Qué es Mujer - Definición, Significado y Concepto

La mujer debe ser considerada en toda su dignidad y responsabilidad a la par del hombre.

Dios pone a la mujer en un lugar de privilegio en el plan de la salvación.

Cuando Dios decide venir al mundo, prescinde del hombre varón, pero no de la mujer: y a María de Nazaret hasta le pide permiso.

La mujer es inteligente, tiene intuición, intuye rápido las cosas.

La mujer es sensible a las cosas. Ve las cosas distintas.

El hombre es más cerebral, el hombre podrá gobernar la casa, la mujer reina en el hogar con el corazón.

Dice Familiaris consortio que no hay duda de que igual dignidad y responsabilidad del hombre y la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas.

Por otra parte, la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar.

La mujer no es imprescindible en el trabajo de la casa, pero sí es insustituible en la educación de los hijos, sobre todo en los primeros años. Cuando son muy chicos.

Por ello la Iglesia puede y debe ayudar a la sociedad actual, pidiendo incansablemente que el trabajo de la mujer en su casa sea reconocido por todos y estimado por su valor insustituible.

En Suecia, país de gran adelanto en lo social, la mujer que es madre, está en su casa durante un año, con el sueldo pagado, por supuesto.

El ama de casa ejerce muchas profesiones a la vez: es Licenciada en Administración, es Ecónoma, es Maestra, es Licenciada en Quehaceres domésticos, experta en Relaciones Públicas, es Médica en muchas circunstancias, es Enfermera en otras, etc.

Una María y un José son los que hacen un hogar.

«Admiro a esas esposas, abundantes años atrás, que fueron el sostén de los hogares, muchas veces haciendo milagros con muchos hijos y poco dinero y, en no pocos casos, con poca o ninguna ayuda en su tarea del esposo, aunque había excepciones como pude ver en diversos casos, como el de mi padre. Esas mujeres tuvieron su felicidad terrena a pesar de los sacrificios, no lo dudéis, porque asumieron su misión con un orgullo y, sobre todo, con espíritu de entrega y servicio. El premio ya lo han obtenido, estoy seguro, porque Dios es buen pagador» (Alejandro González).

En todo momento importante de la historia la Iglesia nos muestra la importancia de la familia en sus enseñanzas pastorales.

No podemos dejar de recordar la autorizada palabra de Juan Pablo II: «Haced todos los esfuerzos para que se haga una pastoral de la familia. Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la evangelización en el futuro depende en gran parte de la Iglesia Doméstica».

Ese trabajo para la familia debe buscar caminos para que las familias puedan cumplir con su misión de «formar personas», «educar en la fe» y «contribuir al desarrollo».

«Según todas las fuentes, las familias estables y con hijos presentan mejores resultados desde la economía al bienestar, pasando por la salud, y la felicidad percibida. La gente se casa y tiene hijos porque sigue siendo la mejor manera de discurrir en el mundo, la que más recompensas comporta, visiblemente materiales. Pero también está anclada en el corazón del ser humano, porque el matrimonio y la descendencia es el núcleo de la ley natural que nos guía. Es donde se realiza en mejor medida el amor humano, en todas sus facetas, y no solo la de la pasión pasajera. Y una y otra, ley natural y resultados positivos, lógicamente deben confluir, porque aquella no es nada más que la palabra de Dios a todos los hombres, crean o no en Él, para que puedan realizar mejor sus vidas» (Forumlibertas.com).

«Toda familia necesita un padre; un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida; lo que constituirá la mejor herencia que podrá transmitir al hijo.

»El padre tratará de enseñar lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Y todo esto con cercanía, dulzura y una firmeza que no humilla.

»Para ser buen padre, ante todo hay que estar presente en la familia, compartiendo los gozos y las penas y acompañando a los hijos a medida que van creciendo» (Papa Francisco).

«Son conocidas las palabras del mensaje que, al término del Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, los padres dirigieron a las mujeres de todo el mundo: “Llega la hora, ha llegado la hora, en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en la que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un alcance, un poder jamás alcanzado hasta ahora”.

»Algunos años después, en la encíclica Mulieris dignitatem, corroboré esas afirmaciones: “La dignidad de la mujer y su vocación, objeto constante de la reflexión humana y cristiana, ha asumido en estos últimos años una importancia muy particular”.

»La figura de María, si se contempla a la luz de lo que de ella nos narran los evangelios, constituye una respuesta válida al deseo de emancipación de la mujer: María es la única persona humana que realiza de manera eminente el proyecto de amor divino para la humanidad.

»En María Dios suscitó una personalidad femenina que supera en gran medida la condición ordinaria de la mujer, tal como se observa en la creación de Eva. La excelencia única de María en el mundo de la gracia y su perfección son fruto de la particular benevolencia divina, que quiere elevar a todos, hombres y mujeres, a la perfección moral y a la santidad propias de los hijos adoptivos de Dios. María es la bendita entre todas las mujeres; sin embargo, en cierta medida, toda mujer participa de su sublime dignidad en el plan divino.

»El don singular que Dios hizo a la Madre del Señor no solo testimonia lo que podríamos llamar el respeto de Dios por la mujer; también manifiesta la consideración profunda que hay en los designios divinos por su papel insustituible en la historia de la humanidad.

»Las mujeres necesitan descubrir esta estima divina, para tomar cada vez más conciencia de su elevada dignidad. La situación histórica y social que ha causado la reacción del feminismo se caracterizaba por una falta de aprecio del valor de la mujer, obligada con frecuencia a desempeñar un papel secundario o, incluso, marginal. Esto no le ha permitido expresar plenamente las riquezas de inteligencia y sabiduría que encierra la femineidad. En efecto, a lo largo de la historia las mujeres han sufrido a menudo un escaso aprecio de sus capacidades y, a veces, incluso desprecio y prejuicios injustos. Se trata de una situación que, a pesar de algunos cambios significativos, perdura desgraciadamente aún hoy en numerosas naciones y en muchos ambientes del mundo.

»La figura de María manifiesta una estima tan grande de Dios por la mujer, que cualquier forma de discriminación queda privada de fundamento teórico.

»La obra admirable que el Creador realizó en María ofrece a los hombres y a las mujeres la posibilidad de descubrir dimensiones de su condición que antes no habían sido percibidas suficientemente. Contemplando a la Madre del Señor, las mujeres podrán comprender mejor su dignidad y la grandeza de su misión. Pero también los hombres, a la luz de la Virgen Madre, podrán tener una visión más completa y equilibrada de su identidad, de la familia y de la sociedad.

»María constituye el modelo del pleno desarrollo de la vocación de la mujer, al haber ejercido, a pesar de los límites objetivos impuestos por su condición social, una influencia inmensa en el destino de la humanidad y en la transformación de la sociedad» (Juan Pablo II, audiencia general del 29 de noviembre de 1995).