“Haced lo que él os diga”

Carlos Escribano Subías
1 de mayo de 2022

Estamos culminando la fase diocesana del Sínodo en la que hemos puesto mucho trabajo, ilusión y esperanza. Coincide de manera providente este final con el mes de mayo, mes de María. Así la asamblea sinodal se celebrará el 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima.  

Por eso en este momento os invito a poner nuestros ojos en María. Fijándonos en la Escritura podemos descubrir en ella rasgos que nos enseñan a enriquecer nuestra experiencia sinodal desde su persona. Así, este tiempo de Pascua nos recuerda que ella hace el camino con otros en Pentecostés. Se nos presenta junto a los demás apóstoles (cfr. Hch 1, 13-14), perseverando unánimes en oración. Me imagino que también hablarían de Jesús, qué hacer, cómo esperar al Espíritu Santo, etc. Estaría como siempre fue: humilde, cercana, como mujer y madre, sugiriendo desde su experiencia de Dios.

Ella es la mujer que comulga con el plan de Dios y lo expresa en el Magníficat, al elevar su canto de alabanza a Dios (cfr. Lc 1, 46-56). Aparece en el Evangelio como la mujer que escucha y acoge, la oyente de la Palabra: «Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen». Oyente dócil de la Palabra, especialmente en el momento de la Anunciación (cfr. Lc 2, 26-38).  

María es la mujer que sabe ver la realidad y, con gran sensibilidad, se da cuenta de las cosas y actúa. Como en Caná de Galilea, cuando falta el vino y lo expresa ante su Hijo. No se queda en comentar con otros, sino que hace lo que está en su mano: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 1-12) Gran enseñanza para nosotros. Como ella tenemos que abrir los ojos y los oídos del corazón, en este proceso sinodal de escucha, a las distintas situaciones por las que pasa la Iglesia y la sociedad, en las que nos habla el Espíritu Santo, descubrir lo que nos quiere decir, no mirar para otro lado, y actuar.

El camino sinodal no se hace sin cruz, pero una cruz que no encierra, sino que acoge el dolor de los hermanos, como ella en el Gólgota (Jn 19, 25-27). Y que nos lleva a vivir con esperanza: en el Apocalipsis (12, 1-6) aparece la mujer, como figura del pueblo de Dios, vestida de sol, la luna bajo sus pies. Es la que está vestida de la luz de la resurrección, que pasa por tribulaciones y tiene que afrontar las asechanzas del mal, pero se sabe protegida de Dios.

En la experiencia sinodal, en la que caminamos en la comunión y participación mostrada con el esfuerzo y el trabajo de estos meses, tenemos que concluir que todo ello nos debe conducir a renovarnos en la misión que tenemos encomendada por Dios. También en eso María es maestra: ella ofrece al mundo lo mejor que tiene, su Hijo, el hijo de sus entrañas, como lo hizo a los pastores, a los magos y a todos en la cruz. Que lleva la alegría a los hombres como se la llevó a su prima Isabel (Lc 1, 39-44). Como ella, también nosotros renovados, debemos ofrecer a Cristo al mundo. 

Os animo a vivir con intensidad este mes de mayo, de la mano de María. Que en todos nuestros pueblos y ciudades nuestra relación con ella nos anime a caminar juntos y a renovarnos como discípulos misioneros, llenos de la alegría de la Pascua. 

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