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Domingo 27, tiempo ordinario: 6 de octubre de 2024

Raúl Romero López
30 de septiembre de 2024

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre

INTRODUCCÍÓN

“A los divorciados que os sintáis creyentes, sólo os quiero recordar una cosa: Dios es infinitamente más grande, más comprensivo y más amigo de todo lo que podáis ver en nosotros, los cristianos, o en los hombres de Iglesia. Dios es Dios. Cuando nosotros no os comprendemos, confiad siempre en Él. Las palabras de Jesús “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” nos invitan a defender la exigencia de la fidelidad que se encierra en el matrimonio. Pero estas mismas palabras, ¿no nos invitan también de alguna manera a no introducir una separación y una marginación de esos hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de su fracaso matrimonial?”  (Estas palabras de José A. Pagola, dichas hace bastantes años, son plenamente refrendadas por el Papa Francisco en “Amoris Laetitia”.)

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Gn. 2,18-24.                    2ª lectura: Heb. 2,9-11.

EVANGELIO

Marcos 10, 2-16:

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»

Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.» De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. “En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

REFLEXIÓN

1.– LA PREGUNTA DE LOS FARISEOS. Los fariseos y los judíos en general daban por hecho que los varones tenían derecho a separarse de sus esposas. Se apoyaban en la misma ley de Moisés que decía:” «Si resulta que la mujer no halla gracia a los ojos del varón porque descubre en ella “algo vergonzoso”, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en la mano y la despedirá de su casa» (Dt. 24,1). Por eso, aquí se trata no del hecho sino del modo de hacerlo. Así lo explicita Mateo:” ¿Puede un hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? (Mt. 19, 3). Y había dos escuelas de interpretación: Según Shamai  (la más estricta) sólo se podía repudiar en caso de adulterio; según los seguidores de Hillel  (de manga ancha) bastaba encontrar en la esposa «algo desagradable». Y ese “algo” era cualquier motivo.  Mientras los doctos varones discutían, las mujeres no podían ni alzar su voz para defender sus derechos. Y Jesús se indigna de esta manera tan machista de interpretar la ley. Mientras que el hombre es “sujeto de derechos”, la mujer es sólo “objeto de injusticias”. 

2.– LA INTELIGENTE Y DESCONCERTANTE RESPUESTA DE JESUS. Que Jesús no está de acuerdo con ese planteamiento, lo descubrimos en el mismo evangelio de Marcos, escrito para gente venida del paganismo. “Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.  Aquí ya “se equipara la mujer al varón”.  Pero Jesús va más lejos. Si el repudio está en la Ley, es por la «dureza de corazón» de los varones y su actitud machista, pero el proyecto original de Dios no fue un matrimonio patriarcal. Dios creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Por eso, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón». Notemos que el libro del Génesis nos habla de la creación de Eva. Dios somete a Adán a una experiencia terrible de soledad. Tanto es así que a Dios le dio lástima: “No es bueno que el hombre se sienta tan solo”. Voy a darle una compañera que le arranque de esa soledad existencial. Y lo hizo a través de un sueño profundo de Adán. Un Adán dormido no podrá nunca presumir de haber intervenido en nada en la creación de Eva. Ésta es “puro regalo de Dios para él”. Y así lo expresó en aquel grito entusiasta:  «Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. (Gn.2,23).  A ese Proyecto inicial, a ese idilio, a esa sorpresa permanente, a ese éxtasis divino, quiere reconducir el Señor el matrimonio, es decir, “al gozo del amor”. (Amoris Laetitia).

3.- ¿QUÉ HACER HOY CON LOS QUE TODAVIA HOY TIENEN EL CORAZÓN ENDURECIDO? Dios nos hizo libres. Tenemos la inmensa suerte de poder decir a Dios que “sí” y la terrible desgracia de decirle que “no”. Ese mismo Adán que se deshacía en elogios ante la presencia de su mujer, él mismo le acusa. Y allí, en el mismo Paraíso, comienzan ya los primeros conflictos matrimoniales.  ¿Abandonará Dios definitivamente a la primera pareja?  Después de un diluvio de pecados, todavía aparecerá sobre la tierra, a manera de anillo nupcial, la maravilla del “Arco Iris” donde los colores se respetan mutuamente, se abrazan sin invadirse, y hacen posible esa maravilla. Y si algo falla por parte del hombre, Dios jamás va en contra de las obras que ha creado. Nunca quiere el fracaso definitivo.   “A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311).

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que el “machismo” va contra el proyecto de Dios Creador?  ¿Qué hago por superarlo?

2.- ¿Estoy convencido de que sólo la belleza del amor auténtico puede salvar el matrimonio?

3.- ¿Soy duro con los que tienen el corazón endurecido? ¿Qué puedo hacer para cambiar ese corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de amar?

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Con mala intención, Señor,

preguntan los fariseos

qué piensas sobre el divorcio,

cuál  es tu mejor consejo.

Es verdad que Moisés

concedió el divorcio al Pueblo,

por su duro corazón,

por su pobre entendimiento.

Mas Tú, Señor, les recuerdas

que Dios tuvo “otro proyecto”:

Creó  varón y mujer,

“uno solo”, con dos cuerpos.

Dios quiere que los esposos

compartan sus sentimientos,

sus alegrías, sus penas

para siempre, en todo tiempo.

Pero “lo que Dios unió”

separa el hombre soberbio.

Todo vale, los divorcios.

amor libre y adulterios.

Nosotros Señor, miramos

este “desmadre” con miedo.

Pero a nadie condenamos.

Respetamos sus deseos.

Sí, te pedimos, Señor,

Una bendición del cielo

para todos matrimonios

fieles al “amor primero”.

(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)

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