El madrileño Alberto de Frutos Dávalos gana el III Concurso de Microrrelatos ‘Tierra de Testigos’

Ascen Lardiés
5 de noviembre de 2023

Con “Una bandera y un ideal” y desde Madrid, Alberto de Frutos Dávalos ha ganado la tercera edición del Concurso de Microrrelatos de temática martirial Tierra de Testigos, convocado por la Diócesis de Barbastro-Monzón y dotado con un único premio de 400 euros. El relato, fiel a la temática propuesta sobre la fidelidad, rinde homenaje al padre José Beruete, claretiano recientemente fallecido, y al mural que pintó para el Museo Claretiano.

El fallo se hace público en la víspera de la Fiesta de los Mártires del siglo XX, que este lunes celebrará la Diócesis con una eucaristía a las 19 horas en la iglesia de San Pedro de Fraga, presidida por el obispo, Mons. Ángel Pérez.

Algunas notas sobre Alberto de Frutos

Licenciado en Periodismo por la UCM, dirige la revista Turismo Rural, ha sido quince años redactor jefe de la revista Historia de España y el Mundo y colabora mensualmente con las revistas Historia y Vida y Muy Historia. Hasta la fecha, ha publicado los libros de poemas Selva de noviembre (UCM, 2002) y La lengua de barro (Guiverny, 2022), las novelas El beso de la señora Darling (Hontanar, 2007), Elisa o el laberinto de los inocentes (Verbum, 2017) y La mortaja de polvo (Avant, 2023), los libros de relatos Utopías. Crónicas de un futuro incierto (Cydonia, 2009), La soledad dejó de ser perfecta (Talentura, 2010), Familias estructuradas (Paréntesis, 2013), Tiempos y costumbres (Autores Premiados, 2014) y Verdes hojas ovaladas (Franz, 2021) y los ensayos Breve historia de la literatura española (Nowtilus, 2016), Historia a pie de calle (Larousse, 2016), La Segunda República española en 50 lugares (Cydonia, 2019), 30 paisajes de la Guerra Civil (Larousse, 2020), En la escena del crimen (Larousse, 2022) y 30 paisajes de la historia de España (Larousse, 2023).

UNA BANDERA Y UN IDEAL

Vi la catedral, pateé la plaza del Mercado, me tomé un vino y, por fin, entré en el Museo de los Mártires Claretianos. La historia de los seminaristas me imponía demasiado, y, hasta ese momento, me había resistido a volver a casa con el llanto de sus ojos en los míos.

Pero mientras miraba las maquetas en el vestíbulo, me preguntaba: “¿Acaso un libro deja de existir porque no lo abramos?”. No. La Guerra Civil existió, y su espanto seguía bramando tras aquellas vitrinas, a la vez que su eco me confortaba con los nombres de Sebastián, Pedro, Wenceslao y los otros mártires.

Aquel era un espacio de reconciliación y alegría, como si las balas de los fusiles se hubieran licuado en el corazón de aquellos jóvenes que habían perdonado a sus verdugos. Como tantos antes que yo, recé ante sus reliquias y el amor desbordante de sus rostros me sobrecogió en el mural de la entrada.

–“Por ti, mi Reina, la sangre dar” –susurré para el cuello de mi camisa.

–¿Sabe quién lo pintó? –me preguntó un guía que acompañaba a unos estudiantes de Religión.

–No lo sé, pero es precioso –dije–. Vigoroso y claro.

–El padre José Beruete, misionero claretiano y director de este centro durante muchos años. El Señor lo llamó a su lado el 28 de septiembre, pero, al igual que los seminaristas, sigue con nosotros, ¿no le parece? Porque su memoria inspira fidelidad. Como una bandera, como un ideal.

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