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Compadécete de tu prójimo

Pedro Escartín
12 de julio de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XV Domingo del t. o. – C – (13/07/2025)

Entre los que se iban encontrando con Jesús, unos pedían compasión, como algunos leprosos o el ciego que estaba en el borde del camino, y otros le preguntaban cómo encontrar el camino de la vida. Tal es el caso de un maestro de la ley, cuya demanda nos recuerda hoy el Evangelio (Lc 10, 25-37), aunque en este caso el maestro de la ley también pretendió poner a prueba a Jesús…

– Buenos y calurosos días -he saludado a Jesús en esta mañana soleada de verano y le he dicho- ¿Qué tal te sentó la pregunta que te hizo el maestro de la ley? Se acercó a ti con piel de oveja, pero estaba deseoso de lanzarte la dentellada de un lobo rapaz.

– Recuerda que dije: «No juzguéis y no seréis juzgados». Me parece que no te ha caído bien el maestro de la ley y tú le has puesto un “sanbenito” -ha reaccionado acercándome el café-.

– Ha sido el evangelista el que dejó escrito que su pregunta encerraba una segunda intención -he reaccionado; luego he tomado un sorbo de café y he añadido-. Además, tú nos dijiste que fuésemos prudentes como las serpientes…

– …y sencillos como las palomas -ha salido él al paso de mi advertencia-.

– Bueno, dejemos este rifirrafe sobre la intención que traía aquel maestro de la ley. Me interesa más que hablemos de tu respuesta a su segunda pregunta. Recuerda que te dijo queriendo justificarse: «¿Y quién es mi prójimo?». Tú le respondiste con una parábola explosiva: pusiste como modelo de prójimo a un extranjero odiado por los judíos, a un samaritano, y dejaste en paños menores a los dos servidores del Templo, el sacerdote y el levita. ¿No pensaste que el contraste era tan violento que por fuerza iba a sentar mal a tu interlocutor? ¿Tuvo esta parábola la prudencia de la serpiente y la sencillez de la paloma?

– La parábola tuvo la libertad que proporciona la verdad. La “verdad os hará libres”, dije en otra ocasión, y había llegado el momento de decir a aquel maestro de la ley la verdad que podía hacerlo libre para siempre. Al poner como ejemplo al samaritano quise resaltar dos actitudes frecuentes en los que se creen “justos”: por una parte, el mirar hacia otro lado para no sentirse implicados en los problemas que en la vida les salen al paso. El sacerdote y el levita dieron un rodeo para no dejarse conmover por la visión de aquel hombre maltrecho, que había caído en las manos de unos bandidos, y pasaron de largo…

– ¿Y por la otra parte? -he preguntado sin poder contenerme-

– Quise resaltar la fuerza que tiene la compasión. Sed compasivos como vuestro Padre es misericordioso, dije en el sermón de la montaña, que hace salir el sol sobre buenos y malos y envía la lluvia a los campos de los justos y de los injustos, porque, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que les aman… Amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.

– ¡Qué difícil nos lo pones! -he suspirado sin atreverme a mirarle a los ojos-.

– ¿Y, si te dejaras llevar por mí compasión contigo? La misericordia te sería más fácil. Recuerda a aquellos leprosos que a gritos me decían: ¡ten compasión de nosotros! o al ciego que pedía compasión en el borde del camino. Las gentes quisieron apartarlos para no contaminarse con la lepra y hacer callar al ciego porque molestaba. Yo no hice caso a esas gentes y me compadecí de ellos. Para eso estoy con vosotros, mis discípulos -ha dicho recogiendo las tazas-.

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