Comenzamos el tiempo del Adviento que siempre es tiempo de esperanza, pero que en este año de la oración, propuesto por Francisco como preparación para el Jubileo de 2025, tiene una connotación especial. Culminará el tiempo de Adviento en la celebración de la Nochebuena, momento en el que en Roma se abrirá la Puerta Santa y dará comienzo a la celebración jubilar en la que todos estamos llamados a ser “Peregrinos de la Esperanza”. Si os fijáis es un gran regalo: tenemos la oportunidad de profundizar en este tiempo de esperanza, que es el Adviento, en la Esperanza misma, para realizar con fecundidad nuestro peregrinar durante el año jubilar.
Pero, ¿por qué el Adviento nos llena de esperanza? Benedicto XVI nos recordó que “con la palabra “Adventus” se quiere decir substancialmente que Dios está aquí. No se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo, tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras: él entra en nuestra vida y quiere dirigirse a mí”. (Benedicto XVI, homilía 28-11-2009). El Señor quiere visitarnos y que lo acojamos en nuestra vida. Esa presencia es la que nos llena de esperanza. La Iglesia, a través del Adviento, nos llama a dejar atrás la rutina y la mediocridad (cf. Rom 13,11-14), a abandonar la tristeza y el desaliento, y alegrar nuestro corazón porque el Señor está cerca. En definitiva, en este tiempo se nos invita a detenernos, en oración, con silencio, recogimiento, gratitud y admiración, para acoger la visita de Dios.
El Adviento se convierte entonces en anuncio de esperanza, en un despertar para recorrer nuevos caminos. Son días que nos hacen descubrir que hay promesas más grandes que las vaciedades que nos ofrece la sociedad. Se trata de una nueva luz que envuelve nuestro ser, nos renueva, y hasta nos hace más luminosos y generosos para los demás. La esperanza es lo que más necesita el hombre de nuestro tiempo. Nadie puede vivir sin esperanza. Vivir es esperar, porque la esperanza es vivir con un futuro por delante, tener delante una meta deseada y querida que nos anima a seguir caminando y a superar las dificultades que se nos presenten. Pero la esperanza, la verdadera esperanza, ha surgido en el mundo con la encarnación del Hijo de Dios. “Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él: Dios camina con nosotros en Jesús. Caminar con Él hacia la plenitud de la vida nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de exigir esfuerzo. Esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar” (Francisco, Audiencia general, 21-12- 2016).
Os animo a vivir un Adviento orante y lleno de esperanza, para poder ponernos en camino y así convertirnos en auténticos peregrinos de la esperanza.
2 respuestas
Me parece una carta llena de esa ternura que un padre enseña a sus hijos ,para que no se quede contemplando el camino ,sino que mire con Esperanza a esa venida de Dios con nosotros. Esperanza, Silencio, Entrega.
Mu has gracias es ilusionante
La leeré más veces.