En Aragón, miles de mujeres continúan atrapadas en redes de prostitución y trata, una de las formas más graves y persistentes de violencia contra la mujer. La Iglesia en España acompaña cada año a un número creciente de víctimas de explotación sexual a través de 120 recursos especializados repartidos por todo el país. En nuestra comunidad, la referencia principal es Fogaral, el centro de Cáritas Zaragoza dedicado a la acogida, orientación y acompañamiento de mujeres en situación de prostitución o víctimas de trata.
Su directora, Marta Jiménez, describió esta realidad en profundidad en la entrevista realizada por Rocío Álvarez para El Espejo de la Iglesia de COPE. Allí explicó que «ser un centro que ayuda a mujeres que están en situación de trata, de explotación sexual, significa que tenemos que ser un centro donde las mujeres se sientan seguras». Fogaral es, para muchas de ellas, el primer lugar donde pueden «bajar las alertas» tras años de miedo, amenazas y violencia. Desde esa seguridad inicial, el centro articula una red de apoyo psicológico, jurídico, social, formativo y laboral.
Pero Marta no disimula la gravedad del contexto: «Como sociedad ofrecemos muy poco a estas mujeres, la red se rompe muy pronto, no hay los recursos necesarios ni políticas sociales integrales que respondan a sus necesidades, que reparen los daños y traumas que han sufrido». Y añade un mensaje que interpela a toda la ciudadanía: «Estas mujeres están ahí porque hay hombres que las usan. Si esos hombres no usaran esos cuerpos, no sería necesario que hubiera trata».
La explotación sexual en Aragón es una realidad silenciosa, incrustada también en nuestros barrios y pueblos. Muchas víctimas permanecen ocultas en pisos ordinarios. «Tenemos que quitarnos la venda de los ojos», advierte Marta, recordando que cualquier vecino puede detectar señales y avisar –de forma anónima– a las autoridades. El perfil que atienden con mayor frecuencia en Fogaral corresponde a mujeres jóvenes, migrantes, muchas de ellas latinoamericanas, que llegan engañadas o huyendo de violencia o precariedad extrema.
Salir de la prostitución no depende únicamente del deseo o la valentía de las mujeres. «No es porque les resulte difícil a ellas, sino porque como sociedad no se lo ponemos fácil», señala Marta. La ausencia de una ley integral contra la trata, la falta de vivienda digna, los obstáculos para el empadronamiento o la situación administrativa irregular hacen que, incluso cuando una mujer quiere abandonar la explotación, «si no les ofrecemos un itinerario real, estable y seguro, no tienen salida».

Un posicionamiento necesario
En Aragón, solo Cáritas Zaragoza se ha pronunciado de manera clara sobre la prostitución como vulneración de derechos humanos. Su director, Carlos Gómez Bahillo, que además preside Cáritas Aragón, lo expresa con firmeza: «Sería conveniente que la Iglesia continuase apoyando su abolición, sensibilizando a la sociedad sobre la vulneración de derechos humanos que esta práctica conlleva, y pidiendo a las administraciones públicas la implantación de medidas de acompañamiento para estas mujeres, proporcionándoles los recursos humanos y económicos necesarios para su inserción social».
Sus palabras subrayan un desafío pendiente: la necesidad de que las comunidades eclesiales y la sociedad en su conjunto reconozcan la prostitución no como un “mal menor”, sino como un entramado de violencia, desigualdad y explotación que afecta a las mujeres más vulnerables.
Mirar la realidad sin temor
Fogaral demuestra cada día que la acogida transforma vidas, y que la denuncia no es un añadido sino parte esencial de la misión. Como recuerda Marta, estas mujeres «son vecinas nuestras, ciudadanas de nuestras ciudades y nuestros pueblos» y necesitan que las instituciones, la sociedad y la Iglesia les ofrezcan rutas claras hacia la libertad, la estabilidad y la reparación.
Mientras ese compromiso común se afianza, Fogaral seguirá siendo para ellas un hogar seguro en el que recomenzar. Allí, en medio de tanto dolor, cada mujer encuentra por fin un mensaje imprescindible: no estás sola.