En sus enseñanzas sobre la educación, Benedicto XVI aborda, entre otras muchas cuestiones, las exigencias comunes de una educación que él mismo califica como “autentica”. Este conjunto de exigencias son ofrecidas por el Santo Padre emérito como remedio ante la situación de emergencia educativa que denuncia en sus escritos y que resulta “confirmada por los fracasos en los que a menudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y dar sentido a sus vidas” (Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 2008).
Pues bien, entre esas exigencias comunes, casi de modo desapercibido, señala Benedicto XVI la necesidad de acompañar en el sufrimiento de los niños y jóvenes de nuestro tiempo. Porque el sufrimiento, como bien señala, “forma parte de la verdad de nuestra vida”. Está ahí, por mucho que nos empeñemos en negarlo, mirando para otro lado, o evitarlo inútilmente.
Y así, cuando tratamos de proteger a las nuevas generaciones de toda experiencia de dolor, significa el Papa, “corremos el riesgo de formar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas, pues la capacidad de amar corresponde a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos”. Así es, negamos la posibilidad de la compasión, el padecer con el otro, el acompañar al otro en su sufrimiento y en hacernos responsables de su reparación.
Ocurre así, con mucha frecuencia, que eludimos abordar con nuestros niños y jóvenes los momentos de sufrimiento, especialmente en las etapas del “duelo” ante la perdida de un ser querido o de un compañero del colegio. Quizás porque estas situaciones nos ponen a nosotros mismos, padres y/o docentes, ante nuestras contradicciones, ante nuestras desesperanzas o fragilidades. O tal vez porque no somos capaces de encontrar respuestas ante esas separaciones dolorosas.
Por ello, desde el horizonte de la fe, “necesitamos hablar de la muerte y sacarla del baúl de lo prohibido. Necesitamos integrar la muerte en nuestra vida cotidiana y necesitamos hablar de la muerte a los niños. Son nuestras propias dudas y dificultades de comprensión, como adultos, las que nos llevan a sobreproteger el posible impacto que creemos tiene la muerte de un ser querido para un niño. Tendemos a que el niño no sufra y le apartamos sin querer de un acontecimiento central en sus vidas” (Guía para educadores. El duelo en el ámbito escolar. Escuelas Católicas, 2019).
Acompañar en el duelo significa afrontar la muerte real, hablar de ello, no ocultar, no evitar que nos pregunten, pero también estar dispuestos, precisamente en esos momentos, a dar razón de nuestra esperanza en Jesucristo resucitado.
Escuelas Católicas aborda el tratamiento de duelo en el ámbito escolar con los niños y jóvenes a través de un documento-guía específico recientemente publicado. En esa Guía para educadores y para saber actuar en caso de duelo, se ofrecen pautas, criterios y recursos, para elaborar y significar el duelo en los centros escolares desde una perspectiva global, abordando la cuestión desde los campos pedagógico, pastoral, jurídico y comunicativo.
Un documento que puede ser un instrumento adecuado en otros ámbitos como el de la catequesis o en los procesos de acompañamiento propios de la pastoral juvenil.