Familia, mira que  eres cuna de la vida, la comunión y amor, andes orientada o desorientada.

Sin embargo, apareces en contradicción, valorada en lo privado pero vilipendiada en tu dimensión social. Eres bien vista como la más básica configuración de la «ecología humana», ese primer humus de acogida y desarrollo equilibrado de toda persona. Pero se olvida tu valor universal, que bien arraigada estás en la naturaleza humana, conforme al orden de la creación.

Irradias luz, aunque no seas consciente, esa luz que nos permite captar la grandeza de cada ser humano y el respeto que merece. Y esa luz proviene de una fuente aún mayor, aunque de nuevo quizás no seas consciente, de esa revelación de un Dios hecho hombre que, lejos de contrariarte, concuerda a la perfección con lo que captas con tu razón.

Familia, orientada o desorientada, que acudes a solicitar ayuda al servicio de orientación familiar. Desde la cercanía e intimidad –y porque negarlo, desde el cariño-  que se crea en esta relación,  se constata todavía con más vehemencia si cabe cómo la vida, la comunión y el amor constituyen el núcleo en torno al cual gira tu verdad, aunque de nuevo quizás no seas consciente de tu belleza.

Familia, orientada o desorientada. En ti está la vida, mejor todavía, tú eres la vida. De ti puede y debe brotar la generosidad para valorar su transmisión no como una carga que limita la propia libertad personal, sino como un don recibido que supera todas las expectativas. De ti puede y debe brotar el esfuerzo para educar sin desfallecer, combinando exigencia tenaz con el afecto aún más tenaz. De ti se extrae esa mirada que permite de nuevo  maravillarse ante el carácter sagrado de cada vida, única, valiosa hasta el infinito y eterna desde el mismo momento de la concepción. Familia, escucha, que cada uno de tus integrantes es un yo único e irrepetible…

Familia, orientada o desorientada. En ti está la comunión, mejor todavía, eres comunión. De ti puede y debe brotar la confianza para ofrecer al otro, a los otros,  la comprensión y aceptación incondicional,  el acogimiento en plenitud y sin fisuras de lo que se es –y lo que no se es-  en cada momento.

Familia, orientada o desorientada. En ti está el amor, manifestado en la esperanza, capaz de ver al otro, a los otros, en aquello que pueden llegar a ser.  Y en ese perdón que restaura las heridas, dignifica e impulsa a ser mejores, junto con ese aliento de vida que sólo en ti, familia, alcanza su plenitud.

Llegan a mis oídos los acordes de una antigua canción, y oigo claramente a una enérgica Rocío Jurado… se nos rompió el amor de tanto usarlo… qué no, que no vamos por ahí…

Familia, orientada o desorientada; escucha, que eres cuna de la vida, la comunión y amor