“No podemos esperar a que llamen a nuestra puerta, es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos en sus casas, en los hospitales y en las residencias asistenciales, en las calles y en los rincones oscuros donde a veces se esconden, en los centros de refugio y acogida”, palabras del papa Francisco en su mensaje para la V Jornada Mundial de los Pobres, y que nos llaman a cambiar nuestro punto de vista respecto a las personas que sufren la pobreza en cualquiera de sus manifestaciones.

Esta llamada urgente del Papa a toda la Iglesia conlleva una serie de retos. El principal, no depositar la responsabilidad cristiana ante los pobres en oficinas especializadas, una tentación frecuente en los países desarrollados y anclados en un “relativo bienestar”, que hace que se esté “menos dispuesto que en el pasado a enfrentarse a la pobreza”.
Al mismo tiempo, Francisco insta a no separar caridad de evangelización, como ya lo había hecho antes en Evangelii Gaudium al afirmar que “la opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria”. Ahora, el Papa añade: “debemos estar abiertos a leer los signos de los tiempos que expresan nuevas modalidades de cómo ser evangelizadores en el mundo contemporáneo”, de este modo, la ayuda inmediata para satisfacer las necesidades de los pobres “no debe impedirnos ser previsores a la hora de poner en práctica nuevos signos del amor y de la caridad cristiana como respuesta a las nuevas formas de pobreza que experimenta la humanidad de hoy”.

Otro reto es ofrecer un enfoque diferente de la pobreza. “Es un reto que los gobiernos y las instituciones mundiales deben afrontar con un modelo social previsor, capaz de responder a las nuevas formas de pobreza que afectan al mundo y que marcarán las próximas décadas de forma decisiva”, afirma el Papa. ¿Cómo afrontarlo? La respuesta a esta interpelación es muy importante y merece la pena recoger las palabras de Francisco por su fuerza y la esperanza que transmiten:
“Es decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den lugar a un recurso común de participación. Hay muchas pobrezas de los ‘ricos’ que podrían ser curadas por la riqueza de los ‘pobres’, ¡si sólo se encontraran y se conocieran! Ninguno es tan pobre que no pueda dar algo de sí mismo en la reciprocidad. Los pobres no pueden ser sólo los que reciben; hay que ponerlos en condiciones de poder dar, porque saben bien cómo corresponder”.