Exaltación de la Santa Cruz
INTRODUCCIÓN
Cuando Jesús murió en la cruz, mostró de una vez por todas que Dios reina, sobre todo, incluidos el diablo y las fuerzas del mal. Nada ni nadie tiene más poder que Dios. En el momento en que Jesús murió toda la tierra se estremeció, el velo del templo se rasgó, las rocas se partieron y los sepulcros se abrieron (Mateo 27:50-54). ¡Nada fue indiferente!
En Brasil hay una gran devoción al Cristo Crucificado y, en algunos lugares, le dan una advocación muy sugerente: “EL SEÑOR DEL GRAN FINAL”. Jesús, siempre que hablaba de la Cruz en las predicciones de la pasión, añadía: “Y al tercer día resucitaré”. El gran final de la muerte de Cristo fue su gloriosa Resurrección. Allí dio lugar “un nuevo comienzo” en la historia de la humanidad. A los primeros cristianos se les denominaba “hombres inéditos” Con la Resurrección de Jesús se instaura en el mundo una nueva edición de hombre.
LECTURAS BÍBLICAS
1ª lectura: Num. 21,4b-9. 2ª lectura: Fil. 2,6-11.
EVANGELIO
Jn 3,13-17.
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
REFLEXIÓN
1.- LA CRUZ, LA MAYOR TENTACION DE JESUS. Notemos que las tentaciones de Jesús comienzan de la misma manera: “Si eres Hijo de Dios…” El demonio tienta a Jesús de una manera muy sagaz. Tú no tienes por qué someterte a las leyes de los hombres. Si tienes el privilegio de ser “Hijo de Dios” aprovecha la ocasión. Los hombres compran el pan en las panaderías, pero Tú puedes convertir las piedras en pan. Tú puedes tirarte del Pináculo del templo y los ángeles te protegerán. Y así aparecerás como un Mesías poderoso. Pero Jesús rechaza este planteamiento del Demonio. La tercera tentación el demonio no puede presentarla de esa manera tan burda, pidiendo incluso a Jesús que le adore. Pero sí puede decirle: Mira, tú tienes el reino del bien y yo del mal. Yo, para triunfar provoco, incito las pasiones etc. Ya sé que tú, para el triunfo del bien, no puedes usar estos métodos, Pero ¡por favor! usa otra técnica. No hables de la Cruz, que te vas a quedar solo. Puedes conseguir lo que pretendes, aunque mueras en la cama de muerte natural. Eres Hijo de Papá-Dios. Tus méritos son infinitos…
Esa es la tentación más fuerte. Por eso el mismo Jesús pide: “Padre si es posible, pase de mí este cáliz…pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mt. 26,39).
2.- LA MUERTE EN CRUZ ES LA EXPRESIÓN SUPREMA DEL AMOR. Mucho se ha escrito sobre el amor a lo largo de la historia, pero la carta más bella, más auténtica, más genial, la escribió Jesús con su muerte en la Cruz. Aquí no hay palabras bonitas. Aquí hay hechos contundentes. “Nadie ama más que aquel que da la vida por sus amigos” (Jn. 15,13).
Hay que remontarse a Abrahán, estando dispuesto a sacrificar a Isaac, el hijo de sus entrañas, el hijo de la promesa. Hay que escuchar las palabras desgarradoras del hijo con su padre y el grito desgarrador del Padre al decir “hijo mío”.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre». Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío». El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?». Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío»
Todos sabemos el final de esta historia: “no alargues la mano contra el niño y no le hagas nada”.
Pero esta historia tenía un sentido simbólico y tendría que cumplirse en el nuevo Isaac: Jesús. Ese dolor desgarrador de Abrahán al llamarle “hijo mío” era símbolo del dolor atroz y misterioso de Dios Padre en la muerte de su hijo “el hijo de sus complacencias”. (Mt. 17,5).
Y aquí deberíamos hincar las rodillas y adorar este misterio de amor del Padre que “tanto amó al mundo que le entregó su Hijo Unigénito”.
Lo último que entrega un padre es a su propio hijo. ¡Qué inmenso, qué enorme, qué inabarcable el amor del Padre por nosotros!
En ese momento sublime, el Hijo era la Parábola del Padre y en ese Hijo se entregaba también el Padre por amor a los hombres y mujeres de este mundo.
3.- ¿Y QUÉ HUBIERA SUCEDIDO SI JESÚS NO MUERE EN UNA CRUZ?
Por supuesto que nos hubiera podido salvar con cualquier gesto. Pero sólo con este gesto escandaloso nos podía demostrar mejor el infinito amor que nos tenía.
La muerte de Jesús en la Cruz ha sido el toque de clarín para los mejores hijos de la Iglesia y del mundo.
La Cruz de Cristo ha despertado el amor auténtico, gratuito y generoso de los mártires que han preferido morir antes de sacrificar a los falsos dioses de todos los tiempos.
La Cruz de Cristo ha puesto en marcha a miles de misioneros que han dejado su país, su tierra, su familia para llevar el evangelio de Jesús a todo el mundo.
La Cruz de Cristo ha suscitado vocaciones al celibato, no porque amaran poco sino porque amaban demasiado y querían dedicar su vida a tantas personas que nunca fueron amadas por nadie. Estas personas han sabido sofocar los dos grandes gritos de la naturaleza: el grito de un hombre que, sintiéndose incompleto busca completarse con una mujer y una mujer que, sintiéndose incompleta busca completarse con un hombre.
Y el grito de un ser que, sintiéndose limitado y finito, busca eternizarse en un hijo. Y todo por Aquel que dio la vida por nosotros en la Cruz.
Sin la Cruz de Cristo este colectivo cristiano sería un colectivo de flojos, de acomodados, de conformistas, de insolidarios, gente del montón, gente sin sueños, gente que bosteza y en definitiva, que da nauseas.
PREGUNTAS
1.- ¿Tengo tentaciones de pereza, de tibieza, de no complicarme la vida? ¿Lucho contra ellas mirando la Cruz de Jesús?
2.- Después de la muerte de Cristo, ¿Todavía dudo de lo que Dios me quiere? ¿Cómo correspondo a su amor?
3.- ¿Es la Cruz un incentivo, un estímulo para comenzar una auténtica vida cristiana?
Este evangelio, en verso, suena así
Contemplamos con fe viva
la cruz, donde Tú, Señor,
has entregado la vida
para nuestra salvación.
La cruz no es joya que irradia
un dorado resplandor.
Para todos los cristianos,
la cruz es señal de amor.
No exaltamos a un madero,
al sufrimiento, al dolor.
Hoy exaltamos tu muerte
por ser fiel al Padre Dios.
Celebramos que hayas hecho
de tu vida donación
y de tu rasgado cuerpo
una ensangrentada flor.
Admiramos que Dios Padre
te haya dado la razón.
Nosotros también te damos
toda gloria y todo honor.
Desde tu cruz nos animas
a cumplir nuestra misión.
Nos recuerdas que sin muerte
no existe resurrección.
Señor, queremos mirarte
con fe, con el corazón.
Pon tu amor en nuestra vida
y danos tu bendición.
(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)
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