Arzobispo de Zaragoza: «En un mundo dividido e injusto, los pobres no deben permanecer invisibles»

Carlos Escribano Subías
14 de noviembre de 2025

La Jornada Mundial de los Pobres de este año se celebra en el contexto del Año Jubilar, un tiempo de renovación y misericordia. El papa León nos llama a una solidaridad creativa: un compromiso con la construcción de nuevos modelos de fraternidad que no marginen a los vulnerables, sino que los acojan, escuchen y valoren.

La propuesta central de la Jornada se articula en torno al lema «Tú, Señor, eres mi esperanza» (Sal 71,5). En su mensaje para este día, el Santo Padre nos recuerda que, incluso en medio de las muchas angustias que atraviesa el salmista y que resuenan en la vida de los más desfavorecidos, el alma del creyente se mantiene firme en la fe. La esperanza no es un mero optimismo, sino la certeza teologal de que Dios es nuestra roca y fortaleza. Uno de los temas centrales del mensaje del Papa es que los pobres, a menudo privados de seguridad material, revelan al mundo una forma de esperanza más profunda y duradera. En sus luchas y resistencia, muestran que la verdadera fuerza proviene de depender de Dios, no de la riqueza o el privilegio. León XIV señala que los pobres no son receptores pasivos de ayuda, sino agentes activos de transformación. Al elevar sus voces y sus vidas, recuerdan a la Iglesia que la salvación no es un asunto privado, sino una llamada comunitaria a amar, servir y construir un mundo más justo. Ellos nos evangelizan: desafían nuestra comodidad, cuestionan nuestras prioridades y nos enseñan lo que verdaderamente importa. Su fe a menudo irradia una pureza y una fuerza que puede reavivar a la Iglesia en su misión esencial.

Aunque muchas formas de pobreza afligen al mundo —económica, social, emocional— el papa León enfatiza la más grave de todas: la ausencia de Dios en la vida de una persona. El Santo Padre retoma lo propuesto por el papa Francisco en Evangelii Gaudium (nº 200), recordándonos que el vacío espiritual, la indiferencia y la desconexión de Dios suponen, en muchas ocasiones, una crítica crisis espiritual. En contraste, muchas personas pobres exhiben una fe profunda, confianza y apertura al Evangelio. Por ello, afirma el papa, la Iglesia debe ofrecer no solo alimento y refugio, sino también acompañamiento espiritual, sacramentos y amor.

Si bien la caridad sigue siendo una expresión vital del amor cristiano, el papa insiste en que no debe detenerse allí. Siguiendo la tradición profética de la Iglesia, insta a los fieles a también buscar la justicia: reformas económicas, sociales y legales que desmantelen las causas estructurales de la pobreza. Propone una Iglesia que combine la asistencia inmediata con estrategias de largo plazo: oportunidades de empleo, educación de calidad, vivienda, atención sanitaria y políticas que promuevan la dignidad humana para todos.

En definitiva, en un mundo dividido e injusto, los pobres no deben permanecer invisibles. Deben convertirse en nuestros maestros, amigos y compañeros en el camino de la fe. La misión de la Iglesia no está completa sin ellos. Por eso os animo a que en esta Jornada, vivamos el Evangelio con una esperanza más profunda, una compasión más amplia y una defensa más decidida de la justicia.

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