He tenido el privilegio de asistir a la celebración de las bodas de oro de unas personas muy queridas para mí.

Antes de que pudiéramos siquiera acomodarnos en las sillas, y ya en la bienvenida a la asamblea, este matrimonio ha sabido reflejar a la perfección en sus palabras y gestos el concepto de eternidad. Ahí es nada.

Me gustaría transcribirles algunas de estas ideas tan sorprendentemente capaces de condensar tanto en tan poco, y que hicieron que me quedara inmóvil, casi sin respiración, en el temor a que de otra manera pudiera perderme el pulso de sus palabras:

“En esta mañana de domingo volvemos juntos al altar, como hace 50 años, con un claro objetivo. De nuevo queremos decir muy fuerte sí, quiero; sólo que ahora cobran más sentido si caben las palabras en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en lo bueno y lo malo, porque de todo ha habido. Nos enorgullece el haber sabido mantener la fidelidad a la palabra dada hace unos años, hasta en los momentos más críticos. Esta constancia nos ha regalado el sabernos unidos ya para siempre hasta que la muerte nos separe y más allá. No en vano estamos en manos del Señor de la Vida.

A la hora de reflejar nuestro sentir en este momento, podríamos haber acudido a alguna cita bíblica como la primera carta a los Corintios, en la que cobran fuerza estas palabras: …el amor disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre.

Paradójicamente ha sido en una canción de un cantautor moderno, Juanes, donde hemos encontrado justo aquello que queríamos transmitir en el día de hoy…

Cuando el tiempo pasa, y nos hacemos viejos, nos empieza a parecer que pesan más los años que los mismos daños al final.

Por eso yo  quiero que en mi mente siempre tu cariño esté bien fuerte; aunque estemos cerca o aunque estemos lejos del final.

Porque nada valgo, porque nada tengo, si no tengo lo mejor: tu amor y compañía en mi corazón.

… quiero pasar más tiempo junto a ti, recuperar las noches que perdí, vencer el miedo inmenso de morir, y ser eterno junto a ti.”

Y uno se queda pasmado ante la rotundidad con que este matrimonio se dispone a encarar otros veinticinco años, y sobre todo, sus ansias de eternidad. Y enseguida me viene a la mente una melodía… y empiezo a tatarear aquella canción pascual que dice algo así como…  ahí donde se unen cielo y tierra, lo humano y lo divino….  Y sonrío pensando de nuevo en lo privilegiada que soy. En esta ocasión, por poder palpar ese nítido horizonte entre el cielo y la tierra, por sentir el pulso de esa fina línea entre lo humano y lo divino.