La tarde del 11 de agosto, una multitud de fieles se congregó en el monasterio de la Inmaculada, en Monzón, hogar de las Hermanas Pobres de Santa Clara -las queridas Claras- para celebrar la fiesta de su fundadora.
En una capilla a rebosar, llegaron fieles de Monzón y de otras localidades de la diócesis. Presidió la celebración el obispo, don Ángel, acompañado del obispo de Almaty (Kazajistán) e hijo de Monzón, José Luis Mumbiela, así como del vicario general, Ángel Noguero, el vicario de pastoral, Paco Cabrero, y los sacerdotes Antonio Mozás, Josan Montull, Pablo y Rubén Darío.
La eucaristía se desarrolló al compás de los cantos de las hermanas, que habían adornado con flores la imagen de santa Clara. En la homilía, don Ángel quiso dar voz a cuatro jóvenes que apenas una semana antes caminaban por Roma en el Jubileo de los Jóvenes. Les propuso ponerse en la piel de la santa y responder a cuatro preguntas sobre cómo enfrentarse, entonces y ahora, a las expectativas, al miedo, a la soledad, al “qué dirán” o a los poderes establecidos. Las jóvenes leyeron lo que habría respondido Clara: con entrega, servicio, amor y los ojos puestos en el Señor.
En el ofertorio se recordó el milagro de Santa Clara, cuando el Papa le pidió que bendijera los panes y en ellos apareció grabada la señal de la cruz. Tras la bendición final, se veneró la reliquia que guarda el monasterio y se repartieron panes bendecidos, memoria viva de aquel milagro.
Terminada la celebración, fueron muchos los que se acercaron a «la reja» para hablar y felicitar a las hermanas. Ellas, con su oración constante y ferviente, sostienen día a día al pueblo de Dios que camina en nuestra diócesis.