A vosotros novios…

… van dirigidas estas palabras, que brotan de la experiencia vivida en primera persona y también del aprendizaje en la labor realizada en un centro de orientación familiar.

…porque ni os imagináis lo que os espera, porque ¡esto no ha hecho más que empezar y cada vez puede y debe ir a mejor! Es casi imposible hacerse una idea en este momento. Como buenos enamorados, os sentís envueltos en una felicidad tal que pareciera insuperable,  diríase que el amor ya no pudiera crecer más.

Me gusta observar alrededor a las parejas enamoradas, y una palabra viene enseguida a mi mente: qué “novatos”, si todavía no saben todo lo profundo que puede llegar a ser su amor…

Son muchas las parejas de novios y matrimonios recién iniciados que buscan ávidamente esos “trucos y mañas de pareja” que  les permitirán llegar a celebrar las bodas de plata y oro con una rotundidad y juventud de espíritu que muchos anhelaríamos para nosotros. No en vano todos somos espectadores de las grises encuestas en las que se refleja que el porcentaje de las separaciones matrimoniales ronda ya el 50%, y sigue subiendo.

Ante todo, mucha serenidad. La clave está esencialmente en vosotros. ¡Sí, sí, en vosotros! Y más concretamente, en la “perspectiva” – también la podemos llamar antropología- con la que queráis impregnar vuestra relación.

Si nuestra mirada al mundo circundante adopta una perspectiva simplemente observadora, fácilmente llegaremos a la conclusión de que el amor se consume. Nada más fácil que ver a nuestro alrededor el desmoronamiento de tantas y tantas relaciones amorosas que soñaron con ser eternas. Esta visión indefectiblemente nos va a llenar de un cierto recelo, quizás temerosos de que también nos pueda pasar a nosotros. Y ya sabemos que el miedo puede paralizarnos, socavando nuestro ánimo en una actitud defensiva que puede acabar siendo demoledora para la pareja en esa extenuante pero necesaria entrega.

Pero si nuestra mirada, además de observar, profundiza en la naturaleza de la persona, con gozo y estupor nos daremos cuenta de que hay un otro para mí. Lo hemos descubierto y es único en el mundo para nosotros; por ello queremos esa exclusividad y permanencia por las que nuestra naturaleza grita contundentemente. Ya no hay miedo, sino esperanza; esperanza que invita a ponerse en marcha en un camino que apenas hemos empezado a recorrer juntos. Esta actitud hacia el otro, lejos de paralizar, actuará como motor impulsor de una mejora personal, de pareja y más allá.

Nos detenemos algo más en esta segunda perspectiva, y en la mención a la naturaleza humana.

El hombre ha de vivir según su naturaleza; es más, tiene que aceptarla y vivir en fidelidad a su propio ser. Sólo ahí, en el descubrimiento de ese orden natural que debe respetar y armonizar,  radica la realización personal y consiguiente felicidad.

¿Y cuál es la esencia de nuestra naturaleza humana? Nuestra vocación al amor. La persona se realiza y salva en el don de sí.

Afirmación que de seguro todos hemos experimentado ya más de una vez. Hemos vivido ocasiones en las que con nuestro esfuerzo hemos llegado a hacer feliz al otro, y  nuestra satisfacción ha sido tan plena que difícilmente podría compararse a otra. ¡Qué paradoja! Yo me entrego y me sacrifico por ti, y lejos de sentirme empobrecido me siento más pleno. “Pero no es posible, si yo vierto líquido de una jarra a un vaso, la jarra contiene menos agua”, me dirás; y yo de inmediato contestaré que la naturaleza humana no se rige por este principio, al contrario; cuando más dé, más encontraré. En mi donación al otro, se completará mi plenitud.

¿Y vosotros buscáis claves para la eternidad de vuestro amor?, pues acabamos de reflejar una de las más importantes: la entrega mutua, la búsqueda de la felicidad y el bien del otro por encima de mis apetencias. Y tranquil@, que el otr@ no podrá por menos que hacer lo mismo y asegurará la justa reciprocidad. No obstante, leed este artículo juntos y reflexionad sobre la llamada al don de sí, saboreando en pareja una de las llaves maestras para evitar la concepción utilitarista o puramente emotiva de vuestra relación.

No en vano la naturaleza humana ha sido diseñada por el Hacedor, que mostró el Camino a seguir con el acto supremo de donación: la entrega de su Hijo. Y con otro acto supremo de donación, la muerte de éste en la Cruz, quedó asegurada la posibilidad de nuestra salvación y eternidad. Ya que somos de la estirpe de Dios, pocas dudas puedan albergar ya nuestros corazones.