La Diócesis de Barbastro-Monzón cumple este lunes, 15 de junio, 25 años desde que el decreto de la Congregación para los Obispos Ilerdensis-Barbastrensis de finium mutatione integrara las parroquias de la parte oriental de la provincia de Huesca, hasta entonces adscritas a la Diócesis de Lérida, en la Iglesia de Aragón. Cuarenta años de reivindicaciones de obispos, clero y fieles aragoneses para hacer coincidir los límites eclesiásticos con los civiles, desde el Concordato de 1953, cristalizaron en un documento que establecía la inmediata unión de los arciprestazgos de Ribagorza Oriental, Occidental y Cinca Medio a la Diócesis de Barbastro, convertida ese mismo día en Barbastro-Monzón. Tres años después, la nueva delimitación se completó con la incorporación de la Litera y el Bajo Cinca.
“Una vez terminado el proceso de unión, nos corresponde hacer Iglesia”, saludó el obispo aragonés, Ambrosio Echebarría, a sus diocesanos. Desde 1974, cuando llegó a Barbastro, entendió que la cuestión de los límites era vital para la propia viabilidad de la Diócesis. Lo señala el entonces vicario general y hoy canciller de Barbastro-Monzón, Pedro Escartín: «Se lo tomó a pecho e insistió tanto que, a veces, cuando llegaba a Roma, ya tenían sobre la mesa el expediente”. Su constancia en lograr la meta la han reconocido sus sucesores, el hoy cardenal de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Juan José Omella, y el obispo emérito de Barbastro-Monzón, Mons. Alfonso Milián.
Milián recuerda con claridad los encuentros periódicos del clero aragonés, cuya reclamación sobre la remodelación de límites, finalmente, asumiría el arzobispo de Zaragoza, como metropolitano de la provincia eclesiástica. Los sacerdotes de las parroquias aragonesas asimiladas a Lérida, forzaron el nombramiento de un vicario episcopal en Monzón y empezaron a reunirse con cierta periodicidad, unos encuentros de índole formativa que, una vez fusionados, incorporaron a Barbastro-Monzón.
La votación a favor de la nueva diócesis avalada por más de dos tercios de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, el ‘dilata’ de la Santa Sede que dejó la reforma durante 12 años en suspenso o la inquietud ante una transferencia incompleta forman parte ya del recuerdo. “Un cambio siempre implica la superación de actitudes a las que se les tenía apego, pero no debemos olvidar que la resolución de Roma ha resuelto muchos problemas e impulsa este proyecto”, afirmó Mons. Echebarría el 17 de septiembre de 1995, en la Concatedral de Monzón, durante la solemne ejecución del decreto.
El cuarto obispo de Barbastro-Monzón, Mons. Ángel Pérez, señala que el aniversario «es un día de gran alegría y acción de gracias. De alegría porque era un anhelo por tantos vivido y deseado, y de acción de gracias porque el Señor, en cada tiempo y lugar, nos ofrece la oportunidad de nuevas reestructuraciones para que la palabra de Dios llegue siempre a nuestro pueblo«. Un cuarto de siglo después, la remodelación diocesana tiene aún pendiente la recuperación del patrimonio aragonés, retenido en Lérida. «Qué hermoso sería que en esta celebración pudiera cerrarse ese litigio que tanto sufrimiento como esterilidad ha generado en una y otra diócesis implicadas», añade Mons. Ángel Pérez.
FOTO: SALAS. ARCHIVO EL CRUZADO ARAGONÉS