Llevamos semanas enfrentándonos casi cada día a nuevos retos. El del próximo lunes, con la reapertura de nuestras iglesias si se pasa a la fase 1, será otro para el que las parroquias, sacerdotes, religiosos y seglares se preparan con todas las medidas de higiene y seguridad. Tras este periodo que nos ha brindado la oportunidad de redescubrir la grandeza de la iglesia doméstica, entramos en una etapa, también distinta, en la que mascarillas, desinfectante y distancia física se convertirán en aliadas para propiciar la celebración comunitaria de nuestra fe.

Pero este regreso a las iglesias, en unas circunstancias tan excepcionales, tiene que ser algo más. No solo se trata de una cuestión física, del lugar en el que estoy o con quien me encuentro, sino que nos enfrenta –qué cosas nos trae este virus– a lo que cada uno es. Utilicemos todo el aprendizaje de dolor y esperanza de estos días para encontrar nuestro mejor yo y volvamos a las iglesias siendo Iglesia de verdad.

El lunes, previsiblemente, será un día de alegría y reencuentros, pero también de dudas e incomodidades. En esto, como en todo, nuestra responsabilidad personal puede ser la mejor herramienta para facilitar y no entorpecer un camino que acabamos de empezar y hemos de recorrer juntos. Lo hacemos, además, con una garantía para estos tiempos de incertidumbre: con los templos abiertos o cerrados, Él siempre está ahí. Y nos espera.

En este 8 de mayo pedimos a la Virgen de la Salud, patrona de las Siervas de María, alivio para todas las personas que sufren. ¡Feliz fin de semana!

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