Días intensos a nuestro alrededor, querido lector… todos a votar de nuevo, la crisis migratoria, las diatribas independentistas… a la postre, nuestras vidas humanas que interaccionan y ¿conectan? con las de los demás en la búsqueda ¿del bien?

Me gustaría reflexionar hoy con usted sobre la trascendencia de nuestras motivaciones – y las de los otros –, en el intento de enraizar y entender algo más todos estos sucesos diarios que nos envuelven y – por qué negarlo – nos contristan en más de algún momento.

Y es que nuestras motivaciones son tan potentes que sustentan nuestras actuaciones y se apoyan – o deberían apoyarse – siempre en una base sólida: un valor, una creencia. Ya tenemos la primera pincelada de verde.

De esta manera, detrás de cada decisión suya, mía y del otro, de cada acto de la voluntad, de cada conducta, está la convicción íntima  de que algo importa o no importa, es valioso o no lo es. Esta convicción será la que nos empuje, oriente y aliente en el indefectible cansancio que  sobreviene en el camino.

Esta motivación o “anclaje de nuestro caminar” es como un substrato o un trasfondo que se ha venido formando en nosotros desde nuestra infancia y que nos predispone a comportarnos de una forma coherente y estable a pesar del inquietante oleaje. Segunda pincelada de verde.

Pero claro, son tantas las motivaciones como tonos tiene el cielo, y ahí empieza el desorden…

Como optimista empedernida que soy – y permita Dios que siga siéndolo por mucho tiempo – me permito adornar estas motivaciones con un “ramillete de valores” que de seguro producirán de inmediato un aumento en el tono moral, afectivo, social, espiritual, … – por cierto, sello moral que ha sido estampado en primer lugar en la familia (¡) -, en la búsqueda del bien. Estos valores superiores a intereses particulares, objetivamente buenos y auténticos, serán la red que entreteja y arraigue las virtudes que guíen las conductas y pongan un poco de orden en el trastero… Tercera pincelada, esto va tomando color y bonita forma.

 

Intento bosquejar – para luego colorearlo –   el concepto de misión, misión que no es otra cosa que el diseño de nuestra vida como algo irrepetible, abarrotado de sugerencias, posibilidades y esperanzas. Y con las mejores motivaciones – el bien, el bien común, el Bien –. Misión libre de estereotipos, servilismos, comodidad y despersonalización.

Y sobre todo, con el sentido dialógico, por el que vamos enriqueciendo nuestra vida con – siempre asombrosos – encuentros humanos. Nos perfeccionamos al comprender a los demás y ser capaces de ver las cosas desde su punto de vista. Por si fuera poco, esto culmina en la entrega a los demás, el amor y la aceptación del otro. Y lo que es más importante, la consiguiente conexión de nuestras motivaciones con las de los demás en la búsqueda de este bien (el Bien).

Seguimos rodeados de votaciones, crisis migratorias y diatribas independentistas, pero las hemos coloreado de un esperanzador tono verde. Confío en que le guste el resultado final.