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DOMUND 2025: Misioneros de esperanza entre los pueblos

David López
13 de octubre de 2025

La Iglesia celebra el penúltimo domingo de octubre la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND), un día para rezar por los misioneros y colaborar con las misiones.

El Domund —acrónimo de Domingo Mundial de las Misiones— es mucho más que una jornada de colecta. Es una invitación a mirar hacia el corazón mismo de la Iglesia, que por naturaleza es misionera. Cada penúltimo domingo de octubre, los cristianos de todo el mundo se unen para rezar por los misioneros y colaborar con su labor en los territorios más necesitados.

En este Año Jubilar de la Esperanza, el Domund 2025 se celebra bajo el lema «Misioneros de esperanza entre los pueblos», una llamada a redescubrir la dimensión misionera de la fe como fuente de esperanza en un mundo herido por la indiferencia, el miedo y la desesperanza.

Una misión que se encarna en rostros concretos

La misión no es una idea ni un programa: se hace carne en hombres y mujeres que entregan su vida al anuncio del Evangelio. Su testimonio, muchas veces silencioso y heroico, es un signo luminoso de la esperanza que nace del encuentro con Cristo.

El lema de este año fue elegido por el papa Francisco, de feliz memoria, para la Jornada Mundial de las Misiones de 2025. En su mensaje, recordaba que cada cristiano está llamado a ser “mensajero y constructor de esperanza”, siguiendo las huellas de Cristo resucitado. Hoy, su sucesor León XIV retoma esas palabras como herencia viva del pontífice que tanto impulsó la conversión misionera de la Iglesia.

Ante una humanidad “con frecuencia distraída e infeliz”, escribía Francisco, el testimonio de la esperanza se convierte en una urgencia. Esa esperanza, que viene de “lo alto”, se traduce en gestos de comunión, solidaridad y amor entre los pueblos.

Cristo, fuente y camino de la esperanza

El Papa subrayaba que toda misión brota del seguimiento de Cristo, “centro de la historia y fuente de nuestra esperanza”. Él es el primer misionero del Padre, que “pasó haciendo el bien y curando a todos” (Hch 10,38). En su entrega hasta la cruz, Jesús sembró en el mundo la semilla de la esperanza definitiva, aquella que no defrauda.

Esa misión continúa hoy a través de sus discípulos. La Iglesia, aun en medio de sus fragilidades y pruebas, sigue siendo —como recordaba Francisco— “una Iglesia misionera que camina con el Señor por las vías del mundo”.

Portadores de esperanza en un mundo herido

Ser “misioneros de esperanza” significa compartir la vida con los demás, hacerse prójimo, curar heridas y ofrecer consuelo. En sus palabras, Francisco insistía en que la esperanza cristiana no es evasión, sino compromiso con la realidad:

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo… son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.” (Gaudium et spes, 1)

Por eso, el Papa invitaba a toda la Iglesia a realizar gestos concretos de misericordia, especialmente con los más pobres, los enfermos y los descartados de la sociedad. “Muchas veces serán ellos —escribía— quienes nos enseñen a vivir con esperanza.”

La oración, primer gesto misionero

Francisco recordaba también que los verdaderos misioneros de la esperanza son personas de oración. “La persona que espera —decía citando al cardenal Van Thuan— es una persona que reza.” La oración mantiene encendida la llama de la esperanza y sostiene toda acción evangelizadora.

De esa fuente brotan gestos sencillos que transforman la vida: acompañar, perdonar, servir, anunciar con alegría. La evangelización —recordaba el Papa— es siempre un proceso comunitario y sinodal, en el que todos tienen algo que aportar: niños, jóvenes, adultos y mayores.

Una Iglesia que continúa caminando

Hoy, bajo el pontificado de León XIV, la Iglesia prolonga ese impulso misionero que Francisco sembró con tanto vigor. Su primer mensaje, Dilexi te, ha querido precisamente mantener encendida la llama de la esperanza, invitando a toda la humanidad a reconocerse como “una única familia amada por Dios”.

El DOMUND 2025 llega, así, como una ocasión para renovar nuestro compromiso misionero. Cada oración, cada gesto solidario, cada donativo, se convierte en signo visible de esa esperanza que no muere y que, desde los misioneros hasta los últimos rincones del planeta, sigue anunciando: Cristo vive y camina con nosotros.

https://domund.es/

Domund

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