Ni aunque resucite un muerto

Pedro Escartín
27 de septiembre de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXVI domingo del T. O. _ (28/09/2025)

El evangelista san Lucas nos ofrece hoy otra parábola (Lc 16, 19-31) dicha por Jesús a los fariseos, que amaban las riquezas y se burlaban de él (Lc 16, 14). Ellos no omitían ninguna de las abluciones prescritas y restregaban la copa por fuera, pero por dentro estaban repletos de rapiña (Lc 11, 37ss). Se les podía aplicar la amenaza del profeta Amós en la primera lectura (Am 6, 1. 4-7). Mientras yo daba vueltas en mi cabeza a estas cosas, ha llegado Jesús y no he podido menos de decirle:

_ Hoy has vuelto a sermonear a los fariseos. Parece que los tenías entre ceja y ojo…

_ Es que mucha gente cuela el mosquito y se traga el camello, como ellos hacían a menudo _me ha advertido mientras yo indicaba al camarero que nos sirviera los cafés_.

_ Y tal como diste a entender con la parábola del pobre Lázaro, la muerte pone a cada uno en su sitio; ¿es por eso que la muerte siempre nos produce algún temor? _he dicho mientras Jesús me miraba fijamente y, poniendo un café al alcance de mi mano, me ha recordado_.

_ Pero para el pobre Lázaro la muerte fue la liberación de su miseria…

_ Bueno, eso ocurrió en la parábola, que es un relato tan ficticio como la descripción que hace del más allá, como si fuera un lugar distante con un abismo infranqueable entre los que se salvan y los que son echados fuera _he respondido después de tomar un sorbo de café_.

_ ¿También es ficticia la existencia de tantos pobres, que, como Lázaro, no tienen dónde caerse muertos? _ha reaccionado con un toque de indignación_. La parábola del rico y del pobre Lázaro no es un relato ficticio, sino didáctico. Con ella, quise deciros de un modo gráfico y comprensible que el Padre no abandona a su suerte a los muchos atribulados que cada día pisan esta tierra, ni tampoco olvida que algunos pudieron hacer algo para aliviarlos y no lo hicieron. Los demás detalles de la parábola pertenecen al modo de relatar que se estilaba entonces entre las gentes de Palestina; ahora los detalles de la parábola serían otros, pero la enseñanza sería la misma.

_ ¿Y cuál es la enseñanza para que tome nota? _he preguntado_.

_ Pues está clara _me ha respondido_. Primero, quise poner de manifiesto que el Padre trata la vida humana con justicia. O ¿piensas que no le duelen esas pobres gentes hambrientas que se desviven por conseguir un plato de comida en las tierras esquilmadas por las guerras? O ¿crees que no pedirá cuentas a los responsables de que la destrucción se abata sobre esta pobre tierra vuestra, que se os dio para cultivarla y no para convertirla en campo de batalla y en un lugar inhóspito? Y no es todo lo que quise enseñaros: con esa parábola también volví a advertiros que no quedaréis impunes si hacéis oídos sordos a la palabra de Dios. En la parábola, Abrahán dice a rico, que suplica que envíe a Lázaro a la casa de su padre para advertir a sus cinco hermanos, que ya tienen a Moisés y a los profetas, pues si no han acogido en su corazón la palabra de Dios, la resurrección de un muerto les resultará inútil, porque tampoco se convertirán por eso.

_ ¿Sabes que hoy encuentro muy duras tus palabras? No concuerdan con tu misericordiosa acogida de los pecadores _le he dicho con preocupación_.

_ Amigo mío, yo siempre acojo a los pecadores arrepentidos, pero esto no me impide tener en cuenta las palabras de mi madre cuando su prima Isabel la bendijo por haberse fiado de Dios. Entonces María, mi Madre, proclamó: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación: a los hambrientos colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos». La misericordia os exige ser justos con los desgraciados.

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