cosas me costó un poco adaptarme a determinadas alimentos. En general comprobaba que los alimentos aquí eran más elaborados que naturales y allí, aún cosas tan comunes como la carne y el pescado, se guisan de muy diferente manera. El clima es más equilibrado en Kenia y aquí noto que es muy extremo, tanto en verano como en invierno.
Está viviendo en una comunidad religiosa de vida contemplativa. ¿Qué piensa qué es lo esencial de una vida religiosa y de una vida contemplativa?
Lo esencial de la vida cristiana es el bautismo por el que somos hechos hijos de Dios y hermanos de todos. Lo que pretende la vida religiosa es vivir en plenitud esta vida bautismal ayudándose, por supuesto, de la gracia de Dios y de las prácticas espirituales: oración, sacramentos, penitencia, liturgia, formación, vida comunitaria, etc.
La vida religiosa que llamamos contemplativa, nuestro modo concreto de vida, no es no hacer nada o estar inactivos. Trabajamos en diferentes labores, también como medio de vida, pero lo nuestro es vivir en fraternidad y anunciar desde la pobreza, castidad y obediencia que Dios llena ya en este mundo la vida de una persona y que con nuestra vida anunciamos ya aquí lo que será el mundo futuro: que Dios, como nos dice san Pablo en una de sus Cartas lo “será todo en todas las cosas”.
¿Qué les diría a las jóvenes españolas que sientan alguna inquietud vocacional para la vida religiosa?
Les diría que se crean de verdad que se encuentra felicidad y alegría en el Señor y que vale la pena responder a su llamada con generosidad cuando uno se siente llamado. Les diría que, sirviendo al Señor, y aunque se tengan dificultades, se experimenta una cierta dulzura. El mismo Jesús nos dijo: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Esto, si se sigue a Jesús, se comprueba de verdad. Les diría que ser religiosa, de vida activa o de vida contemplativa, es vivir para el servicio de los demás y esta es una gran manera de vivir positivamente la vida. Les diría que se animasen a hacer alguna experiencia de algún modo de vida religiosa, de vida activa o de vida contemplativa, viviendo unos días con alguna comunidad religiosa. Hoy en casi todos los monasterios existe esta posibilidad.