Este domingo celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con un lema que nos interpela a todos: «Tú también puedes ser santo». Este año coincide esta Jornada con la iniciativa del papa Francisco de que a partir de este año 2025, cada 9 de noviembre, se propone conmemorar a los santos de las Iglesias locales y a redescubrir la santidad no como un horizonte lejano, sino como la llamada esencial a todo bautizado que se concreta en nuestro día a día. En este contexto, el mensaje central de la campaña es claro: la vocación a la santidad es universal y se vive en lo ordinario. No se trata de imitar gestas heroicas aparentemente inalcanzables, sino de vivir «a la luz del Evangelio» en el trabajo, en la familia, con nuestros vecinos. Es la santidad de la «puerta de al lado», como nos recordaba el papa Francisco.
En nuestra Iglesia diocesana, somos herederos de una rica historia de fe, marcada por figuras como San Valero, San Braulio, Santa Engracia y sus compañeros mártires etc. Hoy, la santidad sigue dejando huella en nuestras calles, templos y tradiciones, desde el fervor de la Virgen del Pilar hasta la sólida fe de las parroquias rurales. Esta llamada a la santidad se convierte en camino de vida para muchos de vosotros, cuando dedicáis vuestro tiempo a acompañar y servir a los más vulnerables en las familias, los barrios o los pueblos. O en los que con paciencia y fe transmitís la alegría del Evangelio a los niños y jóvenes, haciendo de la fe algo vivo. O los que en vuestras familias vivís con audacia y generosidad la vocación al amor. O los que en el ejercicio de vuestra profesión vivís la ética cristiana y el servicio al prójimo.
Este Día de la Iglesia Diocesana es, ante todo, una jornada de gratitud y corresponsabilidad. La Archidiócesis de Zaragoza es una comunidad de comunidades que acompaña, celebra y sirve. Para sostener esta ingente labor —desde el mantenimiento de las parroquias, la educación de los jóvenes, la formación de los seminaristas o la inmensa obra caritativa y social—, la colaboración de cada fiel es indispensable. Somos una Iglesia viva y cada uno de nosotros, con nuestra oración, nuestro tiempo y nuestra aportación económica, somos un pilar esencial para que la obra evangelizadora y de servicio en la diócesis de Zaragoza continúe. Vuestro compromiso económico con la Iglesia es una gozosa expresión de la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia. En definitiva, la vocación a la santidad se vive también en la generosidad y el compromiso con el sostenimiento de la Iglesia, que nos permite a todos seguir creciendo en la fe y sirviendo al mundo.
Te invito este 9 de noviembre a participar activamente, agradeciendo y renovando tu compromiso con la Iglesia que te ha hecho nacer a la fe. Porque, no lo olvides, tú, en tu realidad concreta y cotidiana, también puedes ser santo.