El amo solo alabó su astucia

Pedro Escartín
20 de septiembre de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXV domingo del T. O. – (21/09/2025)

Después de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, que celebramos el domingo pasado, hemos vuelto a escuchar en el Evangelio según san Lucas (Lc 16, 1-13) una parábola de Jesús dicha no a los fariseos, como las que el evangelista recoge antes que ésta, sino a sus discípulos, a los que le siguen con recta intención. Esta parábola me ha sorprendido por partida doble…

– ¡Buenos días! -he saludado al ver a Jesús en la puerta de la cafetería-. Siéntate y dime por qué dijiste esta parábola a tus discípulos. Entiendo que en tus parábolas fueras duro con los fariseos, pero me sorprende que pusieras al administrador injusto como ejemplo para tus discípulos.

– Deja que tome un sorbo de café y te lo explico -me ha respondido después de sentarse y poner una taza caliente y humeante entre sus manos-. Te veo hoy un poco acelerado…

– ¿Qué voy a hacer? Después de escuchar que aquel hombre corrupto fue alabado por el amo de la parábola porque había sido astuto, estoy aturdido. ¡Bastante corrupción venimos soportando y tú nos pones como ejemplo a un “figura” como aquel administrador!

– Me temo que la indignación te impida escuchar con serenidad mis palabras. Olvidas dos cosas que dije a propósito de esa parábola. Una: que “los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”. No puse como ejemplo su corrupción, sino su astucia; aquel administrador era tan injusto como las gentes de Israel denunciadas por el profeta Amós en la primera lectura (Am 8, 4-7), que “usaban balanzas con trampa y compraban al pobre por un par de sandalias”. De ellas juró el Señor no olvidar su mala conducta. Pero esa mala conducta no impide que llame la atención sobre algo que, desgraciadamente, salta muchas veces a la vista: que los hijos de este mundo son más astutos para hacer el mal que los hijos de la luz para hacer el bien.

He asentido después de escucharle con mi taza entre las manos y para romper la tensión he dicho:

– Es verdad que voy acelerado, pero es que me subleva la corrupción, aunque reconozco que a veces soy remiso para hacer el bien; perdona mi incoherencia… Y ¿qué otra cosa he olvidado?

– El consejo que os di: “Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”. Ambicionar el dinero lleva a la corrupción…

– … no lo dudes -le he interrumpido-. Lo testifican diariamente los informativos.

– Pero podríais poner el maldito dinero al servicio de los necesitados.

– ¿En qué medida? ¿Hasta que nos falte? -le he interrumpido de nuevo-.

– Hasta donde os lleve la convicción de que “no podéis servir a Dios y al dinero”. Entonces entenderéis que “si fuisteis fieles en lo poco, también se os confiará la riqueza verdadera…”

– ¡La riqueza verdadera! Ahí está la clave. Hace quince días fueron inscritos en el catálogo de los santos dos jóvenes de nuestro tiempo: Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. La madre de Carlo todavía vive y Frassati volvía muchos días a su casa andando porque había dado a un pobre el dinero que tenía para el tranvía. Ambos han sido astutos, como has recomendado en la parábola.

– Ahí tienes la prueba de que también ahora es posible ser hijo de la luz sin ser un “bicho raro”, como decís.

– Y la prueba de que sigue habiendo milagros -he añadido-, porque para canonizarlos han sido necesarios algunos milagros debidos a su intercesión. ¡Gracias porque sigues entre nosotros!

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