Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VI Domingo de Pascua – C – (25/05/2025)
En el evangelio de este sexto domingo de Pascua (Jn 14, 23-29), siguen las confidencias de Jesús con sus discípulos en la noche de la Cena. Se despide de ellos, pero anuncia que volverá mediante su Espíritu, al que llama Paráclito, es decir: consolador, acompañante, abogado…
– ¿En qué quedamos? -he preguntado a Jesús después de volver a escuchar de sus labios el evangelio de este domingo- ¿Te has ido o sigues entre nosotros?
– Os lo dije con claridad: «Que no se turbe vuestro corazón. Me voy y vuelvo a vuestro lado» -me ha replicado indicándome con la mirada que ya teníamos nuestros cafés sobre la mesa-. Me fui al Padre, que me envió a vosotros, y tendríais que alegraros porque estoy con Él, pero he seguido junto a vosotros porque el Espíritu Santo, que envió el Padre en mi nombre, es «quien os lo enseña todo y os va recordando todo lo que os he dicho».
– Es verdad -he replicado con la taza de café en mis manos-, pero ¡cuánto me gustaría poder palparte y comer contigo como hicieron los discípulos después de tu resurrección!
– ¡Eso es lo que haces siempre que participas en la Eucaristía! ¿No te das cuenta de que cuando el sacerdote dice “esto es mi cuerpo”, “éste es el cáliz de mi sangre”, soy yo quien hace que sus palabras sean verdaderas? En mi última Cena os dije: “haced esto en memoria mía”, ¿recuerdas? Pablo lo entendió perfectamente y escribió a los cristianos de Corinto: “cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga”. Las palabras del ministro de mi Iglesia no sólo os recuerdan lo que hice aquella noche, sino que prolongan lo que hice. Son verdadero “memorial” de mi presencia entre vosotros y por eso estoy realmente presente en el pan y vino eucarísticos. Pero sólo los creyentes perciben mi presencia y participan de la visión del Resucitado igual que mis discípulos.
He escuchado la réplica de Jesús con emoción y gratitud, pero reconozco que la rutina hace que algunas veces oiga las palabras de la Cena superficialmente, por eso he añadido:
– No tengo perdón de Dios: te haces presente entre nosotros y, a veces, yo estoy distraído pensando en otras cosas…
– No digas que no tienes perdón, porque si algo quiso anunciar el Padre enviándome a vosotros es que su amor y su perdón no tienen fin -ha dicho sonriéndome-. Repasa estas estimulantes palabras del evangelio de hoy sobre el envío del Paráclito: «El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». No esperes que os enseñe cosas nuevas, sino que os recuerde la novedad de lo que ya ha ocurrido conmigo, la novedad de lo que hice y dije mientras estuve físicamente entre vosotros. Recuerda: «Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».
– Luego pusiste la guinda de tu despedida con el regalo de la paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo» -he dicho recordando el evangelio-. Por cierta, una última pregunta: ¿Qué diferencia hay entre tu paz y la que da el mundo?
– Pues que mi paz no sólo proporciona serenidad interior o prosperidad, sino que os da la bondad misericordiosa del Padre -ha dicho abriendo sus manos y poniéndose en pie-.
– Pues quédate siempre con nosotros, Jesús -he suplicado antes de salir-.