Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo XV del tiempo ordinario.

El primer pensamiento que me ha producido el evangelio de hoy, que es el del ‘buen samaritano’ (Lc 10, 25-37), ha sido que aquel letrado fue a por lana y volvió trasquilado, como reza el dicho. Quiso poner a Jesús en un aprieto al preguntar: «¿Y quién es mi prójimo?», pero no sabía con quién se jugaba sus cartas…

– Pareces contento-me ha dicho Jesús al entrar en la cafetería?. ¿Qué es lo que te satisface?

– El corte que le diste al experto en la Ley, que quiso tenderte una trampa-he respondido sin titubear, mientras recogíamos los cafés y nos acomodábamos?. Quiso aparecer como justo y le pusiste el listón muy alto.

– No sé por qué, pero sospecho que no te ha caído bien aquel letrado y te regodeas de que haya quedado en evidencia. Ten cuidado, pues estás a un paso de alegrarte con el mal de tu prójimo…-me ha advertido en tono amistoso?.

– No puedo negar que la gente retorcida me resulta antipática-he replicado?.

– Pues ten cuidado, no sea que veas la paja en el ojo ajeno y no repares en la viga que tienes en el tuyo-me ha dicho sonriendo?. Según la convicción dominante en Israel, prójimos eran sólo los miembros del pueblo de Dios; no se le podía pedir que pensara de otro modo. Por eso, aproveché la oportunidad que me brindó su pregunta para ensanchar su mirada y hacer que cayera en la cuenta de que todo aquel al que nos acercamos cuando necesita ayuda es nuestro prójimo, aunque sea extranjero o piense distinto… Esto forma parte del “evangelio”, de la buena noticia que yo vine a anunciar.

– Una buena noticia revolucionaria y, además, difícil de cumplir-he vuelto a replicar con mi taza de café en la mano?. ¿Cuántos seríamos capaces de tener, con un desconocido, una generosidad como la del samaritano? Me parece que ese ‘buen samaritano’ nunca ha existido.

– Ya sabes que para hacerme entender utilicé parábolas; todo el mundo sabe que las parábolas son relatos inventados en los que los personajes actúan de forma absolutamente generosa o totalmente torcida, y esa tensión dramática entre los personajes pone de manifiesto la enseñanza que se quiere transmitir…

– Y bien que elegiste los personajes en este caso para escenificar la tensión: por una parte, un samaritano, gente despreciada por los judíos bien pensantes, y por la otra, dos servidores del Templo-he añadido con fruición?. La polémica estaba servida.

– Así es. Cuando pregunté al letrado cuál de los tres se portó como prójimo del necesitado, no dijo: el “samaritano”, no quiso ni nombrarlo y prefirió el circunloquio: “el que practicó la misericordia con él”. Su reticencia me sirvió para remachar la enseñanza diciéndole: «Anda, haz tú lo mismo».

Y apurando el café y levantando la mano para no dar por concluida la tertulia, ha dicho:

– Ya sabes lo que os toca. Y no digas que el “buen samaritano” nunca ha existido. Los Santos Padres de los primeros siglos me identificaron con el “buen samaritano”, porque cargué con vuestras dolencias y pecados, y me hice pobre para enriqueceros con mi vida eterna. Desde entonces, ¿cuántas mujeres y hombres han cargado con las dolencias de la gente pobre, abandonada, despreciada y olvidada por todos, con absoluta generosidad? No es fácil, pero con mi ayuda es posible-ha dicho poniéndose en pie e iniciando la salida, mientras uno de la mesa vecina se ha adelantado y ha pagado la consumición. ¿Por qué lo habrá hecho?