El Primer Anuncio, corazón del Jubileo: jóvenes españoles en Roma reavivan su fe como testigos de esperanza

David López
4 de agosto de 2025

Más allá del evento, el Jubileo de los Jóvenes revela cómo la Iglesia en España está haciendo del Primer Anuncio una clave transversal en la pastoral: una propuesta explícita de fe que transforma vidas.

«Jesús es el Señor. Somos la Iglesia. Queremos la paz en el mundo». Las palabras de miles de jóvenes españoles resonaron con fuerza en la Plaza de San Pedro durante el Jubileo de los Jóvenes. Pero más allá de la emoción del momento, lo que se vivió en Roma fue mucho más que un encuentro multitudinario: fue una experiencia de Primer Anuncio, una proclamación alegre y explícita del Evangelio que ha tocado el corazón de una nueva generación.

El 1 de agosto, dentro del Jubileo convocado por el papa León XIV, tuvo lugar el Encuentro de Jóvenes Españoles, presidido por Mons. Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Fue un acontecimiento eclesial sin precedentes que dejó clara una prioridad pastoral: la centralidad del Primer Anuncio como clave transversal en la vida y misión de la Iglesia.

Entre los miles de participantes destacó la presencia de 800 jóvenes aragoneses, provenientes de todas las diócesis de la comunidad. Para ellos, la peregrinación a Roma no ha sido solo un viaje, sino un auténtico encuentro con el Dios que llama, perdona y envía. En sus testimonios, en la liturgia y en la convivencia, el Primer Anuncio ha brillado como la propuesta más radical y esperanzadora que la Iglesia puede ofrecer hoy.

La celebración se articuló en tres momentos profundamente simbólicos —el regalo de la vida, la alegría del perdón y la puerta abierta a la felicidad—, acompañados por testimonios vocacionales de jóvenes de diferentes diócesis. Cada intervención fue más que un relato personal: fue una proclamación del kerigma, una llamada viva al encuentro con Jesucristo.

Una vocación que comienza en lo cotidiano

María Tagarro, joven de la Diócesis de Astorga, compartió cómo la experiencia de una familia creyente, la vida pastoral y el acompañamiento espiritual le han enseñado a reconocer su vida como vocación: «La Iglesia es mi otra gran familia. Pertenezco a la Pastoral Juvenil y colaboro en su equipo. Para mí todo esto va más allá de meros eventos: es compartir vida con jóvenes de diferentes lugares, descubriendo que todos los esfuerzos solo son canales a través de los cuales el Señor hace su obra».

Tras atravesar una crisis de fe, María descubrió que incluso el vacío espiritual puede ser lugar de llamada: «Me frustraba pensar que iba a recibir la Confirmación sin sentir nada. Fue mi primera crisis de fe consciente. Hoy puedo decir que eso también me ayudó a preparar mejor mi camino». Su conclusión es clara: «Mi vida y vuestra vida joven es ya una vocación».

Del alejamiento al reencuentro

En la segunda parte del encuentro, centrada en el perdón como fuente de esperanza, José Tomás Cebrián, de la Diócesis de Cuenca, relató su vuelta a Dios tras años de desconexión: «En el Erasmus me alejé completamente. Aunque nunca negué a Dios, no sentía que mi fe fuera mía. Creía porque me beneficiaba». Pero una ruptura personal le condujo de nuevo al corazón de la Iglesia: «Mi primo me animó a volver al grupo de jóvenes. Qué paz. Qué sensación tan real de volver a casa. No a la física, sino a la casa de Dios».

Fue en un retiro de Effetá donde experimentó la misericordia que transforma: «Encontré perdón. Un corazón roto que Dios quiso sanar solo con pedírselo. Y cuando conoces de verdad a Dios, ya no quieres otra cosa». Su camino espiritual se resume en una frase que conecta con el sentido profundo del Primer Anuncio: «Sin Dios no hay verdadera felicidad».

Matrimonio en misión

La tercera parte del acto, que presentó a Cristo como la puerta abierta a la felicidad, estuvo protagonizada por Mery Lorenzo y Quique Mira, un joven matrimonio miembro de AUTE, una iniciativa que acerca a los jóvenes a Cristo. «Hoy, al ver esta Plaza llena, sentimos que se hace visible el sueño de Dios: su Iglesia joven, viva, en camino», afirmaron.

Tras compartir cómo el Evangelio ha transformado su noviazgo, explicaron que su matrimonio no es un fin, sino un inicio de misión: «Nuestro matrimonio es nuestra misión. Queremos salir a los demás: acompañar, compartir, servir. ¡Somos testigos del Amor en mayúsculas!». Para ellos, el Primer Anuncio no es algo reservado a especialistas, sino la vocación cotidiana de toda familia cristiana: «Os invitamos a ser auténticos, a no tener miedo a entrar por la puerta del Buen Pastor».

Una homilía que sella la alianza de esperanza

En su homilía, Mons. Argüello profundizó en la dimensión eclesial del encuentro, recordando que el Primer Anuncio no se agota en una experiencia emocional, sino que estructura la vida cristiana: «La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones». Dirigiéndose a los jóvenes, les invitó a ser pueblo en misión: «Somos ungidos. El Cristo ha querido compartir con nosotros su misma unción».

También apeló a una Iglesia en salida: «Volveremos a nuestros lugares de origen para seguir siendo peregrinos. Cada domingo será un alto en el camino para renovar nuestra unción y ser enviados a anunciar la paz».

Su mensaje final fue una declaración explícita de fe: «Jesús es el Señor. Somos la Iglesia. Queremos la paz en el mundo». Una confesión que resume la esencia del Primer Anuncio: el don gratuito de la salvación, proclamado sin miedo, con alegría, en el corazón del mundo.


El Primer Anuncio como prioridad pastoral

Lo vivido en Roma ha dejado patente que la Iglesia en España ha asumido con decisión el reto de evangelizar a los jóvenes a través de propuestas explícitas de fe. El Jubileo ha sido testimonio de que el Primer Anuncio ya no es una teoría pastoral, sino una práctica viva: una forma de celebrar, de acompañar, de organizar encuentros, de formar comunidades.

Desde la vida cotidiana hasta el sacramento del matrimonio, desde la crisis personal hasta el perdón sanador, los testimonios escuchados son prueba de que el kerigma sigue teniendo fuerza para transformar vidas. Y la Iglesia, en este Jubileo, ha demostrado que está dispuesta a seguir anunciando a Jesucristo como la puerta abierta a la verdadera felicidad.

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